Caminar por el bosque

Caminar por el bosque

Melany in words

24/02/2023

Solía caminar acompañada por el bosque de la vida. Caminábamos y avanzábamos a grandes pasos, tal vez algo apresurados y medio ilusionados, pero estábamos juntos. Por aquel entonces, el bosque rebosaba colores en cada uno de sus rincones. Las bellas flores nos miraban y abrazaban, las ramas de los árboles nos guiaban y las hadas nos hablaban susurrando. Todo era como una bienvenida a un viaje sin preocupaciones. Así lo fue. Y así se desvaneció.

Más pronto que tarde, como si la ráfaga de un viento se asomara, todo desapareció. Me había quedado sola y se habían robado mis alegrías. En esos momentos pensaba que, por lo menos, aún tenía al bosque para sanarme. Cuan equivocada estaba.

De pronto, ese bosque tan hermoso alguna vez, se volvió un espía de mis respiraciones. Vigilaba atentamente cada uno de mis pasos, pobres intentos de avanzar y alcanzar la luz. Sentía miradas y susurros en todos lados. La diferencia de antaño es que ahora esas miradas eran ensombrecedoramente penetrantes y los susurros estaban cargados de risa. Me decía que todo era temporal, eran cambios leves que a lo mejor con el tiempo se reverterían. Por segunda vez me equivocaba cruelmente.

Llegado a un punto del camino, donde ya no se distinguía el cielo de la tierra y las nubes se habían convertido en escalofriantes tinieblas, paré. Ojalá y hubiera sido por voluntad propia, porque eso significaría que todavía pensaba, pero no fue así. Aquellas ramas que alguna vez guiaban mis pasos, ahora los detenían. Se alzaron contra mí y con sus gruesas espinas giraron sobre sí. Con vueltas y vueltas se convirtieron en pequeñas y robustas paredes que ahora me ahorcaban. Sabía lo que pasaría y después de tanto tiempo, también supe el porqué.

Durante mi viaje en solitario, me había olvidado. Olvidé mirar a mi alrededor con ojos curiosos y maravillados, olvidé decir bellas palabras a las hadas comprensivas, olvidé escuchar la brisa de los árboles como si cantaran, olvidé pensar en cuánto me extrañaba y en cuánto había yo cambiado. Sí, caminé tanto tiempo sin rumbo que en punto ya no era un ente viviente, solo era un cuerpo desgastado que lo hacía todo de forma monótona. Ahora era tarde para recapacitar, tarde para volver. Había dejado que la oscuridad me consumiera.

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