Llevo toda la tarde quemando y pensando entre humo de risas y placer “¿Acaso no le importa que lo esté escuchando?” Su crítica es más cruel y siniestra que cualquier pirata o mercenario, entra en mi cabeza como si hubiera sido el quien forjo la llave del candado, y aún sabiendo que me cuesta sonreír para ignorar que el miocardio de mi pecho palpita con esfuerzos, no deja gritar en mi cabeza las mismas oración con distintas palabras:
“Jamás será suficiente, mírenlo nada más, oculto tras una pantalla, redes sociales y apariencias, siempre lo vi venir, ¿o no se los dije? Desde pequeño fue un pordiosero con complejo de príncipe, malcriado, ignorante y escandaloso como un violonchelo mal afinado, rogando por ser escuchado, suplicando bajo un reflector, mendigando un momento de atención. Es por eso por lo que la gente se aleja el, que lo criticamos que nos burlamos, porque de fantasías no se sirve la mesa, porque si quieres llenar un plato de cereal tienes que pasar por encima de otros y surfear por la espuma de tus sueños rotos”
Ojalá fuera la primera vez que finjo sordera con mi piel color papel, mis dedos; fríos como hielos hormigueantes, se resisten a moverse, pero mis labios secos y partidos ya no pueden callar más, me pongo de pie; raudo y veloz para no tener tiempo de arrepentirme, y hago frente al demonio que me acosa de hace tiempo, con mirada retadora veo en lo rojo de sus ojos sus complejos e ignorancia, “sólo tienes miedo” le digo, soltando una risa, más empática que burlona, “está bien que te petrifique la incertidumbre de un futuro incierto, pero no puedes detener mi barco porque la verdad creo que no le sirven el freno, seguiré avanzando, navegante a toda popa contra el viento y tu lo harás conmigo, porque aunque te cueste entenderlo, eres parte imprescindible de la tripulación”.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, la tensión del cuarto desapareció, el bullying de mi vida decidió guardar silencio y acompañarme en paz, mientras yo seguía mareado comiendo una taza de cereal con cajeta, sólo en mi habitación le dije a mi reflejo para terminar, siempre me ha costado hablar contigo, pero desde que prendo risas, he aprendido a escuchar.
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