Por qué siempre te voy a extrañar y por qué eso no es malo

Por qué siempre te voy a extrañar y por qué eso no es malo

AngelQnc

30/11/2023

¿Cuánto tiempo pasó ya?, desde que nos desaparecimos el uno al otro. Desde que nos dejamos de hablar por mensajes.

Es confuso habernos agregado por mera casualidad, cuando no fuimos extraños, cuando nos encontrábamos en las esquinas contrarias del salón. Cuando hasta tenemos un trabajo en el que participamos los dos.

Yo supe que estuviste ahí, aún lo recuerdo, me senté en las jardineras con tres de mis amigos, platicando y riéndonos de todo. Entonces llegaste tú y sin decir ni una palabra te sentaste cerca de nosotros, como esperando a que (en aquel entonces) amigo en común te incluyera a la conversación.

¿Por qué me sigo acordando de todo como si yo aún tuviera 17 años?

Después de eso simplemente nos marchamos, nunca les pregunté a ellos si se sintieron como yo. Culpable, culpable de no hacer lo correcto por alguien que solo buscaba tener amigos.

Tiempo después te notaba, como alguien que siempre está en el fondo, y como alguien que te notó también fui testigo de tus ausencias. Eso pasó varias veces hasta que terminaron mis clases y ya no tuve más motivos para asistir a la escuela.

Entre ese ir y venir para el amor, encontrarme a mí mismo y perder una parte de mí te recordé. Te recordé como alguien que está limpiando su cuarto y en eso encuentra una caja con todos los recuerdos que le quedaron de días mejores.

Necesidad de arreglar lo que nunca estuvo roto, o tal vez una simple señal del destino, fue lo que me llevó a buscarte, a saber, más de esa persona que aún tan silenciosa parecía un libro que necesitaba ser leído, ser escuchado.

Fui yo el que se acercó a ti, el que habló y el que encontró en ti un espacio para su nostalgia, para todo eso que de niño nunca pudo expresar con su familia o sus amigos.

Nos conocimos a destiempo, lo que para muchos sería llegar tarde al trabajo, fue como si todo eso pudiese haber ocurrido en esas tortuosas horas libres. Pero no somos dueños del tiempo.

De esa amistad nació algo más, un gusto mutuo por el otro, o quién sabe, puede que eso siempre estuvo ahí, pero apenas lo noté. Te doy las gracias por hacerme salir de mi casa, por conocer lugares en los que no pensé que caminaría, por enseñarme cómo llegabas a tu escuela, dónde tomabas clase y en dónde comías.

Siempre entendí que para alguien como tú (o como yo era en el pasado) le parecía más sencillo comunicarse sin hablar frente a otra persona. Eso me hizo querer ser parte de tus hobbies.

Recuerdo y extraño el bonito cariño con el que nos dimos la mano por primera vez, sentir la delicadeza de tu piel un poco fría. La calidez de mis mejillas por caminar con alguien que me gustaba.

Nos detuvimos a esperar un camión y aún recuerdo ese miedo que me venció, ese miedo que me detuvo, de abrazarte ligeramente por la espalda, de mecerme poco en tus hombros. Algo de ese cariño que nunca me atreví a darte por el temor constante a un rechazo tuyo.

Me despedí de ti besando tu mejilla, algo que me alegro viniendo de alguien que siempre tuvo a cualquier contacto o afecto de otra persona desconocida como lo era yo.

Y después…

Y después nada…

Se acabó, desaparecimos el uno al otro por unas semanas, me di cuenta después de recordarte que, si no te buscaba yo, tú no lo hacías de vuelta. Y aun así me cegó el cariño y te seguí buscando, me convertí en alguien que se negó a darse cuenta de los hechos.

Esa fue la primera señal de que no iba a funcionar.

Pero algo sucedió, algo que nos detuvo a todos y paró al mundo por días, semanas, meses y años. Nos atracamos en nuestras casas frente a una gripa que se llevaba a los enfermos.

Nos preocupamos por familiares, por amigos cercanos y por nosotros. Eso mantuvo mi mente ocupada por meses y me hizo comprender que tu ausencia se debía a tu estado de salud, que constantemente te hacía faltar a clases.

Las cosas para el mundo se relajaron y eso abrió la oportunidad al ocio, al descanso después de preocuparnos por la marea alta. Fue entonces que decidí que era el momento de abrir los ojos o vivir con la venda en los ojos.

Ese momento se dio cuando saldría una película que tanto tú como yo deseábamos ver, la oportunidad de estar junto a ti recordando mi infancia me motivó a invitarte. Te negaste asegurando que interpondrías ante todo tu salud hasta que las cosas mejoraran.

Seguí entendiéndolo hasta que las dudas me surgieron, cuando sin quererlo ni forma de buscarlo llegó a mí algo que me hizo cambiar mi estado anímico. Cuando vi que en un grupo en redes sociales tu hermano aseguraba tener dos boletos mencionando que iría contigo.

¿Por qué no fuiste sincera? Fue lo primero que me molestó, lo que no soportaría de alguien que conozco hacía ya mucho tiempo. Alguien que poco a poco comenzó a parecer ajeno a quien conocí.

Comenzaste a evitar los mensajes más y más. Más dudas comenzaron a surgir, cuando me juraste que te gustaba y ya no parecía así. Cuando noté que tus publicaciones dejaron de aparecer. Me evitaste en toda regla, pero sin decir ni una sola palabra hacia mí.

Me quebré finalmente el día en el que, otra vez sin buscarlo, apareció una publicación de, al parecer, alguien enamorado de ti. Fue entonces que me di por vencido.

En el que acumular estos sentimientos por años detonaron en un mensaje hacia ti, en el que me enojé y demostré mis inseguridades hacia ti. Si lo leíste o no, dejó ser mi problema.

Aun así, algo de lo poco cuerdo que quedó de mí intentó dejarte algo, aseguraba estar por lo menos en amistad, si es que querías dirigirte hacia mí, buscando como yo te buscaba.

Pasó mucho tiempo, ya quiero olvidar.

Nunca volviste, por cierto, me doliste y hasta el día de hoy te recuerdo, no sé si con dolor o solo es la nostalgia una vez más haciendo de las suyas.

Sigue ahí algo de cariño, por esa persona que me escuchó en mis desvaríos, con quien fui niño otra vez recordando lo que veía por la televisión. Sin estar ahí, ahora formas parte de esos recuerdos.

No sé si algún día te volveré a ver o a hablar contigo, como en esas escenas románticas que tanto me desagradan. Por lo poco que sé de ti lograste lo que querías estudiar.

Me alegro porque todo lo que me dijiste al parecer se cumplió y ojalá todos los sueños que compartiste conmigo lleguen. Que puedas viajar a un lugar más tranquilo para ti, que visites esos lugares de los que me hablaste.

Es bueno recordar, a lo mejor yo no signifiqué tanto para ti como tú si lo hiciste para mí. Pero me hiciste apreciar mi infancia, a no tenerle miedo a mostrar lo que me hizo feliz por más pequeño que haya sido. Superé mi miedo a hacer las cosas, a que no vuelva a suceder, a mostrar como quiero a los demás.

En fin, despido esta carta que no va a ningún lugar y que no tiene fecha para ser entregada.

Para Yoali,

Con cariño, Angel.

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