LA LLAMA ETERNA

LA LLAMA ETERNA

MIZARA

16/04/2023

CAPÍTULO I – SER 

Keenan – El Insurrecto

Keenan, un elfo umbrío de piel añil y rasgos afilados, ojos serenos y vívidos de un azul intenso como el zafiro, su cabello platinado caía sobre su frente; se encontraba sentado en la biblioteca del templo de la diosa Aurianne, con los pies cruzados sobre una silla vacía frente a él y con expresión de hastío en sus finas facciones, sostenía cansinamente, a la luz de una moribunda vela, un pequeño y ajado libro de aspecto antiguo, sus ojos azules con expresión somniolienta paseaban entre los renglones sin concentrarse en ninguna frase; aunque le gustaba mucho leer, especialmente ciencia e historia, no le gustaba doblegarse a lo que su maestro le asiganara. Sum Benath Alto Cardenal era su mentor y arzobispo de la ciudad, quien lo cobijó cuando fue abandonado de bebé en las escalinatas de la catedral donde viviría desde hace ya unos 125 años nublares y seguiría una carrera de guardia real.

«Sum» era el rango y antefijo designado a todo aquel que estuviera bajo la protección de la Diosa Aurianne y los altos elders sacerdotes, por ello Keenan al ser protegido por Benath, también portaba el rango de Sum, rango que se portaba de por vida y con un tatuaje en la parte interna del antebrazo cerca de la mano con un antiguo símbolo élfico, aunque a él no le gustaba sentirse etiquetado ni presumir de ello.

Los elfos boreales, como se categorizaba la raza de los elfos oscuros, tuvieron origenes en zonas polares y, a través de su milenaria historia, ocuparon territorios cada vez más alejados, hasta asentarse en zonas montañosas, por ellos los llamaron «boreales» y por ello también, actualmente, habitan en el interior de una gigantesca montaña, lo cual no les impide tener todo lo necesario, no por ser caverna significa que no tuvieran tecnología de ingeniería, algo así como una gran ciudad moderna techada llamada Drakurben.

Cuando ya no pudo soportar el quedarse allí fingiendo interés, decidió que cualquier otra cosa le resultaría más entretenida, de modo que tomó su espada, su arco de caza y se dispuso a escapar de su hastío.

El joven impetuoso se encaminó hacia una de las entradas de la ciudad; el día aún estaba luminoso, pero pronto decaería, el viento era suave y hacía estremecer de vez en cuando a los árboles circundantes. Keenan se encontraba siguiendo un sendero que lo llevaría a las Tierras Aureas, donde generalmente había criaturas para cazar. Seguía el camino sin pensar más allá de su minuto presente cuando escuchó el sonido de un carruaje que se aproximaba por el camino y se ocultó entre los arbustos, se trataba de un comerciante agricultor que siempre tomaba esa ruta hacia el próximo pueblo llamado Brouillard, era una buena oportunidad para colarse y acercarse a una la zona deseada, saltó sobre el estribo trasero sin ser visto, su contextura delgada y livana le permitió colarse y se dejó llevar, pero el vaivén del carro lo adormeció, el carruaje se tambaleó al atravesar un pozo en el sendero y Keenan despertó sin saber exactamente dónde estaba, parecía evidente que el comerciante había tomado una ruta diferente a la habitual; Keenan se bajó del carro aún en movimiento y se ocultó nuevamente hasta q ya no había nadie a la vista; aunque se dió cuenta de que nunca había estado en ese territorio, creyó reconocer su geografía, probablemente se tratara de las afueras de los bosques , no estaba lejos del sendero que lo llevaba a las Tierras Aureas, de modo que se dispuso a retomar su camino a pie.

De pronto percibió un alboroto en el aire y no parecía muy lejano, Keenan siguió el débil sonido que pronto se haría cada vez más definido hacia aquel lugar; con el arco en su mano listo para reaccionar, decidió explorar, pasaron unos minutos y al llegar a un claro fue cuando a lo lejos logró ver por unos instantes unos destellos de luces brillantes, .-‘hechizos sin dudas’ pensó él. Se acerco sigilosamente y reconoció a un Zugug (animal similar a un oso) que corría rápidamente persiguiendo a alguien más adelante; era una una Elfa liky de las que se contaba entre los elfos boreales como raza enemiga. Keenan no resistió la tentación de intervenir ya que, ante todo, era un guerrero; aquella criatura estaba cada vez más cerca de la elfa; sin dudar Keenan tomó su arco apuntó cuidadosamente y lanzó un efectivo flechazo que acertó en las costillas del animal que huyó asustado. Keenan se quedó inmóvil sentía una gran curiosidad por ella, sin embargo, se quedó oculto. Ella siguió corriendo sin mirar atrás. Keenan soltó un hondo suspiro y se dispuso a retomar su camino hacia la pradera Aurea.

Lorienne – De la Luz

La era en que las guerras habían dividido las tierras en Elmoran y Aeden, hábitat de elfos lykis y humanos respectivamente, enfrentando a las razas entre sí y sometiendo cientos de miles de inocentes al filo de de las armas, ya habían pasado dejando una oscura estela de desvastación de la que, de a poco, se recuperaba el mundo pero el enfrentamiento entre las razas había significado un daño irreparable y permanente.

Casi ajena a todo esto había una criatura de fina silueta y apacible carácter, que se llamaba Lorienne y era una bella elfa lyki, llamados así por los asentamientos de sus generaciones ancestras en zonas tan altas que superaban las alturas de las nubes y por ello el Sol brillaba más intensamente que en otras partes del mundo.
Aún sin saber lo que el destino le deparaba, vivía sola en las afueras de la villa Nubien ubicada en las hermosas praderas de Alcor Forest.

Su tío, Frahell, un maestro de las magias blancas la crió de pequeña cuando su familia fue arrasada por las batallas épicas que asolaron algunas regiones de los elfos lyki; él le enseñó todo lo que sabía, hasta donde pudo, pero su cansado cuerpo ya no pudo seguir más y murió dejándole su mas preciado bien, el conocimiento suficiente que le daría la fuerza y la libertad que la protegería del indulgente mundo.

Un rojizo atardecer, mientras recolectaba camalotes por las orillas del Lago Iris, Lorienne se sintió alarmada, aún sin saber por qué, pero su instinto la alertaba; aceleró su paso de regreso a su hogar y empuñó su daga por si acaso, pero la amenaza seguía presente y la estaba acompañando, conjuros de protección la hicieron sentir más segura, pero no estaba un fuera de peligro; cuando los árboles dejaron de ser su escudo su amenaza se hizo visible, era una enorme criatura corpulenta y salvaje que, por algún motivo, consideró que su territorio estaba siendo invadido, su tamaño no le quitaba velocidad y aunque ella era ágil, el animal era persistente, ella intentó un golpe de daño mágico pero sólo enfureció más a la bestia, ella sabía que no tenía mucho margen de tiempo para conjurar magias defensivas y el animal no estaba lo suficientemente débil como para morir al filo de una daga, pero ella sabía que aún podría ganarle a la bestia si lograba ganarle distancia. De pronto, desde el fondo de la tupida vegetación una flecha zurcó el aire y le dió a la bestia que huyó convenientemente. La asustada elfa siguió corriendo sin detenerse a averiguar qué ahuyentó a la criatura.

Lorienne había oído casi toda su vida de las batallas incesantes que dividieron las tierras de Elmoran y Aeden; y aunque nunca vivió en la guerra más allá de la matanza de su familia cuando aún no tenía uso de razón, su maestro la había preparado para sobrevivir por sus propios medios, pero aún le faltaba la enseñanza más importante, aquella que sólo aprendería por sí misma. Su conocimiento del mundo provenía de relatos, conocía mapas y dibujos de muchas de las criaturas que habitan el mundo, extranjeros de diferentes razas habían pasado por su pueblo en busca de provisiones, pero ninguno vivía en la región de los elfos lyki. Ella nunca había salido de su región; sabía que alejarse la enfrentaría con peligros y la acercaría a los conflictos que se desarrollaban en otras ciudades, y aunque nunca necesitó explorar, le gustaba la idea de hacerlo algún día. Pero el viaje que emprendería no sería el de sus sueños y sin dudas no estaría dentro de sus planes inmediatos.

CAPÍTULO II – PRELUDIO

LA SEGURIDAD DE LAS COSAS, DESPUÉS.. EL CAMBIO

Era el atardecer de un cálido día, mientras Lorienne cazaba conejos; dos humanos cortaron su camino, uno parecía un soldado porque llevaba armadura, espada y escudo, el otro sólo vestía ropas ligeras como de místico; disculpándose por ahuyentar la cena se presentaron cordialmente; ella había visto pocos humanos, en general forasteros de paso por la ciudad de los elfos, y usualmente eran considerados de poco fiar; pero aunque no le gustaba socializar, ella correspondió a la presentación, mostrándose ocupada como excusa para alejarse con la misma cordialidad con la que los desconocidos se habían acercado; pero ellos la retenían con preguntas improvisadas, hasta q uno de ellos dijo
-. No me parece bueno que una elfita como tu ande sola por estos bosques.. no crees?
Ella se impacientó y les explicó que podía arreglárselas tranquilamente agradeciendo la preocupación de los extranjeros, pero cuando notó que uno de los hombres se había ubicado a sus espaldas, le inspiró desconfianza y trató de alejarse imperativamente; pero el que estaba frente a ella la tomó del brazo con vehemencia y le preguntó si estaba segura de no querer ir con ellos, a lo que la respuesta fue simplemente ‘no’ y el humano de armadura dijo
-. De hecho, tu vienes con nosotros, ofrecen buena paga por elfos liky.
Y ambos rieron en camaradería; sin vacilar ella atacó con su daga atinando un tajo en una zona desprotegida por la armadura en la pierna del humano quien se sujetó para detener el sangrado mientras insultaba a su suerte, la elfa salió corriendo hacia el interior del bosque confiando en que lo conocía mejor que ellos, pero algo la detuvo un aura rojiza la envolvió y ya no se pudo mover, el hombre de la túnica le había tirado un hechizo de inmovilidad. Lo próximo que recuerda es despertar con un fuerte dolor en la cabeza, aunque no parecía estar herida, sus ojos estaban tapados y pronto se dio cuenta de que estaba atada a un poste, su posición era de sentada, sus piernas flexionadas y sus manos atadas por sobre su cabeza, lo que le permitió con esfuerzo quitarse la venda y de a poco poder ver, ya era de noche y a una distancia considerable vio una fogata sofocada recientemente porque aún echaba humos y los dos hombres aparentemente muertos junto a lo que parecía un animal de transporte también muerto; el miedo la invadió como una oleada y comenzó a forcejear, por suerte los humanos sabían de recompensas pero no de ataduras y tras muchos intentos desesperados finalmente logró zafarse, se acercó lentamente a la escena de la fogata, ella nunca había visto el rostro de la muerte, hasta ese entonces, las víctimas estaban desarmadas y tampoco llevaban sus armaduras; todo parecía señalar que habían sido asaltados, quizás por un grupo de otra raza enemiga, pero porqué se había salvado ella? Quizás los asaltantes no la vieron ya que ella estaba apartada de la fogata y la oscuridad la habría guarecido, o quizás los asaltantes pensaron que ella estaría muerta, de un modo u otro fue afortunada al sobrevivir; en las alforjas del animal de transporte había un poco de alimento y un saco con agua, también encontró un arco que se había salvado del asalto, Lorienne tomó las pocas flechas que quedaron esparcidas y aun angustiada y asustada emprendió lo que con todo su corazón deseaba que fuera el regreso a su hogar.

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