Una semana de vida

Una semana de vida

AttoAlini

14/02/2022

El doctor se puso serio al igual que temeroso, tragó saliva mientras abría lentamente su boca para hablar. El tiempo se detuvo y pareció una eternidad, lentamente y con el tono de voz por debajo de lo normal, me miró a los ojos y dijo: –Te queda una semana de vida- Sostuve su mirada con mis ojos, después aparto sus ojos de los míos y se hizo a un lado, pues mis padres corrieron a abrazarme desde el otro lado de la habitación mientras comenzaban a llorar. Veía como mi madre me besaba la mejilla derecha sosteniendo mi cara con sus dos manos diciéndome que todo estaría bien y que saldríamos delante de esta. Mi padre por su parte me abrazaba hundiendo su cabeza en mi pecho del lado izquierdo y entre sollozos escuchaba como le reclamaba a Dios por tal situación.

Yo no pensé en nada después de escuchar esas palabras, quizá ya lo esperaba. No sabía que sentir, no estaba triste ni tampoco enojado. Me perdí en mis pensamientos, me aislé del mundo en aquel momento, veía pero no veía; es como si la persona que está delante de la ventana de tus ojos viendo todo el exterior regresara a mi cabeza, dejando aquellas ventanas abiertas. ¿En verdad iba a morir? El estar preparado para la muerte es algo que no creo que nadie en el mundo lo este, pues todos tienen motivos para aferrarse a la vida. Desde aspiraciones como ser millonario hasta querer seguir viendo el amanecer, motivaciones tan pequeñas o grandes pero al final todas nos motivan a continuar y querer que nuestra vida no se extinga. ¿Yo tendría alguna?

Después de eso mis padres se volvieron para con el doctor y comenzaron a atacarlo en forma de cuestionamientos y amenazas, pues creían que pudo habernos dado resultados equivocados por lo cual podrían demandar al hospital pero el antes de proseguir me miró –No sé si sea prudente seguir hablando de esto con el chico aquí, se nota muy impactado por la noticia- Mi padre lo interrumpió –No importa, es su vida. Si a alguien le interesa todo esto es a el- Respiró profundo y continúo –Él debe de quedarse para que escuche todo lo que usted tenga que decir- Mi madre lo tomó del hombro –Querido, creo que será mejor que nosotros nos quedemos hablando con el doctor, debe de ser muy duro escuchar todo esto, es mejor que cuando se encuentre más tranquilo el doctor le explique o nosotros lo hagamos. –No- dije. Quiero quedarme a escucharlo todo .Mis padres se miraron entre ellos y el doctor. –Si es su decisión entonces que así sea- Le dijeron mis padres al doctor.

Estuvimos un rato escuchando todas las explicaciones que nos dio aquel doctor y del porque el tiempo de vida para aquella enfermedad que tenía era casi exacto, la enfermedad una vez detectada era imparable como una bomba de tiempo. Mis padres con lágrimas en sus ojos le preguntaban al doctor si existían otros medios para poder curarme, no importando el precio pero a cada uno de estos cuestionamientos el doctor simplemente meneaba la cabeza hacia los lados de forma lenta. Yo los veía desde un lado, pues no había querido hacerle ninguna pregunta o por lo menos no se me ocurría nada que decir. El doctor muy consternado por la situación de ver a unos padres desesperados trató de calmarlos, ya que mi madre estaba hecha un mar de lágrimas, mientras mi padre trataba de hacerse el fuerte para poder tranquilizarla. Al ver que nada funcionaba el doctor encomendó el caso a Dios y comenzó a hablar de casos extraordinarios en los cuales los pacientes habían sanado milagrosamente. –Bien pensado- dije, sonriendo para mis adentros, pues si existe algo que siempre llega a tranquilizarnos cuando no tenemos más esperanza es aquel mundo misterioso y desconocido de la fe.

Salimos del consultorio, mis padres le dieron las gracias y al doctor no le quedo más que ofrecerse para cualquier cosa que pudiésemos llegar a necesitar, dejé que mis padres salieran primero y cuando estaba a punto de salir el doctor me detuvo un momento para decirme –En verdad, cuanto lo siento, chico- puso su mano en mi hombro. No me gusta dar malas noticias pero como tú sabes solo Dios sabe porque hace las cosas, ten fe. Le dí las gracias y salí.

El camino del hospital a casa fue todo en silencio en el auto, el cielo se empezó a nublar con un color gris oscuro. –Se avecina una tormenta- dije, queriendo romper el silencio pero mis padres no respondieron. Mi madre se limitó a poner la primera estación de radio que encontró en la cual sonaba Can’t takes my eyes off you.
Seguía sin saber que pensar o como sentirme, miré hacia los asientos de mis padres, la mirada de mi padre fija en la carretera mientras conducía y la de mi madre igual, perdida en la calle por donde pasaba el auto.

Llegamos a casa tan silenciosos como habíamos estado, comencé a subir las escaleras hacia mi habitación cuando mi madre me pregunto que a donde iba, antes de que le contestara mi padre la tomo por el hombro bajo la mirada y le susurro –está bien, amor. Deja que se vaya. Yo solo los mire y continúe mí subiendo. Llegue a mi cuarto y me acosté en mi cama, mirando hacia el techo, si aquello que tenía podía decirme exactamente en qué momento iba a morir quería saberlo para estar preparado, no quería morir en cualquier lado y que la gente me viera desvanecerme por lo que decidí ir mañana a visitar al doctor para preguntarle con exactitud cuándo ocurriría.

Cerré los ojos y pensé en que si debía sentirme triste por mi muerte ¿era así como se sentía alguien que se encontraba en la misma situación que yo? Eso fue lo último que pensé antes de quedarme dormido. Mi móvil sonó, tenía un mensaje de Mike, quería saber si podíamos vernos un rato para charlar acerca de algunos problemas que tenía con su novia. Le contesté que estaría en su departamento en 15 minutos. Bajé y encontré a mis padres con cientos de documentos en el comedor, una laptop encendida, mientras papá hacía una llamada. Les comenté que iría al departamento de Mike, mi padre iba a decir algo pero mamá lo miro y después me dijo que estaba bien, se levantó, tomo dinero de su bolso y me lo dio. –Puedes llevarte el auto si quieres para que no camines tanto- Me dijo mi padre mientras mantenía su móvil pegado a la oreja. –No será necesario, quiero caminar un poco- les dije y me despedí.

Al parecer había llovido, pues las calles se encontraban húmedas y con pequeños charcos, el olor a el asfalto húmedo fungía como una especie de relajante para mí, No me percate que hora era pero ya estaba atardeciendo por lo que me detuve a observar la hora en el celular, pues no lo había hecho antes, dormí por lo menos 2 horas; en las cuales no soñé nada, solo un abismo oscuro al cerrar los ojos y quedarme dormido. -¿Así se sentirá estar muerto?- pensé, luego recordé que seguía sin saber cómo sentirme al respecto de mi muerte, había tenido una vida normal, nada fuera de lo común, a mis 22 años seguía viviendo con mis padres y estudiando la universidad, todavía me faltaban 2 años para acabar. Comencé a pensar si existía algún motivo en mi vida por el cual me gustaría seguir viviendo pero no lo encontré, todo lo estaba haciendo por el simple hecho de vivir y existir en aquel lugar. Comencé a sentir tristeza pero esta fue más por mis padres, mis amigos, mi novia y aquellas personas con las cuales convivía, me sentí así debido a que ellos me extrañarían pero no porque yo sintiera algo hacia ellos, los quería pero en ese momento no podía sentir nada mas o era simplemente que ya había perdido toda esperanza, me encontraba resignado por lo cual no tenía motivos para sentirme mal por ellos.

Antes de llegar con Mike me detuve en la tienda que se encontraba a una cuadra de su casa para comprar cigarrillos, no era fanático de fumar y si lo hacía solo era ocasionalmente pero en ese momento creí que sería lo único que llenaría aquel vacío que sentía. Llegué con Mike y comenzamos a platicar como de costumbre –hermano, si continúan peleando así será mejor que terminen- le dije, Mike agacho la cabeza y asintió, habíamos tenido la misma conversación un millón de veces pero la relación de Mike era así, se pelea con su novia y regresa, era un ciclo que se repetía una y mil veces. Era mi amigo y lo quería, estaba harto de verlo estancado de esa forma. Antes de continuar, debía decirle sobre mi futura muerte por lo que le dije –Vamos a la azotea, necesito hablar contigo sobre algo- Él sabía que era algo serio, aunque fuéramos los mejores amigos, rara vez solía contarle cosas relacionadas con mis sentimientos o problemas por lo que cada vez que le decía que subiéramos a la azotea del edificio era porque algo importante iba a contarle. Subimos por el elevador mientras continuamos platicando de su novia. Llegamos al último piso y caminamos todo un pasillo para poder subir las escaleras que daban a la azotea, era el quinto edificio más grande de toda la ciudad lo que hacía que tuviera una vista realmente increíble. La vista lo era todo y aún más cuando comenzaba a oscurecer, me agradaba la sensación de encontrarme por encima de la mayoría y sentir el aire frio que daba en esa época en mi rostro.

-Muy bien, pues escúpelo- Me dijo Mike, mientras se recargaba de espaldas del barandal de concreto. Tome la caja de cigarrillos de mi chaqueta, tome uno, le pase la cajetilla a Mike y comencé. Mike no supo que decirme, solamente asentía y me preguntaba por ciertos detalles sobre aquella enfermedad, él sabía que no estaba mintiendo, pues no jugaría con algo así. –Supongo que tus padres están buscando en estos momentos cualquier forma posible para salvarte- Me dijo. –Supongo que si, por eso se encontraban haciendo llamadas y buscando en internet- Le dije mientras miraba hacia el paisaje urbano que teníamos enfrente. –Creo que buscaran hacerme sentir bien, pues justo cuando me iba mi padre se ofreció a darme en auto para venir acá y tú sabes que a papá no le gusta que conduzca su auto, sino es por alguna emergencia. –Pues supongo que todo lo que pueden hacer ellos en este momento- Se detuvo y trato de continuar –Digo… tu sabes… para que… tus últimos momentos sean felices- Termino la frase con dificultad, a pesar de que existía una gran confianza entre nosotros para poder decirnos cualquier cosa a la cara esta fue la primera vez que pude notar como le causaba incomodidad al hacerlo, pensé en que no era fácil aceptar la muerte de tu mejor amigo así como si nada. –Lo imaginé y espero que tú no lo hagas- Le dije un poco molesto. No quiero que la gente me tenga lastima solo porque voy a morir ¿sabes? Quiero que me traten normal, yo sé que por lo menos quieren que mis últimos momentos sean felices pero ¿Por qué? Si no toda mi vida ha sido feliz ¿Por qué engañar a la persona y hacerle vivir una fantasía? Mike no respondió, sabía que tenía razón y él pensaba igual que yo. Le dije que aún no conocía cuanto tiempo me quedaba pero que mañana iría con el doctor a preguntarle si es que podía darme una hora exacta. Bajamos y le dije que nos veríamos después pero que por ningún motivo le contara a nadie eso, solo yo lo haría y sabría a quienes decirles. Asintió con la cabeza y me dio un abrazo mientras esbozaba un -te quiero, hermano-.

Regresé a casa antes de las 11 de la noche y mi madre había preparado mi comida favorita, me miro con amor y me dijo –corazón, siéntate que la cena esta lista. Hice tu platillo favorito- Nos sentamos a la mesa y comenzamos a platicar de trivialidades aunque a pesar de ello podía notarse como debajo de esa falsedad se encontraba queriendo salir aquel sentimiento de tristeza por parte de mis padres. Cuando estábamos terminando de cenar mi padre hablo –tu madre y yo estuvimos platicando y creemos encontrar un lugar del otro lado del país donde puedan tratar tu enfermedad, dicen que existen algunos casos exitosos. Tomó un vaso de agua y continúo –así que el día de mañana nos pondremos en marcha, llamamos y todo esta listo salir de aquí temprano-

Lo pensé un momento, no quería hacerlos sentir mal y que pensaran que mi vida no me importaba, sentía que por ser hijo único tenía una mayor responsabilidad pero les dije que no, pues eran algunos casos aislados los cuales habían podido salvarse y yo no estaba de acuerdo con que me llevaran tan lejos para ser su conejillo de indias, prefería morir antes que llevar un destino peor. Mi madre me dijo que lo hiciera por ella, pues no soportaría ver a su único hijo morir, que si la amaba aceptara. Pero me negué, mi padre solamente escuchaba atentamente cabizbajo. Papá me dijo que no fuera tan egoísta y pensara en ellos, quizá a mí no me importaba mi vida pero a ellos sí, yo me limite a decirles que respetaran mi decisión, pues a pesar de que ellos me habían dado la vida, esa vida era mía y lo único que deseaba era paz. Discutimos por un largo rato llegando siempre al mismo lugar por lo que me disculpe y subí a mi habitación, mi madre estaba hecha un mar de lágrimas, mientras que mi padre se limitaba a consolarla apretando con puño con tanta fuerza que hasta temblaba. No me fueron a buscar, me dejaron solo.

Llame a Audrey para desearle buenas noches y decirle que si podíamos vernos el día de mañana pues quería verla, me dijo que ella siempre tendría tiempo para mí con esa voz tan dulce que tenía, por lo que quedé de verla por la tarde, ya que mañana había clases. No sé cómo lo tomaría pero debía de contarle, pues era una persona muy importante y especial para mí, la amaba mucho, me preocupaba como se sentiría. No sabía si era parte de ya saber que iba a morir que por esa razón ya no sentía nada, quizá ya había aceptado a la muerte, pues en donde debería de haber tristeza, miedo y desesperación, no se encontraba nada, solo calma. Me importaban mucho las personas que quería pero eso no cambiaba el hecho de que iba a morir lo quisiera o no. Hubiera tenido un futuro con cientos de cosas que vivir pero en realidad nada me hacía tanta ilusión como para aferrarme a la vida. Y con estos últimos pensamientos dormí.

Al día siguiente mi madre me levantó muy de mañana antes de que sonara mi despertador para ir a la escuela, me dijo que aceptaba mi decisión y aunque le doliera en el alma la respetaría junto con mi padre pero que por lo menos me dejara consentir por ellos en los últimos días de mi vida; querían hacerme sentir bien por lo que querían pasar todo el tiempo que teníamos con ellos yendo a aquel lugar que tanto deseaba visitar y que no aceptaría un no por respuesta. No sabía si molestarme o enternecerme por mis padres, tomé la mano de mi mamá y la miré a los ojos un poco somnoliento aun. –Quiero quedarme aquí, quiero hacer las cosas comunes que hago siempre, el que hagamos algo distinto mientras todos sabemos que pasara después solo me pondrá triste y a ustedes igual, no quiero que cuando me vaya, no solo muera sino que todavía les deje una gran deuda por aquel viaje- Pude ver como cada palabra era como una cuchillada al corazón de mi madre. -Les amo y sé que ustedes me aman, eso me basta- Dije.

Vi como los ojos de mi madre se ponían vidriosos a punto de llorar pero se contuvo, se levantó de mi cama diciendo que entonces se me haría tarde para ir a la escuela y salió de mi habitación. No quería mentir por eso le dije la verdad, si iba a morir por lo menos lo haría viviendo mi vida tal y como era, no engañado. Así que me aliste para ir a la universidad.

El día trascurrió de forma normal en la escuela, tomé todas mis clases pero no pude concentrarme solo pensaba en como lo tomaría mi novia y si estaba bien no sentir nada al respecto de mi muerte, no me importaba realmente, había vivido una vida tranquila, quizá no la que había querido pero me bastaba con lo que tenía. Comencé a realizar una lista de cosas que me hacían feliz para ver así podía obligarme a querer aferrarme a la vida y sentir algo pero nada, entre algunas cosas que había escrito se encontraban “Tomar un baño caliente, Comer una hamburguesa en Pino’s, platicar con mi amigo Mike…” La lista continuaba pero al parecer no eran suficiente motivo para hacerme sentir algo.

Al salir de clase a las 3:00 de la tarde llamé a Audrey para verla en algún lugar que ella quisiera y como era de costumbre me dijo –decide tú, lo que quieras quiero- con aquella melodiosa y cálida voz. Le dije que deseaba verla en su casa, así que me dispuse a ello. Llegue 20 minutos después, cuando abrió la puerta lo primero que mencionó fue que sus padres no estaban en casa y me miró seductoramente, yo sonreí y la cargue entre mis brazos mientras la besaba. Antes de pasar a otra cosa hable con ella, le conté lo que había dicho el doctor, ella no dijo nada solo asentía con la cabeza, cuando terminé un silencio se hizo notar. – ¿Es una de tus bromas verdad, amor?- me dijo conteniendo sus lágrimas. –Dime que es otro de esos chistes crueles que me hacen reír. Yo solo baje la mirada. –Me gustaría que así fuera- le dije. –No, no, no, no, no es cierto, ¡bebé! ¡Eso no es justo! Llevamos una hermosa relación de más de 2 años, aún nos falta tanto por vivir ¿Es que acaso no se puede hacer nada? La mire a los ojos y le dije que no podía hacerse nada que el tiempo estaba sobre mí -¡No quiero que te vayas! Me abrazo, yo hice lo mismo –Yo tampoco quiero- le dije, a pesar de que no lo sentía en realidad. Estuvimos hablando por mucho tiempo más de eso, del como ella ya tenía planes para nuestro futuro y del como formaríamos una bonita familia, traté de hacerla entender, lo cual me resulto muy difícil pero al final lo conseguí. – ¿Así que vienes a despedirte de mí?- Me dijo, mientras se sonaba la nariz con un papel. –No es eso, solo quería que estuvieras enterada- Mencioné, aunque francamente no sabía que era mejor, si decirle o simplemente esperar a que ocurriera. –No quería irme sin decírtelo, sin que estuvieras preparada- se sentó en mis piernas, se acercó lentamente a mi rostro mientras sus manos tomaban mi cara y a pesar de aun ver la tristeza en sus ojos, dijo –Entonces hagamos que hoy valga la pena. Me besó y yo respondí pero había algo dentro mí que me no dejaba en paz, no sabía si ya estaba muerto porque no me sentía igual que siempre al besarla, algo cambio desde aquel momento en que supe de mi muerte.

Permanecimos acostados en su cama, ella se acostó en mi pecho y me dijo que siempre me iba a amar, pues era aquello siempre había deseado. Yo la miré y le di un beso en la frente. –Eres la mejor- dije. Luego hablo de serme fiel para toda la eternidad pero yo no estaba contento con ello, pues ella merecía ser feliz con alguien a su lado. No quise tocar más el tema, solo continuamos hablando de otros temas hasta que anocheció por lo cual tuve que regresar a casa diciéndole que la vería en la semana.

Recordé que no había ido a hablar con el doctor, así que lo haría mañana por la tarde, llegue a casa pero no encontré a nadie por lo que me preparé algo de cenar y subí a mi habitación a hacer tarea para luego leer un rato. Me quedé dormido después de haber leído 20 hojas. Así que no desperté hasta la mañana siguiente cuando sonó el despertador, realicé mi rutina diaria la cual consistía en ponerme mis calcetines, el pantalón, una playera, tomar un suéter, bajar a desayunar, lavar mis dientes e ir a la escuela.

En la universidad todos me saludaban, me preguntaban cómo me encontraba hoy y se hacían a un lado con cortesía para que yo pudiera pasar, sabía que algo pasó, alguien le había contado a toda la universidad, todos me mostraban su lastima ¿Por qué debe alguien de perecer para que podamos hacer algo bueno por la persona? Me preguntaba ¿Es que acaso temen llegar a estar en la misma situación y quieren que la gente los trate de esa forma para que así sea más llevadero el momento? Todos mis compañeros eran amables conmigo, incluso mis profesores. Ese día me realizaron una fiesta en mi honor con mis compañeros de la escuela en una de las clases, algunos me dedicaron algunas palabras, me abrazaron y me llevaron algunos obsequios. Lo único que me limité a hacer fue a dar las gracias, algunos cuando me abrazaban me decían que lo sacara, que no era bueno quedarme con nada adentro. –Llora- Me decían pero yo no sentía nada, solo un poco de molestia por todo eso. Pues nunca habían sido tan amables y atentos conmigo.

Salí de la escuela y me dispuse a ir a ver al doctor, un profesor se detuvo en su auto, se ofreció a llevarme pero le dije que prefería caminar, se despidió de mí y continúe mi camino, llegué al hospital y pregunté por el doctor Ainsel, tuve que esperar unos 15 minutos, pues se encontraba atendiendo a un paciente. Llegué a su consultorio y toqué la puerta, el me hizo pasar. Se sorprendió al verme ahí, pensó que venía con mis padres pero le dije que solo era yo, no pensaba quitarle mucho tiempo, ya que solo deseaba saber si podía tener una fecha y hora exacta de mi muerte, el me miró y muy pesadamente me dijo –Chico, eres muy fuerte, realmente no sé cómo te encuentras aquí preguntando eso por tu cuenta, he conocido a otros pacientes que cuando les doy esa mala noticia, o mueren por un paro cardiaco debido a la impresión o se vuelven locos. Te admiro y solo por eso te lo voy a decir, tus padres vinieron ayer a preguntar lo mismo pero no quise decirles. Toma esto como un obsequio por tu determinación.

Me miró fijamente a los ojos –Escucha, te dije que te quedaba una semana y sigo en lo correcto, a ver… si el día en que te dije eso era domingo y hoy es martes deberías de tener hasta el sábado pero el saber exactamente la hora es arriesgarme mucho a equivocarme. Le dije que no importaba si se equivocaba, necesitaba conocer a qué hora seria o por lo menos un margen para poder por lo menos estar en casa y no morir en alguna vía publica y asustar a medio mundo. –Permíteme- dijo, mientras comenzaba a realizar algunos cálculos en una hoja de papel y a hablar en voz baja de cosas que no entendía. –Con temor a equivocarme puedo decirte que será entre las 10 de la mañana a las 3 de la tarde- Asentí con la cabeza, le di las gracias y salí. Pude haberlo buscado en internet pero como siempre no era tan confiable como ir y hablar con un experto.

Tenía hambre por lo que decidí ir a comer una hamburguesa a Pino’s ya que para mí, ahí servían las mejores hamburguesas de toda la ciudad, le pedí una sencilla con papas al viejo Wednesday y me senté a esperarla en una de las mesas, creí que al saber exactamente la hora de mi muerte despertaría algún sentimiento de miedo dentro de mí pero no pasó nada ¿De verdad aún seguía vivo? Comencé a pensar en mi vida a repasar cada uno de los momentos más relevantes de mi vida y quizá encontrar un poco de culpa y resentimiento hacia una persona que me ayudara a sentir algo pero no, todo estaba tranquilo y en paz.

El viejo Wednesday me trajo mi hamburguesa hasta la mesa y me preguntó si me pasaba algo, pues me encontraba más pensativo que de costumbre. – ¿Acaso no tienes más clientes que atender?- le dije mientras le daba la primer mordida a mi hamburguesa. –Por el momento solo estas tú, así que puedo charlar un rato con mi buen amigo- Me dijo, mientras se sentaba poco a poco en la silla que se encontraba enfrente de mí. Con Wednesday teníamos una amistad muy grande, pues a él lo veía como el abuelo que nunca tuve, siempre me inspiraba confianza desde que llegué a ese establecimiento hace más de 4 años. Por lo que pude hablarle francamente y aquello de lo cual sentía. –Pareces todo un viejo, hijo. Piensas parecido a mí, veras cuando se es viejo como yo lo único que piensas es que cuando vendrá la muerte por ti, no te importa lo demás, ya no le temes, sabes que el día está cerca y puede ser hoy. No te arrepientes de aquello hiciste y el día que me toque a mí, me iré feliz y tranquilo de haber hecho lo que quise. Creo que esa es la manera autentica de aceptar a la muerte- Comió una papa de mi plato y continuo. Los jóvenes como tu creen todavía tener una vida por delante pero no saben que la vida no se tiene comprada, al igual que los padres piensan que ellos morirán primero y después sus hijos, todos deberíamos de estar preparados para morir en cualquier momento, aunque si me preguntas a mí, si lo hubiera estado hace unos 30 años atrás, te habría dicho que no, incluso hubiera rogado por mi vida a la muerte si eso se pudiera.

-En eso tienes razón, amigo- le dije, mientras comía el ultimo bocado de mi plato pero tú por lo menos te sientes bien y feliz de haber vivido, yo ni siquiera eso. Solo sé que moriré y nada más me importa, aunque no puedo, no sentirme un poco aliviado de por fin dejar este mundo de mierda y de tantas exigencias de la sociedad, creo que solo así puedo sentir una pizca de felicidad. –No cabe duda que estás loco- se levantó de la silla con dificultad y me dio un abrazo. –Me tengo que ir, gracias por escucharme Wednesday- le dije mientras me levantaba de mi asiento para tomar mi cartera y pagar. –Así déjalo, hoy corre por mi cuenta- me dijo, sonriendo. Lo miré un poco molesto pero prometí regresar el jueves con una botella de whiskey que tanto le gustaba para estar a mano.

Caminaba por la calle pensando en que quizá a pesar de mi edad ya era muy viejo, como lo había dicho Wednesday, tal vez mi alma había vivido más vidas por lo que ya estaba cansada y vieja, solo esperando descansar para toda la eternidad. Mi móvil sonó, era Mike. -Oye viejo, sé que quizá estés ocupado pero necesitaba decirte esto- me dijo. Sabía que si mi amigo me llamaba era por algo importante y más a estas alturas por lo que a pesar de que no me gustaba hablar por teléfono mientras caminaba por la calle, lo escuché atentamente. -Veras, sé que quizá no te gusten esas cosas pero Audrey me llamo y está organizando una fiesta en tú honor con todos tus amigos al igual que tú familia para el día de mañana. Yo le dije que no eran el tipo de cosas que a ti te gustaría que hicieran pero tú sabes que ella solo trata de que te sientas bien, cielos hermano eres muy afortunado de tenerla a ella como tú novia- No dije, nada. Sabía que Audrey y mi familia lo hacían porque me amaban pero no podía evitar sentirme molesto por ello, si algo quería era pasar mis últimos momentos como toda mi vida fue, normal y tranquila. -Bueno, solo te llamaba para que estuvieses enterado, no trates de impedirlo. Lo único que quieren es que te sientas bien y tal vez así expiar un poco de la culpa que sienten por no poder hacer nada o si es que te fallaron en algo compensártelo. -Gracias, amigo. No te preocupes, lo entiendo- Dije y nos despedimos.

Llegué a casa, mis padres me esperaban con un maratón de mis películas favoritas y varios tazones de palomitas, papas y refresco. No dije nada, no quería hacerlos sentir mal por mi forma de pensar, solo les sonreí y nos pusimos a ver películas por el resto de la tarde y parte de la noche. Antes de ir a dormir hablé con Audrey como siempre, hablamos de cuánto nos amabamos, nos reímos un rato y después dormí.

Me levante para ir a la escuela pero titube, no sabía si ir, pues no soportaría otro día como el de ayer en el que todo el mundo era amable conmigo, así que decidí fingír ir a la universidad. Salí de la casa y en vez de tomar el autobús para la escuela, preferí ir a un parque a terminar mi lista de cosas que me hacían feliz. Estando en el parque sentado en una banca de concreto pensaba en si de verdad era importante dejar huella en este mundo, mucha gente es recordada e inmortalizada por escribir grandes libros, hacer grandes descubrimientos o simplemente tener hijos. Antes nunca me importo trascender y ahora pensé que si me enfocaba en meditar aquello podría cambiar de parecer pero no. Yo era el único que estaba tomando mi muerte tranquilo, pues los demás estaban armando un desastre.

Miraba hacia enfrente pero a la vez no veía nada, pues me encontraba absorto en aquellos pensamientos, cuando un olor a tabaco hizo que saliera de estos. Sentí la presencia de alguien del lado izquierdo de la banca y noté que un chico con apariencia despreocupada fumaba un cigarrillo, teniendo una cara de aburrimiento total. El chico de cabello abundante me hecho una mirada al darse cuenta que lo estaba observando y pudo leer de manera rápida la lista que tenía en mi libreta situada en mis piernas. Alzó una ceja –Interesante- dijo con todo despreocupado. Yo también tengo una lista parecida a la tuya, solo que la Mia son recuerdos que me hicieron feliz. El joven parecía ser unos años menor que yo pero en su rostro se miraba una persona que ha vivido cientos de situaciones no muy gratas. –Creí que el único que hacia este tipo de cosas era yo- le dije. –En realidad creo que es muy común- acoto. Todos o la mayoría de personas deben de tener una lista de cosas, sino es escrita, quizá solo en su cabeza sobre algo que tenga que ver con sus traumas. -¿Traumas?- Le pregunte extrañado. –Así es, si tú estás haciendo una lista de cosas que te hacen feliz es por algún motivo, la gente no hace ese eso sin motivo aparente y no solo hablo de eso, sino de listas tan simples como lo pueden ser su top de películas favoritas o canciones- Cuando comenzó a hablar tomo otro aire, ya no era un chico común y corriente como creí que lo era, sino que al igual que yo parecía almacenar más conocimiento del que pensé que podía tener. – Es lo mismo con tu lista o la Mia, las escribimos porque tenemos algo que nos movió a hacerlas, cosas que normalmente tienen que ver con problemas que tenemos, casi siempre del tipo sentimental o incluso algunos otros más profundos- suspiro y continúo. En mi caso yo lo hago porque extraño tanto lo feliz que fui en el pasado. – ¿Y acaso no puedes ser feliz ahora?- le dije. –No todo es tan fácil, amigo. Ojalá pudieras saber todo aquello me está aconteciendo- Vió que miraba su cigarrillo por lo que me ofreció uno pero me negué. –Realmente creo que nosotros somos quienes hacemos que los problemas crezcan, depende de la perspectiva que los veamos- mencioné. –Si te contara lo que he vivido no me lo creerías- hizo una leve sonrisa. –Bueno, me tengo que ir, después de todo, todos tenemos problemas- Y mientras decía esto se levantó de la banca y se marchó. Me pareció un chico demasiado misterioso, pues tenía un aire diferente al de todas las personas con las cuales había convivido toda mi vida. Tenía razón, todos tenemos problemas y cientos de personas más deben estar pasando por la misma situación que yo en todo el mundo, todos morirán por lo que solo era una cifra más; solo las personas que me conocían me reconocían como a una persona, solo para ellos tenía un valor. Para los demás simplemente no existía. Una muerte más que no le afectará al mundo que no hará un cambio o diferencia si estaba o no vivo, quizá por ello no importaba morir, incluso me sentí bien con la idea de ayudar al planeta con un ser vivo menos que lo contaminara. Mi muerte no importaba, pues nadie es especial o indispensable. Al final todos podemos ser reemplazables, incluso para mi novia que podría conseguirse a otro novio que la amara más que yo o mis padres teniendo a otro hijo que los obedezca y haga todo lo que ellos quieran mejor de lo que lo hacía yo.

Después de 2 horas salí del parque y me dirigí a casa, pues me encontraba muy cansando, como si el pensar todas esas cosas me hubiera desgastado tanto. Cuando llegué eran las 11 de la mañana por lo que aún no había nadie para preparar mi fiesta sorpresa, pues según Mike todos se habían puesto de acuerdo con llegar a la 1 para comenzar preparar todo. Me dio mucha hambre, así que me preparé un emparedado, comí lo que sobro de pizza ayer e hice una jarra de limonada, pues tenía mucha sed. Me senté en el sofá de la sala a mirar televisión. Pensé en que ya estaba a pocos días de morir, no había hecho nada realmente especial y eso me agradaba, aunque los demás pensaran lo contrario. Jugué con la fantasía de que quizá se llegaría el día y no pasaría absolutamente nada, me habría salvado milagrosamente gracias a las plegarias de mis padres. Recargué mi cabeza en el sofá y mire hacia el techo para después cerrar los ojos. Pensé en que después de aquello todos se sorprenderían al principio pero al final todo volvería a la normalidad, todas aquellas atención especiales se habrían esfumado para no volver sino hasta los últimos días de mi vida nuevamente.

Subí a mi cuarto, pues comenzaba a quedarme dormido por lo que me recosté en mi cama y pensé en que si muriera me gustaría que fuera alejado de todos, sin que nadie me viera, pues no soportaría la vergüenza de irme entre tantos ojos viéndome y llorando por mi partida. La muerte es un momento muy íntimo, es algo tuyo. Así como lo es ir al baño, comer, dormir, ducharte, son situaciones en la cuales a mí me gustaba estar solo. Y el morir no era la excepción.

Cerré los ojos, recordé no haberme despedido de nadie aun, pues había prometido verlos a todos de nuevo, a Mike, Audrey, el viejo Wednesday y mis padres. Les advertí lo que vendría pero no creía necesario hacer eso, después de todo las despedidas nunca habían sido lo mío. O realmente ¿para quién lo eran? Aun me quedaban algunos días para poder convivir con ellos. Aunque quizá inconscientemente si me estaba despidiendo de todos. Comencé a sentir como mi cuerpo se relajaba, todo comenzó a apagarse poco a poco, deje de sentir, oír, ver y por ultimo de respirar. Solo quedamos la nada y yo. Al parecer el diagnostico se había equivocado.

Etiquetas: muerte reflexión

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