EL MALDITO

En las profundidades abisales del universo, más allá de lo que la mente humana puede concebir, yace un mundo de pesadillas y horrores cósmicos indescriptibles. En este oscuro rincón del cosmos, un ser atormentado y maldito deambula eternamente, arrastrando el peso de un pecado desconocido para el resto de la existencia.

Su vida es una existencia sin paz, una danza macabra de sufrimiento y tormento que parece no tener fin. Las maldiciones lo persiguen como sombras retorcidas, aferrándose a su ser como garras inmisericordes. En el oscuro silencio de la noche cósmica, se escuchan sus lamentos ahogados, un eco desgarrador de un alma que clama por el perdón y la liberación.

El poderoso ente que gobierna este rincón olvidado del universo se manifiesta ante él, una presencia indescriptible cuya mera visión hace temblar los cimientos de la realidad. Su voz, un susurro sombrío y atronador al mismo tiempo, resuena en la mente del atormentado ser.

«Has buscado respuestas, y ahora debes enfrentar las consecuencias», dice el ente con una serenidad perturbadora. «El precio de tu búsqueda insaciable de conocimiento es el eterno sufrimiento. Tus ojos fueron testigos de lo insondable, y ahora debes cargar con la carga de lo que nunca debió ser visto por ojos mortales».

El ser maldito tiembla ante la presencia divina, consciente de que su destino ha sido sellado por su propia curiosidad insensata. Implora por una salida, una redención que le permita escapar de su condena eterna. Sin embargo, el ente cósmico solo responde con una risa que parece provenir de todas partes y ninguna a la vez.

«No hay redención para aquellos que han sido marcados por lo desconocido», declara el ente. «Tu pecado es el de querer comprender lo incomprensible, de buscar la verdad detrás de los velos del cosmos. Ahora, serás el guardián de este conocimiento prohibido, condenado a vagar por la eternidad, recordando lo que has visto y enfrentando el horror de tu propia existencia».

El ser maldito cae de rodillas, su mente al borde de la locura mientras el horror cósmico se cierra a su alrededor. Se da cuenta de que nunca habrá paz para él, que su sufrimiento es un tributo a la magnitud de los secretos que ha desvelado.

Así, en ese rincón olvidado del universo, el ser maldito queda atrapado entre la realidad y el abismo, un recordatorio perpetuo de que hay conocimientos que nunca deben ser descubiertos, y que el precio por desafiar los límites de la comprensión es el horror infinito y el tormento eterno.