Una noche antes nos dormimos temprano porque no había que cenar. Por la mañana salí y al regresar te desperté brincando en la cama. Había vendido un cuadro, ese el que no te gustaba. Te llevé a desayunar a la nueva cafetería que querías conocer en Kannedy.

Al salir caminamos alegres por las calles, me tomabas del brazo y nos besábamos en cada esquina. En un aparador viste un vestido negro, es muy caro, dijiste, pruébatelo te dije. Te lo compro. No gastes. No es gasto, es inversión. Te reíste.

Al caer la noche, me puse mi viejo traje, amarré el pañuelo en mi cuello , te pusiste el vestido negro que te compré, te ayudé con el cierre y fuimos a bailar a un salón de Tango por Queen´s Park.

Uno, dos, pausado, al ritmo del tango, deslizabas tu pierna sobre la mía, tres , cuatro; tus arracadas volaban cuando girabas, tu cabello chino caía a un lado de tus orejas. Bebimos hasta acabar borrachos, mis labios manchados por tu bilé, parecíamos amantes de una noche.

Llegamos al desván sin muebles en el que vivíamos, te hice el amor lentamente, no había prisa, el tiempo era nuestro. Dejé caer tu vestido sobre el piso, besé tus muslos, olí tu cabello. Al llevarte a la cama chocamos con un caballete roto y pisé un par de carboncillos mal hechos.

Hace dos semanas pasé por ese lugar donde vivíamos, ahora es una bodega. Demolieron el edificio de la cafetería y tu vestido lo trae una anciana ucraniana que lo compró en un Value Village . Tú te casaste y yo… yo no volví a amar a nadie.

Etiquetas: cuento tango

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