Durante las noches de septiembre mis días de salud fueron sacudidos por repentinos escalofríos, una especie de modorna tomó el lugar del anhelado descanso, parecía dormitar y parecía estar despierta. Las quimeras fueron reemplazadas por las ya conocidas pesadillas. Por esta ocasión ya no era el siempre dolor fatal alrededor de la nuca, las palpitaciones en el rostro por la inconformidad de un nervio trigeminal cesaron. En estos días se fraguaba una tragedia que no podía predecir en aquellos momentos pasados de felicidad, un dolor brutal en la espalda baja, la casi inmovilidad de la pierna derecha, el casi grito por ayuda y el pánico atroz de la invalidez invadiendo todas las terminaciones nerviosas.
Me sentí sacudida por los efectos de una pesadilla, esa sensación circular de despertar en un sueño ajeno a la realidad habitual. Aquella habitación de paredes amarillentas, los libros sobre el viejo taburete, las flores secas adornando la mesa de noche y el aroma a incienso me eran ajenos. Al despertar estaba rodeada de paredes blancas, orden, grandes ventanas y rosas rojas adornando el velador, definitivamente no era mi hogar, imaginé que la extraña enfermedad formaba parte de la pesadilla, intenté despertar para sentir salubridad. Para cuando desperté los gritos inundaban la habitación, la sensación era monstruosa, casi no podía moverme. Saltar de la cama para correr el baño y examinar las extremidades fue imposible. Grité, sollocé, pero nadie surgió en mi socorro.
La carne parecía estar siendo arrancada a pedazos desde la espalda, la paranoia de que alguien me estaba devorando viva invadió mi razón, sentí la muerte hecha persona riendo mientras me miraba desde el cielo raso. Ella contemplaba mi agonía, mi soledad, mi triste final. Así me resigné, prontamente terminarían de devorar la piel, proseguirían con los órganos, el insondable dolor seguramente me dejaría en shock y mi hálito de vida sería historia; una más de las tantas de este mundo.
¿Quién me recordará?
¿Me recordará él?, ¿me recordará ella? ¿me recordará la gente que decía ser mi familia?
No, nadie me recordará, mi existencia fue poco importante. Me encargué de jamás escribir la historia, solo la susurré al viento y existí entre las mareas de la luz y la obscuridad antes del amanecer. Esta fantasía a la que llamé vida es solo una de las tantas historias que se repetirán mientras exista el mundo, seguramente alguien más heredará parte de mi polvo estelar y será yo, tal vez adquiera el mismo nombre, la misma apariencia, la misma tragedia una vez más. Con ese pensamiento me entregué a la infinita obscuridad del inconsciente, me sentí parte de la bruma estelar.
Un leve rayo de luz azotó mis párpados, los invitó a dejar la obscuridad, la noche había muerto, el día gris había tomado su lugar. Los ojos impactaron con el viejo árbol de capulí y el mirlo gris que descansaba en la rama batiendo las alas se lanzó a cazar el día. Mis manos corrieron hasta la cintura y hasta las piernas, todavía estaba completa. Intenté abandonar mi ergástula, en eso se había convertido mi cama; arranqué la cabeza de la almohada, dirigí las piernas hasta el piso y me encontré con lo que ya sabía, la derecha no se movía, el dolor era inexorable, mantenerme en pie me costaba, pedí ayuda, apareció alguien instándome a descansar, diciendo que era muy pronto para intentar caminar.
Volvió, es espeluznante, traté de describir mis sentimientos, me arrastré hasta el escritorio, terminé tirando las hojas al piso, nació el desorden, nacieron mis lágrimas, nació mi ira, nació mi nueva desidia por la vida. Si he nacido en otras épocas quizás fui un demonio, por eso esta vida es de manumisión, pero en esta también seré un demonio, quién me hace sabe que mi naturaleza esta lista para no seguir lo que desean los otros, la vida está llena de horrores y yo seré parte de aquello. Al final, todos los somos, tenemos esa fuerza casi infinita de maldad por hacer el bien. Mi bien no es tú bien y mi mal no es tu mal. El bien y el mal, todo esto es cuestión de relatividad. ¿Acaso debo inspirarte lástima para que decidas hacer el bien por mí? ¿Acaso debo ser infinitamente malvado para inspirarte rencor y hagas el bien por mí?
Si el dolor es la sarga de cada uno de estos huesos míos, que así sea, que me escuché el cielo blasfemar en contra de los creadores de mi prisión terrenal. Si esta es la realidad, viviré con templanza, indiferencia y en la misma obscuridad, no rectificaré nada porque de la nada me atacan los demonios del mundo, esos que toman forma de enfermedad.
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