La ultima vez que escribí fue para mi. Hace años que solo escribo para mi. Hace años que reservo mis pensamientos y guardo las palabras solo para mi. Hace poco me reconcilié con la escritura a papel, donde empecé a grabar en piedra todo lo que mi boca no dice.

La ultima vez que pensé en compartir lo que sentía mi yaya seguía viva, y yo vivía con ella. No hace tanto que ella estaba viva, pero hace años que dejé de compartir con ella lo que escribía. Hace años que enterré mi don, como ella lo llamaba, y la privé de mis palabras.

Hoy me arrepiento de esa ultima vez en que escribí, porque también la guardé para mi. Dejé de confiar en mi don, dejé de querer compartirlo con ella, o con cualquiera, me arrepiento profundamente de apartarla de mi de esa manera, y me arrepiento de apartarme de mi misma también.

La ultima vez que hablé con mi yaya fue como la ultima vez que escribí para alguien que no fuera yo misma. Hace ya años de lo segundo, pero tan solo hace unos meses desde que hablé con ella.

Se que ella quería verme feliz, y se que sabía que era feliz viajando y compartiendo cosas nuevas con gente diferente. También me arrepiento de haber viajado y compartido esa vez, porque no lo hice con ella.

La ultima vez que hablé con mi yaya no recuerdo si era de noche o de día, no recuerdo si le di las buenas noches antes de irme a dormir, ni si quiera recuerdo que comí con ella la ultima vez.

Recuerdo que salí de casa temprano para volver a viajar, recuerdo que no me despedí. Hacía ya años que compartía mi vida con ella, y no hacía tanto que empecé a dar por hecho que siempre la tendría, que estaría ahí cuando volviera.

Es curioso que lo que me llevó a no estar con ella a tiempo es lo mismo que el cuerpo me demanda hoy. Vivo con miedo de no estar lo suficiente con quien quiero, pero vivo con ansias de salir, de irme y de no volver.

Cuando escribía, hace ya años, lo hacía pensando en mi, en mi mundo interno, cuando dejé de escribir y empecé a guardar mis palabras en esa libreta de papel de piedra también lo hacía pensando en mi.

Cuando me fui a Toulouse la ultima vez que mi yaya comió las doce uvas lo hice pensando en mi, y la mañana en que me fui a mi isla y la dejé durmiendo en casa, esa mañana también pensé en mi.

Hoy escribo pensando en ella, y la pienso escribiendo porque recuerdo que es como mejor se pensar, porque me acuerdo de cómo aprendí a superar lo difícil, cómo aprendí a vivir conmigo misma de niña.

Ella adoraba leer lo que escribía, echaba de menos que escribiera, aunque no fuera para ella. Pero durante años escribí sin contar con ella, viví sin pensar demasiado en ella, di por hecho su presencia, y me equivoqué.

La ultima vez que la vi no recuerdo lo que hacía, ni yo ni ella, pero hace ya años que no pienso mucho en lo que hago, igual que hace ya años que solo escribo para mi en papel de piedra.

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