Los números del destino

Los números del destino

Nina Haus

06/09/2023

   Charo era una maníaca de los números. Estaba convencida de que la perseguían para influir en su destino. Consciente de su enfermiza ofuscación, normalmente intentaba poner freno a sus deducciones cabalísticas, pero las cifras la asaltaban allá donde mirara. Oteaba una matrícula, una fecha o un número de albarán y se ponían en marcha los engranajes de su obsesión.

  Y es que, en cierto modo, los números realmente habían intervenido en su vida. Era la cuarta hija. Por una parte, eso la había llevado a compartir mucho. Por otra, la había destinado a ser la elegida por su abuela, matriarca de un gran clan de malhechores, para cambiar el rumbo de su familia. La última nieta limpiaría el honor de los García, atraería al buen karma y de paso tendría buenos contactos en el cuerpo. Porque ahí la había llevado el orden de su nacimiento. Charo era policía nacional.

  A pesar de todo ese corsé de complicada predestinación, la vida le sonreía. Hacía un mes que la habían ascendido a inspectora jefe. Además, su relación amorosa estaba asentándose y no tenía problemas en ningún ámbito.

  Pero esa tremenda sensación de bienestar y calma acabó inquietándola y eso, finalmente, despertó sus bucles obsesivos. Quería saber cuánto duraría su felicidad, estaba segura de que también ese dato estaría decidido de antemano en su vida. Empezó con cábalas y análisis numerológicos a escondidas, pero no acababa de encontrar la paz. Después de una semana de falta de sueño, acabó en una web de predicción del día de su muerte.

“Morirás el 7, a las 7, en manos de 7”, fue el críptico mensaje que recibió.

  El siete nunca le había gustado, pero a partir de ese momento le cogió pavor. Los 3 días que faltaban para que llegara el 7 de marzo se los pasó atemorizada y cuando llegó, no fue a trabajar. A las siete de la mañana estaba sola en su casa, encerrada en el baño, sentada en el suelo y envuelta en mantas. Había desconectado la luz y cerrado la llave del gas. No pasó nada, pero empezó a prepararse para la tarde.

  Poco antes de las siete, empezó a sentir una tremenda asfixia. Todo en casa le parecía amenazante, cada objeto, cada rincón podía ser su sentencia de muerte. En el último momento, decidió buscar un lugar más despejado, presa de un impulso de salvación. Cuando faltaba un minuto para la hora en punto, salió corriendo al rellano de la escalera. 

  Allí, en medio de las sombras, encontró una cara inquietante mirándola con rabia. Su cerebro tardó unos segundos en reconocerla y justo en ese instante sonó la campana de la iglesia empezando a tocar las siete en punto. Aquella mujer era la vecina de arriba y vivía en el séptimo piso. 

  Lo vió claro y nítido, iba a morir. Para evitarlo, la tiró por el hueco de la escalera. La vecina murió desnucada por la caída.

  Charo, a pesar de vivir en el edificio, fue nombrada inspectora del caso.

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