PREMONICIÓN, UN CUENTO DE TERROR

PREMONICIÓN, UN CUENTO DE TERROR

Pako de Manuel

24/04/2024

Nunca me gustó pasar las vacaciones de Semana Santa en la vieja casa del pueblo de mis abuelos.

Aunque es enorme, con sus dos plantas llenas de habitaciones y un gran desván, yo prefiero nuestro pequeño piso de Madrid con sus tres dormitorios. 

Ahora me encuentro  completamente solo en esta enorme casa. ¡Si al menos estuvieran alguno de mis hermanos! ¡Ojalá hubiera terminado antes el trabajo para Lengua de la Casa Tomada ! Así podría haber salido a cenar con toda la familia.

¡DANG!

Y media, el reloj de pared marca las once y media. ¡Maldito reloj de péndulo con sus campanadas, sus números romanos y su tic-tac! ¡Cuánto ruido! Además me duele la mano de tanto escribir. Casi ni siento los dedos. Me voy a dormir ¡Hasta mañana Cortázar!

Ha sido buena idea dejar la ventana del dormitorio abierta, esta noche hace calor. ¡Vaya luna! ¡Qué grande y roja está! ¡Ah, ya me acuerdo! Lo dijeron en las noticias, la luna de sangre, la llaman, y sólo aparece una vez cada dos años y medio. Con esta claridad no hace falta ni que encienda la lámpara de la mesilla para acostarme.

Coloco el despertador, le doy la vuelta a la figura de la mujer con San Juan Bautista y ya está. No sé por qué le tiene tanta devoción mi abuela. La talla no es muy grande, unos veinte centímetros, pero ocupa casi toda la mesilla. Lo que más impresiona es que la mujer aparezca sosteniendo con las manos una bandeja con la cabeza de San Juan cortada. Tiene tan bien hecho el corte del cuello, que se distinguen perfectamente el hueco de la tráquea y las vértebras blancas de las cervicales. Hasta se ve como chorrea la sangre de la yugular y moja las barbas del santo, formando un pequeño charco en el fondo de la bandeja de plata.

Bueno, y ahora a dormir que ya es tarde. Hasta mañana San Juan.

PLOM, PLOM, PLOM… ¡PLAM!

¿Qué diablos es ese ruido? Me ha despertado. Viene del desván, del otro lado de la pared. Suena como si estuviera cayendo algo desde arriba y fuese rodando por los escalones. No sé, una pelota maciza o algo así. ¡Y luego choca contra la puerta! La dejé cerrada ¿no? Hace mucho que no subo allá arriba, desde que mi abuela me dijo que llevase un cuenco de aceite a la lechuza. Lechuza que nunca he visto, pero que mi abuela dice que está porque no se ven ratones en la casa. Lo que sí noté fue como una presencia, por la que bajé corriendo los diecisiete escalones.

¡DANG!

Y media. ¿O la una? ¿O las dos y media? Miraré el despertador de la mesilla.

¡Dios mío! ¿Pero eso qué es? ¿Qué hay encima del despertador? Un bulto ¿Una araña gigante? No, es como una mano. Sí, eso es, una mano negra cortada. Apoyando su palma en el despertador dejando caer los dedos huesudos de uñas largas.

¡Bah! Esto es una broma de mis hermanos, seguro, que ua habran vuelto. Pero no., estoy solo, solo en esta enorme casa. Cerraré los ojos y cuando los abra ya habra desaparecido.

¡Já! ¿Lo ves? Ya no está. Aunque me siento más seguro con la espalda pegada a la pared y las rodillas encogidas, creo que me subiré un poco más la sábana.

Pero, pero… ¿Qué pasa? No puedo subirla más y algo está tirando de ella. Es… es… ¡La mano negra! Me ha destapado completamente y siento como sus fríos dedos están subiendo por mis pies. Creo que me ha agarrado el tobillo de la pierna derecha y ¡tira! ¡tira! ¡Está tirando! ¡Quiere tirarme al suelo! ¡Socorro! No me sale la voz y no hay nadie que me escuche.

Doy un gran cabezazo contra las losas. La mano ha conseguido tirarme de la cama. Quedo boca arriba, medio aturdido, observando como levanta mi pierna derecha y me saca arrastrando de la habitación. Atravesamos el salón y veo al reloj de pared, indiferente a lo que está pasando, marcando las horas.

Llegamos al comienzo del pasillo y ahí, frente a la puerta del desván, la mano se para. Me doy cuenta que una de las hojas de la puerta está cerrada pero la otra está entreabierta. De pronto,  siento un gran tirón en la pierna, como si me la arrancasen, y noto como la mano me arrastra pasando la puerta y empezando a subir hacia la parte alta. Mi cuerpo, tendido boca arriba, siente en la columna el dolor de la piedra, mientras mi cabeza golpea y choca con cada uno de los escalones de la pendiente. PLOM, PLOM, PLOM…

Al fin llegamos arriba. Sigo tendido en el suelo. Vuelvo a intentar gritar pero no me sale ni un hilo de voz. Miro al lado y veo a la mano negra sujetando el hacha de la cocina con la que se cortan los huesos para la comida. Con un golpe seco, la deja caer sobre mi cuello desnudo. SIento un crujido en las cervicales y un tibio calor líquido derramándose.

La mano se vuelve contra mi cara y siento las afiladas uñas en los pómulos y como un dedo roza mis labios. Me agarra del pelo y me sube hacia arriba. Veo mi cuerpo tendido en el suelo, decapitado., como San Juan. San Juan, ayúdame. Pero la mano balancea mi cabeza, adelante, atrás, frente a los escalones, derramando la sangre como si de una regadera se tratase. Y entonces me tira, hacia abajo, por los escalones.

PLOM, PLOM, PLOM… Mi cabeza choca, rueda, como si fuera una pesada bola de juego hasta que… ¡PLAM! se estrella contra la hoja cerrada de la puerta.

.

.

¡DANG!

¡Dios mío! ¿Qué ha pasado? ¿Qué hago tumbado en el suelo? ¿Me he caído de la cama? ¡Ah! Un sueño, todo ha sido un sueño, una maldita pesadilla, ¡Ja,ja,ja ! Uhhh, la mano negra, la mano negra… Ja,ja,ja…

PLOM, PLOM, PLOM… ¡PLAM!

No, los ruidos otra vez no. Todo ha sido un sueño, una pesadilla…

¿O una premonición? 

Desde  la cama se ve todavia la luna roja, y parece estar mirándome …

Etiquetas: relato corto

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