CABALLERO ANDANTE 


  El caballero recorrió tierras y planicies en pleno Oscurantismo, derrotando dragones, serpientes de mar, esfinges y hechiceros celtas. Tras él, un harapiento juglar iba componiendo melodías para celebrar sus hazañas; los más atrevidos llegaron a suponer que pisó tierras orientales, derrotando guerreros mahometanos y príncipes persas. Su espada degolló cuellos de muertos vivientes en tierras malditas de la India. No tenía necesidad de regresar a su ciudadela para contar sobre sus batallas pues, tenía un halcón que viajaba grandes distancias para contar sobre cada lucha. Cruzados y templarios lo tenían como su héroe, su campeador. Pero llegaron las noches tristes de Octubre, esos días grises que ponían en declive el optimismo del caballero andante. El juglar trataba de animarlo con canciones pero todo era en vano. Las hermosas damiselas en peligro quisieron animar al caballero pero este, sumergido en un mutismo no respondía. De repente, como si los viejos héroes de la antigüedad le hubiesen iluminado el temple, el caballero llegó a la conclusión de que no había más retos y aventuras donde batallar. Se habían acabado los monstruos, duendes, gnomos, dragones y hechiceros. Vagaba por las tierras del Nuevo Mundo, en compañía de conquistadores, maleantes, charlatanes y religiosos pero no hallaba sus bestiales enemigos. La fantasía desaparecía por el advenimiento de la razón. Bien sabía que Dios, en su infinita sabiduría, tenía predestinado un desarrollo progresivo de la civilización. Los demonios de las profundidades dejaban de expeler su aliento, al igual que los fantasmas de antiguas catedrales y dragones chinos. El caballero se sentía vació y al final fue a sentarse en una peña a la orilla del mar. Ni mucho menos, bestias marinas surgirían de las profundidades. El caballero las había matado a todas.

FIN

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