Prólogo: El tren de la vida
Las ruedas de metal comienzan a chirriar al chocar con las frías vías metálicas, y…
…un día el tren simplemente comienza a moverse sin tu consentimiento y te convierte en el maquinista. Así por mandato unánime eres responsable de este.
Sin poder decir que no, de cualquier forma o manera recibes asesoramiento por aquellos a los que llamarás padres. Pero conforme pasa el tiempo ellos se eximen de culpa, alegando demencia de uso de razón del maquinista y dejan atrás un trabajo truncado. Un trabajo que nadie sabe cómo se debe hacer.
Por un tiempo solo tienes que seguir las vías y frenar en las curvas tal y como dice el manual verbal, audiovisual y en algunas ocasiones grabadas al palpar de colores tan hermosos como el verde que solo deberían poseer las plantas y el morado tan o más oscuro que la lavanda.
Vas de parada en parada recogiendo pasajeros, unos más incordios que otros, y otros más frecuentes que algunos.
Cada vagón es un capítulo más de recuerdos que se van acumulando uno tras otro de estación en estación. A pesar de todo lo bueno que hay, así y todo, los que ocupan más espacio son los que hacen más ruido con sus constantes chirridos, instándote a que les des mantenimiento a esos vagones llenos de color latón fangoso.
Otro día cualquiera las vías comienzan a tener curvas más frecuentemente, pero solo tienes que seguir el manual, uno antiguo y sin contraportada, un manual obsoleto. Las curvas se cierran más y más.
Escribe tu propio manual, lenta y apasionada o rápida y desinteresada, cual sea la forma descarrilaras, pero el tren seguirá, aunque no queramos ni podamos más. Seguirá adelante más allá del hartazgo.
¿Llegará a algún lado? ¿Para dónde va?
Hummmmm… ¿Qué estoy haciendo?
Son solo algunas de las preguntas que puede que jamás respondas.
Capítulo 1: El día que el tren comenzó a moverse
Esta obra de ficción, léela si crees que serás capaz de creer desde el fondo de tu corazón que la magia no existe, caso contrario, ya sabrás que todo lo qué veréis es solo un esbozo del futuro, así es, solo un vistazo, así qué no sigas leyendo si no eres de los qué te gustan los spoilers.
***
—Una vez más como muchas otras, un tren recorre las vías de acero inerte y oxidado por el tiempo. Un tiempo que hace rechinar la realidad que comienza a enredarse y el mundo se aleja cada vez más de mi ideal. Esta vez también he fallado y queda poco tiempo hasta que todo vuelva a comenzar…quizás en la siguiente encontraré “la pieza que falta”—decía una pequeña chica con voz ominosa, en algún lugar oscuro y vacío, mientras aguantaba el mordaz dolor de las lágrimas que alguien había cargado sobre ella—¿cuánto más falta para verte?
Era una chica que parecía haber preparado todo lo que debía de suceder, pero una vez más como muchas otras ha fallado en su cometido y con el tren a punto de descarrilarse, se dispuso a huir para no quedar atrapada en lo que ocasionó un egoísmo, sino solo de ella. Se retira, para volver a colocar todo a su gusto.
La chica podría describirse como hermosa y horripilante, brillante y opaca, bondadosa o perversa u tal vez desinteresada, cruel, pero justa, omnipotente, pero débil. Sin embargo, una sola palabra la describe mejor: Dios.
Aquella pequeña chica que no se asemejaba ni a una niña ni a una adulta desapareció del cielo nocturno, un cielo sin rastros de estrellas o luna, un cielo vacío, el cual antes iluminaba a la que hace solo unos días se le solía llamar la quinta ciudad más grande del mundo.
***
El Conglomerado Multirregional (COM), más conocida por ser la quinta ciudad más grande del mundo y por sus grandes y complejas líneas de tren que la atraviesan.
Estaba ubicada en Perú-América-Planeta tierra. Un mundo donde reina las leyes de lo normal. Un mundo donde no existen cosas como la magia o los hechiceros y si llegaras a escuchar de ellos, posiblemente sean puros charlatanes avivando las llamas de la superstición.
Un mundo donde las criaturas de fantasía se quedan en los cuentos de hadas y en las páginas web de conspiranoicos.
Sí, en un mundo totalmente normal, el 1 de enero del año 2050 a las 9:00 pm, unos 10 transeúntes desde distintos lugares no más alejados de 1000 metros del lugar de los hechos, afirmaron ver elevándose desde el hospital Cruz del Sur, un dragón oriental, para luego surcar el cielo, y meneando su cuerpo como una serpiente se escondió tras las nubes.
Sin embargo, este incidente comenzaría a desarrollarse desde más temprano a las 6:00 am del mismo día.
La luz azul de la mañana se cernía sobre la quinta ciudad más grande del mundo, COM.
A unas diez cuadras del mar, se encontraba el 6173 del Jr. Abulia, una torre de departamentos de unos 20 pisos, contando cada departamento con la capacidad de albergar a 4 personas.
Un sábado nublado y lleno de neblina, en el departamento 406, un joven de cabello negro abúndate y que parecía desgastado, una piel clara propia de los climas fríos y ojos marrones de los más comunes que existen. Aún se aferraba a su cama, debido a que decidió esperar cinco minutos más, para no ser golpeado por la fría brisa matutina.
Este joven se llamaba Jack, un estudiante de último año de secundaria, ni muy flaco, ni muy ancho, ni muy esbelto era como él se describía.
Este era un chico como cualquier otro que dejaba los deberes para el último día, uno que colocaba un despertador cada cinco minutos por si se dormía. Un chico normal que le tenía miedo a los borrachos que se encontraba por la calle, aun mas siendo pasadas las 6 de la tarde. Un chico que se salvó de algún asalto, tal vez, debido a sus prejuicios.
Nadie, ni siquiera él mismo sería capaz de imaginarlo como un criminal, pues era un cobarde de corazón.
*¡Tuuuuuutuuuuuuuut! *
*¡Tuuuuuutuuuuuuuut! *
Sin embargo, abriría los ojos de par a par y daría un salto de la cama cuando escucho el eco de la bocina del tren resonar en sus oídos.
Las vías del tren estaban a unas dos cuadras y la estación a unas tres, así que la bocina que el maquinista hacía sonar todas las mañanas era un segundo despertador, que Jack no podía apagar ni en un feriado.
Con mucha rapidez se cambió la ropa de dormir con un conjunto de buzo negro con blanco y unas zapatillas del mismo color.
Agarró su mochila de la sala y se dispuso a salir, pero volvió corriendo a su cuarto tras olvidar las llaves, cerró la puerta con apuro y bajó corriendo por las escaleras de emergencia, grada por grada.
Salió del edificio corriendo, a la vez que evitaba los charcos de agua reflejando el cielo gris, mientras se le congelaba la cara recién enjuagada.
Un par de minutos después pudo divisar la estación, una caseta rectangular hecha de vidrio transparente y recubierta en las esquinas con metal pintado de color azul, pero a pesar de su transparencia, poco se veía a la gente de dentro, debido a la redecoración de posters publicitarios y grafitis.
Sin embargo, algo se salvó, una pantalla encima de la puerta que decía en letras grandes Estación Miramar, debajo en letras más pequeñas Plataforma baja: anden 1. Y debajo en letras aún más pequeñas Municipalidad de COM.
Una vez frente a la estación y en fila para entrar, Jack comenzaría a buscar algo que claramente no había traído. Su mano comenzó a hurgar con agresividad en cada rincón de su gran mochila, la faltante pieza de plástico que servía de identificación.
—¿Dónde está? maldición, siempre la dejo en la mochila—decía para sí mismo mientras sudaba en frío, por las miradas plantadas en su espalda como unos alfileres queriendo abrirse paso.
En lo que seguía buscando algo que solo aparecería con magia. Su celular comenzó a vibrar, así que se retiró de la fila, disculpándose con una reverencia que apenas notarías.
—¿Y ahora? —refunfuño, debido a la somnolencia mañanera mientras sacaba el celular del bolsillo de su pantalón—¿Hola?
—Hola Jack ¿ya te levantaste? — expulsó con fuerza la bocina del teléfono al oído de Jack, como un golpe a su corazón que hizo que su piel clara se palideciera.
—Ah, hola mamá—respondió Jack corrigiendo su mala actitud —Sí, ya estoy en la estación.
—¿Qué? ¿por qué tan temprano? —dijo su madre extrañada—pensé que las visitas del hospital comenzaban a las nueve.
—Ah—dejo salir Jack, acordándose de algo que sacudió su cabeza e hizo que se le quitará todo rastro de somnolencia, así al mismo tiempo borrando sus expresiones. Sin embargo, no era porque se había dado cuenta de que sus clases en la academia de verano comenzaban en dos días.
—Sí, es que iba a pasar a comprarle algo, estuve demasiado ocupado y no le pude dar ningún regalo de cumpleaños—dijo Jack con cara neutra y forzando serenidad en cada palabra, contando una vez más una mentira a su madre, como si fuera lo más normal del mundo, como una costumbre muy arraigada.
—Bien, entonces te mandaré unos créditos para que le des algo de mi parte—dijo animosa.
—Ah, sí, claro, allí veré que compro.
—Bien, chau, chau.
—Chau, chau.
Jack cortó la llamada y soltó un pequeño suspiro «¿y si le digo que me llamaron por algún informe que se tiene que corregir? …idiota, ni siquiera tengo clases todavía» pensaba Jack, buscando alguna excusa para no ir al hospital a visitar a aquella persona, pero la culpa no le dejaba pensar en algo mejor.
Una vez más de vuelta en la estación, pero esta vez con la identificación, Jack subió al vagón con apenas seis pasajeros, contándole a él.
Se sentó en un asiento al lado de la ventana para ver el paisaje, pero la neblina no era ninguna organización benéfica, por lo que como si fuera castigo divino solo le hacía ver la cara de una persona qué odia, vio un esbozo de su reflejo en el vidrio empañado, junto con las pequeñas gotas de agua que ahora se dirigían a la izquierda, debido a la gran velocidad del tren.
A pesar de que el verano estaba cerca, ese día todavía estaba cubierto de un frío que se filtraba en los huesos.
Era una mañana fría, como aquel día que se recargaba en los hombros de Jack cada que aquella persona sufría. Años atrás, Jack dijo algo de lo que se arrepiente hasta el día de hoy, pero un tonto orgullo le impide retractase, pues de alguna forma seguía creyendo que sus palabras no estaban equivocadas.
De pronto las gotas de agua en la ventana comenzaron a caer en diagonal hacia la izquierda, pues el tren ahora subía una cuesta de 45 grados. Así era COM, una ciudad donde podías ver trenes subiendo y bajan hasta en perfecto vertical, sin desacelerar, a no ser que llegaran a su respectiva estación.
Sin prestar atención al exterior, Jack sacó su teléfono, abrió un chat y vio el último mensaje que envió esa persona, Gracias por todo, un mensaje enviado hace dos días a las 11:00 pm, un mensaje que Jack planeo contestar ayer en la mañana, pero que hasta ahora no había contestado.
—Pronto llegaremos a la estación Cruz del sur, favor de prestar atención— Llamó una voz desde los altavoces del tren.
«Mierda, no me quiero bajar» pensaba Jack temeroso de la confrontación, mientras se levantaba de su asiento.
—Estación Cruz del sur, Estación Cruz del sur, Estación Cruz del sur.
Jack se acercó a la puerta, para ver cómo se abría dejando escapar el calor confortable en un resoplido hacia el exterior. Pero cuando se abrió completamente, Jack se topó con una persona que bloqueaba su paso.
Una chica con la piel más pálida que haya visto, una chica uno o dos años menor que él lo miraba directamente a los ojos desde una cabeza abajo.
Una confrontación del ordinario color marrón contra unos ojos verdes como el jade, un color encandilador a tal punto que podría tragarte. Además del color poco común de sus ojos, también tenía un cabello gris plata amarrado en una coleta en su nuca, el cual ondeaba como una bandera con la brisa mañanera.
La chica desprendía un extraño olor, no era agradable, pero tampoco desagradable, era indescriptiblemente parecido a pólvora con un toque de limón.
A pesar de que parecía más joven que Jack, se veía como una oficinista al vestir un traje negro con una blusa blanca y tacones bajos. Un conjunto que desencajaba por completo con su persona.
Jack se apartó a la izquierda y ella también, así que Jack se hizo para el otro lado y ella también. Ambos se miraban con desagrado, pero trataban de dibujar una sonrisa en sus rostros.
Entonces la chica que parecía tener prisa, cargó a Jack por las axilas y lo colocó fuera del tren, para luego entrar con apuro para ganar un asiento al lado de la ventana.
«¿Quéééééééé?…………¿Qué rayos come esa niña?» pensó Jack (cambiando la forma de dirigirse a ella como “joven” a pasar a llamarla “niña” tras verla impedir qué le ganen el asiento), mientras mantenía la compostura de su cara, tras haber visto a una chica de unos 160 cm y de brazos finos cargarlo como si nada.
«Maldición, ni siquiera yo me puedo levantarme a mi mismo» pensó tristemente al recordar que no podía hacer ni una dominada.
«Debería comenzar a hacer ejercicio…Sí, mañana saldré a correr» pensaba con los ánimos bajos, a la vez qué caminaba a una tienda de frutas, demorando su llegada lo más posible al hospital.
Una vez en el hospital, lleno del olor de fármacos y gérmenes de personas extrañas, un tímido Jack preguntó por la habitación a la que se tenía que dirigir.
Luego, de pronto se encontraba con un largo pasillo lleno puertas celestes, que se extendía ante sus ojos. Su destino, la puerta al final del pasillo, al lado de la única ventana que daba un haz de luz a la lúgubre iluminación.
*Plac*
*Plac*
*Plac*
Cada paso que daba lo podía escuchar fuerte y claro al rozar su planta con la mayólica blanca, pasos vacilantes hacían que su respiración fuera pesada, quería dar la vuelta y marcharse a casa. Pero no podía seguir huyendo, así que con toda su determinación se detuvo en frente de la habitación correspondiente y…
—Ufffff—Jack inhalo con fuerza y abrió la puerta, para encontrarse con Fernando (Fer), su mejor y probablemente único amigo.
Vio a su amigo durmiendo en una camilla blanca y rodeado de máquinas que no estaba usando, mientras el viento ondeaba las cortinas de la ventana abierta en toda su totalidad.
Vio a ese chico de piel clara, pero ligeramente bronceada. De un cabello negro y desordenado que brotaba en forma de pinchos desde su cabeza y a diferencia de Jack, aunque ahora no los podía ver, poseía unos ojos de marrón ordinario que por alguna razón eran deslumbrantes.
El corazón de Jack bajó la marcha y se llenó de alivio por no haberlo encontrado despierto, por lo que ahora con los pasos aligerados se acercó a la ventana corrediza y la cerró.
Dejó la bolsa de frutas en la mesa y comenzó a mirar la habitación, en una busca desesperada de algo que ver, que no fuera Fer, así terminó leyendo la etiqueta del suero que estaba conectado al brazo de su amigo.
—Oye Fer ¿estás despierto? —dijo Jack, comprobando por alguna broma.
Pero Fer no respondía.
Aquel Fernando postrado en cama, era él mismo qué llevó a Jack fuera de su casa a las 9 pm, una hora más tarde del toque de queda para los estudiantes.
Aquel amigo postrado en cama, era el mismo que los hizo probablemente culpables de algún crimen menor (vandalismo) en los muros de la ciudad. El mismo que hizo de Jack, una persona recta que antes no soportaría verlos comer en clases, ahora se preguntará si realmente era su amigo.
***
La puerta de la habitación de Fer se abrió dejando entrar un ligero olor a chicle y con el entraron dos personas de piel ligeramente morena, ojos rasgados, ambos de cabello negro intenso y lacio que les llegaba a los hombros.
Uno era una chica de ojos castaños que vestía un gran y holgado buzo gris y la otra persona era chico de la misma estatura que ella, pero con ojos grises casi tan oscuros como el negro, el cual vestía un buzo gris muy similar al de la chica.
—¿Por qué pareciera que se pusieron lo primero que encontraron? —dijo Jack con cara larga.
—Porque no me cambié desde anoche—dijo la chica, enojada—salí de mi casa a la hora que llamaste.
Las afirmaciones de la chica eran confirmadas con el cabeceo somnoliento del chico que estaba a su lado.
—Perdón, me olvidé que tenía que avisarles, hasta que mi mamá me lo recordó en la mañana—dijo Jack sin rastro de culpa en su rostro — pero ya están aqu…
— Cof, cof, cof cof cof ¡coooof! — De repente se escuchó una tos que fue intensificando junto con el revuelo en la camilla.
Fer comenzó a toser tan fuerte que de un de repente tiño las sábanas blancas del rojo de un tomate.
Jack lo miró, quedándose inmóvil por unos segundos, luego miró la puerta, pero no pudo correr.
Las miradas de todos se encontraron y la chica de cabello negro se dio la vuelta.
—Alguien—dijo con voz ahogada mientras sus labios temblaban y sus ojos crispaban de pánico, pero nadie la pudo escuchar.
—Pft—se escuchó provenir de dos bocas distintas al unísono.
—Jajajajjajajajajajaja, ay cof, cof cof, pásaaameee el agua…agh—dijo una suave voz familiar detrás de la chica, mientras intentaba tragar lo que sea con lo que se haya atorado.
***
—Que violenta eres ¿no sabes que no deberías de golpear a un paciente hospitalizado? —dijo Jack remangándose la casaca—¡ah! mira, sí que me dejaste un brazo verde.
—Tú no eres ningún paciente y si no quiere golpes en los brazos entonces no te defiendas, así pueden estar en tu cara—dijo Fuka, mientras meneaba la cabeza y ocultaba su cara roja con su liso y brillante cabello negro.
Ninguno alzó la voz más de lo necesario, tal vez al darse cuenta de donde estaban, o tal vez al ser precavidos del porqué estaban en el hospital.
—Jajaja, perdón, es que creía que sería algo divertido—dijo Fer con una sonrisa deslumbrante mientras se sobaba la nuca intentando sosegar el escozor del golpe, a la vez que se limpiaba el kétchup de la boca con una servilleta.
—El imbécil me hizo lo mismo luego de que llegué—dijo Jack, esperando que Fuka lo comprendiera.
—Es cierto, pero este idiota intento matarme con una almohada ¿puedes creerlo? —dijo Fer, acusando cobardemente a Jack con Fuka.
Pero ella solo los miro con desprecio, como si los hubiera encontrado viendo videos sucios.
—Me voy a casa—pronunció Fuka cortantemente y se dio la vuelta bruscamente—imposible, muri, muri, muri, fukanō, y yo que me preocupe por ti—refunfuñaba, mientras desapareció tras la puerta, arrastrando a su gemelo, quien todavía seguía en shock por ver a alguien escupir sangre.
Los gemelos Toshi Fuka y Kano, eran nietos de japoneses qué emigraron a COM hace mucho.
Mientras que la hermana podía llegar a ser violenta y temperamental, pero tímida para hablar con desconocidos. Por otro lado, el hermano menor era callado, pero sorprendentemente versátil al usar las palabras, sin embargo, demasiado miedoso para ver cosas sobrenaturales, heridas y sangre.
Se decía que nunca se separaban, con excepción del salón de clases al sentarse lejos, pero Jack no se atrevió a preguntar si cuando iban al baño. Además, rondaba el rumor de que uno podía sentir lo que el otro, por ello estaban juntos para protegerse el uno al otro.
—Ay, si se enfadó, discúlpate luego o no nos dirigirá la palabra en una semana—dijo Fer mientras sudaba en frío, por hacer enojar a su mejor amiga.
—¿Yo? ¿por qué? si ni siquiera hablamos si no estás tú… ¿me preguntó si se da cuenta que se le sale el japones cuando se altera? — dijo Jack mientras hurgaba en la bolsa de frutas que trajo, para sacar un envase cuadrado de plástico que cabía en su palma, el cual contenía unas uvas verdes.
—No sé si dé cuenta al instante, pero es algo que le pasa desde hace mucho…—explicó Fer haciendo una pausa que los encerró en un silencio sofocante—… ¿sabes si Sandra vendrá?
—Me dijo que vendría
—Ya veo—pronunció Fer con una ligera sonrisa llena de vergüenza o tal vez decepción de sí mismo.
Sandra, la novia de Fer, con la que Jack poca o ninguna interacción tenía, también vendría después de una noticia como esta. Pero Jack no se atrevió a preguntar si fue para tráela que hizo esto.
—…Oye Jack…—dijo Fer con una voz temerosa y bajando la cabeza.
—¿Qué pasa? — respondió Jack fingiendo desinterés, pero siendo precavido.
—… si tuvieras alguna habilidad, digo más bien, si tuvieras magia…no…—hizo una pausa y respiró hondo—¿alguna vez quisiste hacer algo tan malo que pudiera terminar dañando a todos los que conoces, pero luego te arrepentiste de no hacerlo?
—… ¿No te había dicho que para mí no existe bueno ni malo? …—explicó Jack mientras dejaba caer par de uvas en su boca— …al mmmgh final, siempre dañaras a alguien con tus acciones ¿no conoces el efecto mariposa?
—Aaaa aaaa aaa ¡A! —pronunció Fer haciendo vibrar su garganta con una mueca de decepción—pensé que me darías una mejor respuesta que la de un niño mimado y egoísta ¿acaso te sientes inteligente diciendo eso?
—Bastante inteligente—proclamó Jack con cara presuntuosa, mientras se terminaba lo que quedaban de las uvas y se alejaba de la camilla para evitar que Fer se las quitara.
—Jojo, entonces ¿crees que podamos usar la habilidad con la que le mientes a tu madre para negociar con la mafia? —dijo Fer con una sonrisa maquiavélica, burlándose de la única habilidad de Jack—ya que eres tan inteligente~
—Hgm…aun si fuera el dios de la mentiras, nos matarían en menos de una semana—respondió Jack, mientras se dirigía a la puerta, aliviado, por poder escapar de ahí—magia…te dije que vieras anime, pero no debes exagerar ¿sabes? …voy al baño— termino de decir mientras desapareció tras la puerta.
—Chiiiii, aburrido—dijo Fer asemejando su boca al pico de un pato, junto con su típica actitud quejumbrosa.
Ambos, aliviados de poder dejar el tema del porqué estaban en el hospital, exhalaron fuertemente. Usando bromas para escudarse de aquello en lo que no querían pensar.
—Aaaaaa, ya sé porque somos amigos Jack…tanto tu como yo somos unos cobardes, …pero me odio por no arrepentirme de eso—dijo Fer mientras miraba sus muñecas llenas de cicatrices, en concreto una de color rojizo con algunos hilos sosteniendo los pliegues de piel, una herida que hacía deslumbrar su frescura con su color granate.
—Buenos días, Fernando de la Cruz ¿verdad? —dijo una enfermera desde la puerta.
—Sí—respondió Fernando (Fer).
—Tendremos que sedarte para comenzar la operación ¿está bien si comenzamos? —dijo la enfermera, a la vez qué cerraba la puerta.
—Si.
***
Jack tenía los ojos en blanco mientras descansaba sus posaderas el retrete.
—Mierda, este estaba calientito—dijo mientras retorcía su rostro de asco.
«Maldición ¡¿Qué haces Jack?! ¿dijo magia? tu único amigo está en problemas, no huyas…» pensaba tratando de motivar su débil y cobarde espíritu.
«Muy bien, cuando regreses a esa habitación hablaran seriamente…de lo contrario te quedaras solo y sin amigos» pensó con una cara sin expresiones, debido a la presunción de un futuro con grandes posibilidades de existir.
—Eres un imbécil Jack, incluso ahora, pensando solo en ti—murmuro bajando la cabeza—pero que se le va a hacer, así somos las personas, nosotros funcionamos a base del trueque.
Terminó sus labores relacionadas al retrete y se fue a lavar las manos, mientras miraba fijamente su reflejo.
—Hum, tan guapo como siempre—dijo mientras se sonreía así mismo, aun cuando su cara expresaba poca sinceridad.
—Pft, jijijijiji— se oyó desde la puerta.
Un enfermero vio la escena de Jack, mientras se llevaba una mano a la boca para aguantar la risa, luego le dio la espalda a Jack y se marchó.
«Mierda, mierda, mierda» repetía Jack en su cabeza por la vergüenza, mientras volteaba su cara colorada, para que no lo vieran.
*¡¡Bang!! ¡¡Bang!! ¡¡Bang!! *
De pronto junto con el estruendo de tres pequeñas explosiones haciendo eco en el pasillo se esparció un ligero olor a pólvora. Eran explosiones claramente producidas dentro de un cañon metálico portátil.
*Ploc*
El sonido de algo cayendo al suelo resonó fuertemente en los baños, algo como un muñeco de trapo del tamaño de una persona. Fueron tres pequeños y estruendosos sonidos en menos de un segundo los que bastaron.
Jack primero volteo los ojos y luego lentamente el cuello en dirección a la puerta de la entrada de los baños y vio cómo el enfermero que antes era capaz de reír, ahora estaba tendido en el suelo, falto de toda emoción, derramando un líquido color carmesí desde la cabeza y torso sobre la mayólica blanca de los baños.
Mientras su cuerpo impedía que la puerta se cerrará, junto con él, un olor a hierro se filtraba a través de las fosas nasales, aún más que el fuerte olor a cloro de los baños.
«¡¡Mierda!!¡¡mierda!!¡¡mierda!!» repetía Jack en su cabeza, a la vez que se apresuró a esconderse en uno de los cubículos. Cerró la puerta con delicadeza, se sentó en el retrete y subió los pies. Lo hizo tan rápido que se dio cuenta de lo que hizo cuando ya estaba allí, escondiéndose.
*Toc*
*Toc*
*Toc*
Los sonidos de pasos de unos zapatos con tacón hacían eco por todo el lugar o tal vez solo en los oídos de Jack.
«¿Qué pasa? ¿qué pasó? ¿por qué? …» se preguntaba Jack mientras sudaba en frío, a la vez que trataba de controlar el sonido de sus latidos, el circular del aire en sus pulmones y hacía equilibrio en el retrete para no resbalarse.
*Toc*
*Toc*
*Toc*
«…No vengas, no vengas, no vengas por favor» le pedía Jack en su cabeza mientras se aferraba cada vez más fuertemente al retrete.
*Toc*
*Toc*
*Toc*
…
Los pasos se detuvieron, pero el corazón de Jack seguía bombeando tanto que parecía que las manos de alguien lo estrujaran.
Unos zapatos negros bien lustrados se veían fuera del cubículo donde estaba Jack, para cuando se dio cuenta, por su cabeza no paso ni siquiera una ínfima necesidad de protegerse; solo quedaba esperar.
*¡¡Bang!!*
Un disparo atravesó la puerta del cubículo y fue a parar a unos 2 cm más arriba de la cabeza de Jack.
Junto con el caer de los pequeños escombros de mayólica sobre la cabeza de Jack, de pronto sus instintos de supervivencia volvieron y dentro de su cabeza se formó un plan disparatado.
«Solo dos más» pensaba Jack, esperando que de alguna forma el tipo tras la puerta solo tuviera tres balas antes de tener que recargar. Una lógica totalmente irracional, pues ¿qué arma moderna tiene tres balas por cargador? Jack lo sabía, no había forma de que solo fueran tres.
*¡¡Bang!!*
«Solo una más» pensó, mientras seguía desesperado aferrándose a una idea irracional.
Un ardor leve se hizo presente en el hombro derecho de Jack, pero él hizo caso omiso, pues sabía que, si miraba una inyección, dolería.
*¡¡Bang!!*
El último por fin llego, llego y el corazón de Jack se detuvo, se detuvo por un instante y luego volvió a latir con suma tranquilidad, como si estuviera en casa, relajado jugando videojuegos, mientras escucha a sus padres ver las noticias en la sala y a sus hermanos teclear en sus computadoras.
Incluso el olor a hierro y pólvora habían desaparecido, como si hubieran sido una fantasía, como si hubieran sido un truco de magia. La bala había impactado a unos milímetros de su cuello, así dejando sentir el calor que está emano al pasar al lado.
La puerta se comenzó a abrir poco a poco «mierda, me olvidé del seguro» recordó Jack, maldiciendo su ineptitud.
El aire se comenzó a colar a través de la puerta mientras se seguía abriendo, Jack dio un salto del retrete y plantó los pies en el suelo, agarró la puerta y la abrió bruscamente.
Al otro lado estaba un tipo trajeado con un terno negro, camisa blanca, sin ninguna corbata, un pasamontaña y una ametralladora, de las que solo se veían en películas. Jack saltó para intentar quitarle la ametralladora que traía en sus manos, pero el tipo dio un paso atrás, casi como un salto.
«¿Qué haces imbécil? no te alejes ¿no ves que así me vas a matar?» reclamaba Jack en su mente a este tipo que desde su perspectiva era irracional, irracional por solo usar tres disparos por persona.
El tipo de traje apuntó el cañón a la cabeza de Jack, sin darle oportunidad siquiera de salir del cubículo.
«Estoy muerto ¿no?» pensó Jack al ver la bala que le atravesaría la cabeza, mientras miraba dentro del cañón de la ametralladora de color negro.
«Vaya…Fer, ahora me serviría mucho esa magia de la que estabas hablando» pensó con nostalgia «¿Por qué será que quiero llorar ahora? …ah, ya veo, así que, así se siente perder tu futuro. Da bastante miedo» reflexionaba Jack a punto de romper en llanto.
Qué raro era para Jack, a pesar del miedo, de repente sentía que todo se tranquilizó, o tal vez no fue de pronto. Hacía ya unos momentos que Jack dejó de escuchar cualquier sonido, incluso cuando el tipo dio el paso hacia atrás, no se oyó el tempestuoso sonido de su tacón.
Sí, este era un momento mágico, un momento lleno de magia, lastimosamente uno que Jack tenía claro que sería irrepetible. En un mundo donde la magia no existe, Jack fue capaz de presenciarla.
«¿Fotogramas?» pensó Jack tras ver los acontecimientos que sucedieron en menos de un segundo.
Un video no son más que imágenes puestas en la pantalla una tras otra en una fracción de segundo, mientras se coloca a la persona u objeto en un una posición ligeramente diferente a la anterior imagen, para así dar la impresión de que se está moviendo. A esas imágenes que componen un video se las llama fotogramas. Por lo general se necesitan 60 fotogramas para hacer un segundo de video.
Lo que pasó después ciertamente fue mágico, pero no sería correcto llamar a este instante un “parpadeo”, pues el “parpadeo” tarda demasiado.
Como si Jack estuviera viendo una película, el fotograma que veía ahora era el del tipo con traje a punto de dispararle y el siguiente fotograma era el de una chica de un largo cabello blanco casi fosforescente con un vestido blanco de una pieza y los pies descalzos, apuntando a la cabeza del tipo con su dedo índice.
En el siguiente fotograma, el tipo se convirtió en mariposas, dejando que sus ropas cayeran al suelo, así alzando vuelo con sus alas color carmín.
—Que irritantes son las mariposas ¿no? —dijo aquella extraña con una voz melodiosa que connotaba rabia y envidia, a la vez que las mariposas se comenzaron a cubrir de llamas del mismo color que sus alas, hasta consumirse en cenizas grises que embadurnaban el suelo blanco.
Aquella chica era del mismo tamaño que Jack, tan iguales en estatura que hasta daba miedo, a pesar de verse dos o tres años mayor.
De repente volteo bruscamente para ver a Jack. Así dejando ver el ondear de su gran cabellera blanca que colgaba hasta su cintura y que en momentos reflejaba el color del arcoíris.
La chica que lo había salvado era la segunda persona que se encontraba en este día con un color de cabello tan peculiar, además de ser la segunda persona que ve en su vida con una piel tan pálida que te hacia querer protegerla del intenso sol.
Pero lo que le llamaba más la atención de aquella chica, eran sus ojos, unos ojos del color marrón más ordinario del mundo.
Aquellos ojos ordinarios, sin chispa, pero que de alguna forma eran deslumbrantes, al igual que los de su mejor amigo. Ojos que no encajan en su persona.
«Me irritan»—pensó Jack.
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