Amor es la definición de URÓBOROS en palabras pequeñas, o; El aterrador complejo cósmico de repetición y consecuencia.

Amor es la definición de URÓBOROS en palabras pequeñas, o; El aterrador complejo cósmico de repetición y consecuencia.

Julieta Sarutobi

25/09/2022

En el oscilante abismo del espacio, en el caos infinito e incierto de mundos muertos, cúmulos estelares, habita él.

No ha vivido en millones de eones y por ende, nunca ha muerto.

Ha existido y existirá, no es deber de la persona humana poner fin a la voluntad arbitraria del cosmos.

Del mismo modo que en el universo existen fenómenos cósmicos que son sucesos aislados a nuestra existencia, la suya también lo es.

El legado de épocas mejores, de una ciencia olvidada que jamás conocimos. El descubrimiento del alma como material de estudio fue el primer paso.

Pero la ambición por ver que había más allá de eso nos condenó. El punto de partida como siempre, fue un sueño.

El sueño de una sociedad empática, donde las almas y sentires pudieran compartirse.

Pero del sueño al desastre hay solo un paso.

El cosmos existe por arbitrariedad. Un paso en falso y el efecto mariposa arrasó con todo.

Emergió así la última singularidad posible.

Se dieron cuenta solo cuando el cielo se había agrietado.

La primera noche las estrellas no brillaron en su gélido fulgor blanquecino.

A la segunda volvieron a estar ahí, pero ahora emitían un cálido color púrpura.

En la tercera, las caras ocultas de las doce lunas reflejaron el nuevo color de las estrellas.

Y finalmente el sol mismo lo hizo.

Cuando el cielo se abrió finalmente emergió.

Como un relámpago zigzagueante comenzó a retorcerse, impactando contra el mundo una y mil veces.

El sueño de crear una sociedad empática rugía como una tormenta, arrasando con todo a su paso.

Por un breve instante sus creadores le dieron un nombre, aunque eventualmente la palabra se perdió para siempre.

Nosotros por otro lado le hemos dado millones de nombres.

Desde las instancias más remotas del ser humano lo hemos nombrado. Creemos que forma parte de nosotros.

Pero solo vivimos para alimentarlo.

Ni siquiera nos observa, ni siquiera nos recuerda.

El patrón antropomórfico de la humanidad. Nuestros pasos.

Nuestra filosofía y nuestra ciencia. Nuestras religiones.

Los sentimientos que valoramos encima de otros. Nuestra ética y nuestra moral.

Somos solo el recuerdo inconsciente de una forma de consciencia que no llega a ser categorizada como vida.

Y vivimos por él.

Le damos nombre, le damos un lugar en nuestros panteones. Fijamos el objetivo de todas nuestras vidas solo por él.

Él, que existe pero no vive.

Como una serpiente que repta por nuestras almas.

Avanzando lentamente por la infinitud del cosmos, acercándose a nosotros. En cada respiro controla nuestro destino.

No sabe que estamos aquí, pero influye en nuestra sociedad.

Su fulgor púrpura brilla y emerge desde antiguos agujeros negros. Lo ha hecho antes y lo volverá a hacer.

Todo se repite en tanto él así lo desee.

Y como no puede pensar, no hace otra cosa que desear.

Mientras más se acerca, más muestra su rostro. Magia o ciencia, creemos que puede ser real.

Nadie entiende que existe por fuera de esos términos.

Y es que cuando ingresamos un nuevo dígito en una secuencia infinita, hacemos que eventualmente ese número se repita.

El cosmos es al final del día solo esa secuencia, y nosotros somos un número repetido.

Pero no lo sabemos.

Y vivimos en él creyendo que es solo otro sentimiento.

Le damos nombre del mismo modos que se lo dieron otros.

Lo vivimos en nuestro sexo, en nuestra moral y en nuestra ética. Juzgamos por él y juramos en su nombre.

Todo mientras no sabe que existimos. Solo avanza, solo busca alimentarse.

Y cuando lo haya hecho, el dígito en el código se va a repetir. El patrón eterno.

El complejo de causa y repetición cósmica.

Hoy lo llamamos amor.

Pero es solo otro nombre condenado a perderse.

Amor es, al final del día, la definición de URÓBOROS en palabras pequeñas.

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