Mis intentos de suicidio

Mis intentos de suicidio

Ema UB

19/12/2022

Las razones siempre serán varias, pero eso a ustedes no les interesa, a lo mejor a manera de resumen les diría que soy fiel defensora del estoicismo, pero leer un poco esa filosofía y tratar de abrazar las letras es un pretexto absurdo que no estoy dispuesta a cargar, pues es sabido por ustedes y por todos aquellos que han leído que, tomar por acertado lo que cuentan los libros es un error absoluto. Los libros cuentan la perspectiva de otros, las vivencias de su tiempo, sus pensamientos, uno puede identificarse con ellos, pero nunca trata de imitar aquello, aunque pensándolo bien, casi todos lo hacen.

Dejando de lado la verborrea innecesaria, el suicidio, no hablaremos de qué es o por qué algunos pensamos en ello con fervor, como si se nos pagara por hacerlo. Solo les contaré un poco de mis grandes intentos a lo largo del tiempo y los resultados fallidos.

INTENTO 1: Al terminar el séptimo grado, después de recibir una golpiza de los compañeros, de caer de la puerta del autobús y lastimarme la rodilla, de llegar a casa y ser regañada por mi madre –Llegar desgreñado y a las 16h00 asusta y pone de malas a cualquier madre– Resumí que, si la escuela estaba llena de golpizas, la secundaria sería un campo de concentración, no quería afrontar eso, sumado al momento de depresión absoluta que por alguna causa extraña inundaba a casi todos en la familia. Ese día lo decidí, la libertad está fuera del cuerpo, así que saltaría desde lo alto del árbol de capulí para ahogarme en las profundidades del río. Subí, llegué hasta la rama más alta y cuando me disponía a saltar, el hijo del vecino gritaba desde abajo que por favor le ayudará con su cometa entrelazada en una de las ramas; lo hice, después saltaría. Recuerdo que me agradeció y me invitó a comer un chocolate, comimos el chocolate, me enseñó su colección de dibujos de dinosaurios y la tarde terminó. Cayó la noche, y no lo hice, adquirí un gran interés por los dinosaurios, investigué, escribí cuentos sobre su presencia en la sociedad de aquella época y luego vi saciadas todas mis preguntas con la película de jurassic park.

Así que ese día y esos años no ocurrió…

INTENTO 2: en temporada de vacaciones, después de terminar segundo curso de bachillerato, mi cuerpo fue asaltado por la manía de desangrarse. Si comía, la sangre brotaba de mi nariz, impidiendo que disfrutara de la comida, no sabéis lo frustrante que era. Si dormía, la almohada amanecía con una imagen de acribillamiento. Si tomaba el autobús no faltaba algún espantado que me quedara mirando impactado, pues la sangre se deslizaba lentamente entre la comisura de los labios. Sangre, no paraba de sangrar y el escándalo se hacía notar. Sangraba y ya no tenía muchas energías para nada, ni para mis grandes horas de lectura, mis exploraciones por los bosques, mi hostigamiento eterno por el gato de la casa, etc. No tenía energía, y precisamente no estaba enferma, así que nuevamente la invitación se hizo presente en la cabeza, pero está vez la asumiría de forma graciosa. No sería nada trágico, solo un bocado de cianuro bastaría. Preparé todo, aquel día no estaría presente nadie en casa, estaríamos juntos yo y el veneno en una cita glamorosa entre mis labios y los suyos. Me dispuse a dar esa bocanada de fe entre la muerte y la vida, pero fui sorprendida por el sonido del teléfono, lo dejé pasar, nadie me detendría, nadie. Pero sonaba con insistencia, que supuse que una última llamada no perjudicaría a nadie. Contesté, se trataba de una vecina que me imploraba darle clases de inglés a su retoño, era aquello o la pérdida del año escolar, pues era el último examen de suspensión. Me negué, si no estudias tienes las consecuencias, además yo tenía una cita con la muerte, sin embargo, aquella dama se dedicó a llorar, decía no tener dinero para costear otro año de educación para un hijo inconsciente.

Las lágrimas de la gente, en especial las de una madre siempre conmueven, así que abandoné mi cita, tomé un libro básico de inglés y emprendí hasta casa de aquella dama. Al llegar, encontré a un tipo desalineado, mascándose las uñas por los nervios que le generaba la situación, le temía al inglés, vaya usted y el buen Dios a saber por qué. Así que emprendí. Problemas con la conjugación del verbo to-be, seguido de confusión total con los verbos regulares e irregulares. Fácil, muy fácil, pero como hacerle perder el miedo al inglés, por sus greñas y el delineador manchando su línea de agua, supuse que le gustaba el rock, y obvio, buenos exponentes cantan en inglés, así que me aproveche de ello, se uso la música para causarle inspiración. Conocí de nuevas bandas, de bajistas, guitarristas, historia y algunos otros temas. Regresé a casa con interés, investigué, aprendí, descubrí el rock sinfónico y me agradó. Una vez más mis intentos quedaron aplacados.

INTENTO 3: Uno de esos días cualquiera después de llegar de la universidad, me vi rodeada por una serie de pensamientos extraños, resumidos todos en; vacío existencial. Inmediatamente asumí que todo ese ajetreo era innecesario, que despertar a las 05h00 para correr como una desquiciada por el autobús de las 05h55 para llegar a clase de 07h00 era un sinsentido absoluto, que tener buenas calificaciones era innecesario, de nada servía la puntuación perfecta si en la vida real a nadie le importa tu disciplina, tus grandes dotes de buen estudiante. Estudiar tanto, para trabajar de empleado ganando una miseria que se niegan a pagarte… ¿para qué?

Después de analizar, pensar, mirar a la gente regresando a casa totalmente deprimida después del jornal, supe que yo prontamente estaría sobre esas pisadas. Lo planeé, con mayor sentido de la madurez; una pistola. Conseguir el arma no era difícil, en casa por seguridad siempre se esconde una. La fecha fue nuevamente establecida, una vez más la ausencia de todos los allegados vestía el hogar, así que emprendí, lo preparé todo, cubrí con un plástico el piso, pues no quería dejar demasiado desorden en casa. Calibré la pistola, la coloqué en la sien, estaba listo, cuando escuché los aullidos desgarradores del perro, abandoné la actividad para mirar por la ventana, algún perro salvaje ataca a mi perro y eso no se puede permitir en vísperas de la muerte, las ganas de morirse eran mías y no del perro, aquel pobre animal amaba demasiado la vida, tenía grandes objetivos como perseguirse la cola y sofocar al gato. Corrí, espanté al perro, me dediqué a curar a mi perro y así nuevamente llegó la tarde, llegaron los familiares de sus faenas, la noche se pintó de una merienda colorida en la que me dieron por tarea ayudar a una tía con sus impuestos. Una vez más, vi interrumpidas mis grandes intenciones.

INTENTO 4: casi no vale recordar, la cuerda se rompió.

INTENTO 5: Salía del trabajo con un desdén absoluto, un par de enamorados en acciones poco públicas en la estación de autobuses, me hizo despreciar los deseos humanos. El grito de un recién nacido me causó hastío, la persecución de la policía a unos vendedores de calle aumentó mi desazón. Así que casi automáticamente fui hasta la farmacia y compré una caja de somníferos, está vez lo haría con prudencia. Llegué a casa, está vez no me interrumpe nadie, preparé un vaso de agua, saqué las pastillas del blíster, un par rozaron mis labios, de pronto el timbre sonó y desde afuera se escuchaba: ¡Está aquí! ¡Está aquí! ¡Ya llegó! Se ve precioso, ven para que lo veas. Abrí la puerta y allí estaba, el cuadro era espectacular, los ojos demostraban esa ira viva, el ceño fruncido la seriedad, era como si estuviera vivo. Allí estaba, lo coloqué en la sala y desde ese día ya no me hace falta, el abuelo reafirma mis decisiones y cada vez que lo intento recuerdo sus palabras:

“Si algún día la vida se me vuelve pesada, juro por Dios que subo a esa montaña y me lanzo desde allí mismo. Me mataré, me mató, pero yo, ustedes no, ustedes no me copien. El que copia las acciones de otro es un tonto.”

Sí, el abuelo odiaba a los tontos y francamente siempre considere aquella palabra un insulto.

Etiquetas: cuento relatos

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