Segunda carta

Lo que escribí en una hoja con manchas azules.

Hace un rato estaba viendo la televisión, sin observarla ni prestarle atención; me encontraba en el sofá viéndola, pero no estaba allí. Dentro de mi mente me encontraba recostada a tu lado. Y te sentí más cerca. Sentí tu rostro más cálido… real. Tus labios y tus pecas. El bello iris de tus ojos. Mi mirada divagó por tu cuerpo. Cerraste los ojos y me detuve ahí, en tus párpados. Delgados y pálidos. Suaves.
Regreso de mis pensamientos a mi presente, y voy a mí habitación. Tomo esta hoja y una pluma. Necesito escribirlo para que lo leas. Para que lo sepas…
Tengo deseos de probar tu carne. Por sentir tu sangre deslizándose por mi garganta y lamer tus ojos; dos caramelos salados. Quiero comerme tus párpados como si fueran nata de leche.
Tú me obsesionas, ¿me dejarás hacerte esto y más?
En lo grotesco está lo sublime. Y en lo sublime, la belleza.
Porque sé que si destrozara tu cuerpo con mis manos, seguirías siendo el ser más bello de este mundo.
La imperfección es hermosa. Perfecta, deliciosa.
 Lo puedo sentir, lo puedo ver y saborear… gracias a ti. Soy imperfecta y eso lo provocas tú, con tu sonrisa y tu diastema.

¿Ya te había dicho que te anhelo tanto?

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