De mi marcha, una distracción, como si mancharas mi pupila con aquella tristeza… Tu silueta en aquella banca expresaba lo suficiente con el silencio que envolvía tu espalda.

Al paso, ambientado de notas y pautas rítmicas, marqué mi presencia en tu campo, para que me identificaras, para que pudieras diferenciar la calma de las olas con mi estridente quietud.

Decidí sentarme a una distancia para verte de reojo, escuchabas música suave, bebías un café que se enfrió por el tacto de tu palpitante acompañante que brinda emociones, ese que causa muerte en vida a los poetas, el que distribuye el gen y un nuevo respirar por el cuerpo.

Impaciente como indeciso, me exhibí nuevamente, para que marques mi presencia en tu campo, para que me identificaras, y luego de unos eternos instantes de dudas, vi el aire que salía de tu boca en este clima no tan frío… Era un suspiro de tu fragmentada alma.

De retirarme existían incertidumbres, de apreciar el tono de tu mirada y el color de tu voz me daba ese cosquilleo que sienten los niños al tocarse las manos y entrelazarlos para dar su primer paseo. Dudoso me quedé a unos pies de distancia, detrás de ti, como aquel acosador sinvergüenza que necesitaba sentir tu aroma para dormir tranquilo esta noche… Una noche donde no existía hasta que te vi, un aroma que nunca había olido.

Mi valentía, sin elegancia, posó ante tu lado izquierdo con una pregunta llena de pudor, consultándote si era factible el atrevimiento de sentarme a tu lado, siendo un cobarde. . . Tu respuesta, luego de quitarte el auricular fue un tímido y singular sí, como si no hubiera nada que perder.

Tu nombre será misterio y el mío será duda… Nos conoceremos como los eternos desconocidos. . . Sin otra intención de entender el vacío de tu alma, te pedí que desnudaras esa parte sensible y tan frágil del corazón. . . Nunca más nos veremos, pero tu dolor me importa como no te lo puedes imaginar.

Coqueteando con tu imagen y sorprendido por tu pesar, tus palabras fueron las de un corazón roto, las de un cambio del paradigma que envuelve la unión de dos personas, que podía ser para toda la vida. . . Pero las vueltas que entrega la misma, hizo que aquel mareo de tus malos actuares, de tus inesperadas reacciones, den un mareo de emociones y él cayera en los brazos de otra tipa. Alguna que otra fuente de pena se destapaban de tus ojos al contarlo.

Entendía ese dolor, el de ser un mal amante, el de no responder adecuadamente. . . Las personas no son un test que resolver con un verdadero o falso o con varias opciones a escoger. . . La vida misma resulta ser un set de preguntas a medio escribir, que una vez contestamos eso poco que entendemos, somos mal calificados por equivocarnos. . . Aprendemos, pero muchas veces no hay marcha atrás para enmendarlo, y el error que queda, quedará.

Con un consuelo depresivo, le expliqué a lo que me dedicaba así como sentí su dolor a la distancia cuál muñeco vudú, y el motivo por el cual estaba a su lado. . . Le conté historias de mi pasado, de las mujeres que he amado y me han abandonado, de mis lazos rotos, de lo que he vivido. . . Pero que aquí estamos. . .

Su cara de asombro no me parecía extraña, era un desconocido mostrándole aquellas heridas hechas cicatrices, probando que las cosas que vemos no son lo que parecen. . . Me habló de cómo llegó a ese punto, de cómo su familia y círculo cercano no era más que un grupo ajeno y un punto, y que el vacío que sentía se estaba agotando.

El motivo que me orilló a querer oírla fue sentir ese suspiro, aquel atisbo de librar un trozo de alma apenada me dio la señal de que quería, sin ella notarlo, liberar esa carga emotiva de un pesar romántico. . . Le comentaba que un suspiro en un caso excepcional es algo positivo, por el contrario, aquella expresión de alivio es el reflejo de querer dejar atrás eso que nos aprisiona a un sentir culposo, una culpa sentimentalmente que aprisiona. . . Pero que resultaba ser usual en estos lances. Que debía soltar todo lo que debía soltar y que cuando suelte el último, sabrá que todo pasó.

Entendiendo su sentir, suspirando, ella pedía que él volviera, ella había cambiado con el paso de su vida a su lado, pero él solo se fue volviendo cítrico con cada desilusión. . . Pocas y menos lágrimas desprendían del cielo de sus mejillas, pero quería que volviera, aunque una parte solo quería sentir paz.

Continué con lo anterior. . . Le comenté que esos ciclos son peligrosos, que no son un ouroboros, son más bien, espirales en los cuales encuentras llaves que permiten abrir paso a las siguientes fases. . . Pero son necesarios, donde en nuestro pasado definieron quiénes somos ahora y ahora definirán quiénes seremos mañana. . . Y que ese mañana es algo del que se puede dar rienda suelta y suave a una nueva oportunidad de seguir adelante. . . Que todo es algo por lo cual seguir adelante.

No se trataba de solo buscar eso que nos faltaba, sino de alegrarse de esas pequeñas cosas que nos hacen dar cuenta de qué tan afortunados somos de poder beber el elixir del bienestar, aunque sea servido en pequeños sorbos de un vaso que al tacto evapora el líquido por la pasión de querer ingerirlo.

Esta alegría, producida por este trago, también debe venir acompañada del perpetuo hábito del vivir, que siendo candoroso, no resulta serlo. . . La rutina deja de serlo cuando el patrón del cepillado de tu pelo es diferente cada día que lo haces.

Comprendió que su proceso debía abrazarlo y llorarle en el hombro hasta que este le diga que está lista, que en esos pequeños detalles del dibujo de su vitalidad hecho cuadro son aquellas por las cuales vale la pena seguir intentándolo. . . Y también entendió que su sufrir no era ni en vano ni en abandono, que aquella miseria la sufrimos en mayor o menor escala varios regentes del amor a medias. . . Y que es común y melancólico la partida del amor deja al corazón en la situación ambivalente de dejarlo exprimido, pero a la vez lleno de licor afectivo que no pudo brindársele al que, supuestamente, era aquel rescate de los tiempos grises de la soledad.

Así es la vida de algunos. . . Tu imagen de la realeza hará el resto de encontrar aquel otro indicado, en el caso poco fortuito de que aquel amado no retorne, pero debes encontrar, en el fondo de tu rasgo emocional, aquella persona que te acompañará cada día al despertarte de la cama cuando reacciones tus pupilas con los rayos del sol.

Dándote el último consejo para sobrellevarlo, tu alarma de tiempo expiró, así también como la mía. . . Toqué tu hombro como despido, te desee suerte, y aunque mi alma me traicionó diciendo que nos veríamos en otra ocasión, una burlona sonrisa apareció para decirnos que eso no ocurrirá. . .

Aunque quién sabe. . . El destino cruza líneas que nosotros aún no comprendemos. . . Y el beso invisible de la compresión nos unió a ese paisaje. . . El azar nos juega en contra, pero quizás sea el hasta pronto más largo de nuestras vidas. . . Chica de la mirada perdida. . . Suerte en tu vida.

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