Mientras ellas estaban ahí porque postularían para La Marina de guerra o para la milicia, yo lo hacía por diversión y deporte, y más que todo para estar en forma.
Me llevaban unos 4 o 5 años, pero yo era más alta, siempre recalcaban mi talla y qué pensaba hacer con ella. Si no había pensado en hacer voley o básquet, o si como ellas, quería ser militar.
-No, lo hago por distracción.
Mis charlas en las duchas eran banales, pero un día tocamos un tema sustancioso; la soledad, y me di cuenta que ellas la conocían.
-Si se supiera lo triste que es estar solito, nadie pediría estarlo- dijo una de ellas mientras desenredaba su cabellera lisa y larga.
En ese momento las imaginé a las dos en trajes militares, con un sombrerito verde como hecho de papel y unas botas negras enormes.
Recordé a las mujeres que había visto con ese tipo de traje antes, seguro eran como ellas; jóvenes y solas. Tomando clases de natación para terminar siendo entrenadas con los insultos y el tono de voz más horrible e hiriente que esté permitido usar en el mundo.
Pensé que la gente ya no quería ser eso. Pensé que vestir de verde para tener acceso a armas era cosa del pasado. Creía, en mi bendita ignorancia, que todos querían la paz y la armonía que hace 50 años era tan buscada por grupos incomprendidos.
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