Sin embargo, si hubiera guardado paciencia y confiado en el camino como tantas otras veces había querido creer. Al cabo de los meses hubiera podido escribir…

Y es que sigo en ese tren, 7 de julio de 2022

Y es que sigo en el tren viendo el paisaje de los veranos pasados, oliendo el mar a través del ventanal. Esto de aquí espero plasmarlo breve y conciso porque no voy a llorar, al lado del yo de unos años atrás sentado a mi vera. Esa chiquilla. Haciendo matemáticas emocionales con lápices perdidos en el moño, se sentía artista.

Sigo en el tren intentando desengañarme de que la vida se cose a despedidas y reencuentros. Pensar eso es triste, pero tú y yo sabemos que no es cierto. Como las cuatro esquinitas que tiene mi cama, los ángeles no se despiden.

¿Recuerdas de qué color veías la salida del túnel? Porque cada uno que cruzo hoy me parece brillante de sudor por el calor, supongo. El termómetro del vagón indica 37 grados, fiebre. Y 301 quilómetros por hora, todavía no soy luz.

La última vez desde Madrid, era de noche, y mi felicidad solar no me dejó dormir. O puede que fuera el café que nos tomamos. Qué bonita la tierra. ¿Has visto los olivos, te acuerdas a veces de ellos? Cambio mucho de tema, pero es que no he dejado de moverme. Nunca había hecho pipí a 300Km/h, o quizás sí, en una vida lejana en la que voy en avión sin darme cuenta. Ya nos sabemos la dinámica, nunca permanezco mucho tiempo, a ti siempre te pesa demasiado y yo no puedo remediarlo. En esas travesías de campos verdes te aburrías y dormías, yo me inventaba historias de cristal.

A mi lado está una nuca de pelo castaño oscuro, lleva una camiseta negra tan normal, pero que hoy da calor solo de pensarla. Se gira. No eres tú. No son tus cejas y ahora que me fijo ni de lejos son tus manos. Me gustaba la idea de que estuvieras durmiendo sin importarte mucho qué hiciera yo.

Por encima de tu nuca, el puntito azul del GPS está dispuesto a comerse Zaragoza. La persona a mi vera ha levantado la cabeza y parece estar despierto. Digo parece porque de nuevo se acaba de acostar, mostrándome la nuca otra vez. No sé a quién pretende engañar, pero ese no eres tú. Me encantaría hablarte de la nuca que no es la tuya y como la convertiría en ese olor brujo que recuerdo pertenece a la continuidad de tu cuerpo. Pero me levanto a ver el Pilar, el mundo real no se ve todos los días y bien pensado, puede que al llegar mi embriaguez se torne carne.

O puede que deba ya empezar a darme cuenta de que lo tengo todo pensado, aunque únicamente en la libreta. Sin embargo, la vida no va de imaginarte, hoy no. Se me taponan los oídos de princesa. 40 grados ya y en el vagón número seis son las diecisiete cero cero. Si todo va normal, como planeamos, igual que lo deseamos, te veo en una hora en Atocha. Dónde y cómo me dejaste hace cuatro meses, más o menos. Dónde y cómo nos dejamos.

A poco de llegar me desespero, cada vez que me alzo en tu silencio me desmontas el esquema. Unas páginas atrás, no iba a llamar más, me di por enterada. Como no sé, el vagón aminora su marcha y me da unos treinta quilómetros por hora de margen para resolverme a no rodar por la escena de película antigua en la que recoges mis labios en la puerta. Aprovecha que la vida cede unos minutos de su tiempo para darnos las frases más correctas. En mi última carrera a colisión fulminaste mis alas sin decirlo, sabiéndolo. Deberé recomponerme frente a ti en ese café lleno de otras versiones de tú y yo. Esa media hora languidece y apresura, sin saber a qué atenderme, mis ganas de verte. Sois tan buenos en el juego, siempre pierdo de verdad. Tendré la frase más correcta, pero me da miedo que se chive gritando el corazón. Porque honestamente, me apasiona la idea de viajar junto a tu nuca.

En este trayecto soy más pequeña que la niña rubia que tengo en diagonal, se ha sentado a ver el verano de hoy, como si fueran formas abstractas tan serena. Claro que a ella le quedan muchos estirones para darle sentido a esos verdes, los tejados y los azules. A mí me queda la desazón de haber vivido y echarte de menos.

(La semana que viene más, feliz agosto.)

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