LA OVEJA EN PIEL DE LOBO

LA OVEJA EN PIEL DE LOBO

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02/09/2023

Desperté recostado en un catre, por mi mente pasaron los últimos recuerdos que tuve antes de desistir, un hombre un poco mayor que yo me interceptó por la noche en la entrada de mi casa. Abrí mis ojos lo más que pude, estaba en un sótano. No pude gritar, pues tenía la boca cubierta con cinta, sentí mis extremidades atadas por un mecate, una punzada de dolor me recorrió el cuerpo cuando intenté moverme, una de mis piernas estaba rota. Sollozaba mientras intentaba liberarme, pero fue inútil.

Al poco tiempo escuché pisadas que bajaban una escalera y la puerta de la habitación se abrió, era el mismo viejo que me había arrastrado hasta ese lugar. Fijaba sus ojos vacíos a mi cuerpo semidesnudo y atado. En una de sus manos tenía una caja de herramientas.

No podía hacer nada más que ver cuando él se acercó a mí.

El viejo se dedicó a torturarme, se tomó su tiempo, empezó adormeciendo mi cuerpo a golpes, magullando mi piel, como si de un puré de papa se tratara, utilizo primero un martillo, golpeando fuertemente mis piernas y pies, rompió mis tobillos, sentí cómo cada uno de los tendones se separaba y crujía a cada impacto, por poco me desmayaba, pero temía cerrar los ojos y jamás volver a despertar, a partir de ese momento, para mí todo estaba envuelto en penumbra.

Sentí como clavaba tornillos en mis pies y manos, quedé crucificado. 

Pasó un poco de tiempo y el viejo sacó una muñeca de la caja, parecía una muñeca con la cual un infante podría encariñarse al instante, con un cabello largo y un colorido vestido. El viejo la degolló y se acercó a mi rostro.

Primero, con una mano abrió mi ojo, tomó los párpados y los expandió a más no poder, lo dejó así unos minutos y después, con algo parecido a una cuchara, extirpó todo lo ahí yacía, pude sentir el frío metal dentro de mi parpado. 

Pude ver por un momento cómo tomaba mi ojo y lo guardaba en un frasco, después, tomó la cabeza de la muñeca y la insertó en mi cavidad ocular con precisión quirúrgica.

Con un incesante dolor en rostro, mi boca fue liberada y maldije al viejo débilmente en cuanto pude hablar. Tomó mi rostro por la mandíbula y la abrió mirándola en profundidad. Después, con unas pinzas de punta, tomo mi lengua, sacándola y exponiéndola a la humedad de la habitación. La apretó y jugó con ella hasta que sangrara, no la cortó del todo.

Siguió haciendo espacio entre mis carnes para meter una parte distinta de la muñeca en las diversas hendiduras sangrantes de mi cuerpo.

Lo curioso es que mientras lo hacía, no parecía disfrutarlo, parecía triste, o tal vez rencoroso, no duré mucho más y terminé desfalleciendo.

Una vez recobré mis sentidos, o al menos lo que quedaba de ellos, una luz blanca me iluminó.

Había otras dos personas en el lugar, ambas de blanco y con cubrebocas. Sentí como el nudo de mi estómago se aflojaba, sacaron la cabeza de muñeca, el ardor era insoportable, ambos parecían estupefactos, trataron mis heridas, sacaban cada uno de los clavos de mi cuerpo, podía sentir como salía la sangre junto con los cuerpos metálicos que me habían clavado.

Al fin habían terminado, me habían vendado y desinfectado, pero, algo no estaba bien. 

Pasaron minutos y no volví a ver a ningún doctor o enfermera, el dolor seguía siendo pulsante y puntual, abrí lo más que pude el ojo sano, y lo que vi me dejó horrorizado. Ahí estaba el viejo, parado al lado de la puerta. Analice mi alrededor con el corazón desesperado golpeteando mi pecho y apreté los dientes, me di cuenta de que en realidad no estaba en un hospital. 

Pude distinguir en la pared de habitación las fotos de una niña que sostenía la misma muñeca que el viejo había usado, vi entrar a las personas que me habían atendido, un hombre y una mujer, esta vez sin cubrebocas, no tardé mucho en reconocerlos.

Pude ver por un momento el futuro que me aguardaba. El futuro al que yo me había condenado al robar la inocencia de esa niña, y de muchos otros infantes en el pasado.

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