Casi puedo sentir el hielo colarse entre las paredes. Las piezas están por unirse, y la evidencia es clara, hace de este encuentro un momento casi predecible. 

Los ojos que miran a través de la ventana no vacilan ni por un segundo. Se abre aquella puerta azul, silenciosa como el deseo de quien está del otro lado. 

Con cada paso que da, mis latidos se hunden en la base de mi garganta. El viento que entra por la puerta entre abierta me abraza como un gran manto de seda y me estremece al tacto. 

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