A UN CENTENAR DE KILÓMETROS

A UN CENTENAR DE KILÓMETROS

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06/09/2023

Caí a la tierra, dentro de una marea de aire cálido y fuego. Pronto me encontré sola en el pequeño cráter que el impacto de mi nave dejó, alrededor de un frondoso bosque, oscuro y frío.

Miré hacia arriba, podía ver a grandes distancias, pero no había nada más que los reflejos de las millones de estrellas que morían y nacían a un centenar de kilómetros de distancia.

Empecé a caminar a los adentros de a la arboleda, buscando materiales que me ayudaran a reparar mi barca sideral, no tardé mucho en descubrir que estaba en el tercer planeta; el sol empezaba a ocultarse.

Me conmocioné al descubrir seres vivos de todos los colores y tamaños, unos voladores y otros rastreros.  Quedé anonadada cuando vi una mujer joven de pelaje negro y largo emanando únicamente de su cabeza, no tenía las orejas puntiagudas ni sus ojos eran total mente negros, a diferencian de los míos, sus ojos eran más verdes y venían acompañados de una piel blanquísima, sin embargo, parecía normal, a pesar de su inverosímil aspecto, era una mujer bien parecida y… atractiva.

Su glauca mirada atisbo a mi dirección y me refugié entre le hierba, afortunadamente mi piel azulada se camuflaba en el paisaje.

Fueron horas y luego semanas, tiré puertas, rompí ventanas, grité al aire y susurré en su oido, pero ella no me veía, no me escuchaba, no me sentía.

Nunca pude armar mi nave de nuevo pero, creo que aunque lo hubiese logrado, no habría dejado ese lugar; pasaban los meses, vi a la mujer crecer y envejecer, me enamoré del verde y de la vida reflejada en sus aceitunados ojos.

Finalmente, ella murió y yo me quedé, pasmada, contemplando junto a los viejos árboles la evolución del tercer planeta, siendo una Marciana entre los seres humanos.

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