Desde su infancia, Max había sentido una fascinación extraña por los objetos inanimados. Le gustaba acariciar la suave superficie de los objetos que encontraba en la calle y llevarlos a casa para jugar con ellos. Con el tiempo, esta obsesión se convirtió en una pasión ardiente por coleccionar todo tipo de objetos, desde lámparas hasta muebles, siempre buscando la perfección y la belleza en cada uno de ellos.
Un día, mientras buscaba objetos en una tienda de antigüedades, Max descubrió una máquina de escribir antigua y desgastada. Las teclas estaban gastadas y el metal estaba corroído por el tiempo, pero la belleza de su diseño y su historia cautivaron a Max. Compró la máquina inmediatamente y la llevó a casa con él.
Cuando llegó a su apartamento, Max se sentó frente a la máquina de escribir y comenzó a escribir sin parar. Las palabras fluían de sus dedos como un río, y Max se dejó llevar por la corriente de su propia mente. Pero a medida que escribía, comenzó a sentir una extraña sensación en su cuerpo, como si algo estuviera despertando en su interior.
De repente, una sensación de cosquilleo y calor recorrió su cuerpo cuando una mano gigante salió de la máquina de escribir y lo tocó debajo de la mesa. Max se estremeció de placer al sentir los dedos de la mano acariciando su piel y se dejó llevar por la sensación de éxtasis que lo invadió. Pero a medida que la mano lo tocaba, Max comenzó a sentir que algo más estaba sucediendo. Podía sentir que la máquina de escribir se estaba convirtiendo en algo vivo, algo que lo estaba poseyendo.
De repente, la máquina de escribir se transformó en una mujer hermosa y seductora, con largas piernas y cabello oscuro. La mujer se acercó a Max y lo besó apasionadamente, y él se entregó completamente a su abrazo. Juntos, se fundieron en uno solo, explorando cada rincón de sus cuerpos y experimentando el éxtasis más intenso que habían conocido jamás.
Después del clímax, Max se dio cuenta de que la mujer había desaparecido. En su lugar, había una máquina de escribir vieja y desgastada, como si nada hubiera sucedido. Pero Max sabía la verdad, sabía que había experimentado algo surrealista, psicoanalítico y erótico, algo que lo cambiaría para siempre.
Desde ese día, Max comenzó a escribir con una pasión y una intensidad que nunca antes había sentido. Sus palabras se convirtieron en una extensión de su alma, y cada historia que escribía era un reflejo de su obsesión por los objetos inanimados. Nunca habría imaginado que una máquina de escribir pudiera cambiar su vida de esa manera, pero ahora sabía que siempre sería parte de él.
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