Miras tú presente
buscando tu pasado
y te preguntas tristemente
¿por qué ha llovido tanto?
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Piensas en quererte
y sueltas en el llanto
y le preguntas a la muerte:
¿por qué ha llovido tanto?
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Los surcos de tu rostro
se bañan con tu canto
y cierras bien los ojos
porque ha llovido tanto.
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Te tocas el cabello
contando tus pecados;
¡no pienses más en ellos
que ahora ya están blancos!
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La risa se te viene
con los ojos mojados
y repites en la mente
¿por qué sigo llorando?
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Finges en no verte
mordiéndote los labios
y observas en la frente
los errores del pasado.
_
Te levantas de la cama
ya casi por inercia
y de reojo te hablas
vituperando tu silueta.
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Pesadas tus rodillas,
cansadas ya tus manos,
reclamas a la vida
por lo que no has logrado.
_
Siniestras frustraciones
caminan por tu alma,
y tu rostro bien caído
no te consuela en nada.
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Tus dedos te dibujan
las huellas de tus años.
Recuerdos que te angustian.
El cielo está nublado.
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Pero un día ya te miras
mirándote prudente,
y caen tus mentiras;
comienzas a quererte.
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Y dices a la vida
que vuelves a nacer,
que ya no estás perdida,
que vales más que ayer.
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Tú rostro es la alfombra
que recibe las semillas;
tus ojos ya no lloran
florecieron tus mejillas.
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Y miras para afuera
porque ha salido el sol,
y un rayo te despierta,
la angustia ya pasó.
_
Comienzas nuevamente
muy contenta a caminar,
caminas al poniente,
caminas sobre el mar.
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