Sukubus se ocultaba entre las cavernas naturales que se formaron en las laderas montañosas, allá en los límites del bosque, aguardando el anochecer. Entonces se atrevía a salir de su escondrijo para cazar insectos, animales o bestias. Literalmente devoraba vivas a sus presas. El sabor de la sangre caliente y los músculos aún latiendo la sumían en un frenesí deliciosamente macabro. Una vez saciados sus ímpetus alimenticios, se aventuraba a merodear la aldea de los humanos, con la esperanza de hallar algún macho solitario y despreven……………
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