Una relación parecida a la que en algún momento te propuse

Una relación parecida a la que en algún momento te propuse

Junio de 2017


«Amor, a la tarde te preparo algo rico, dormimos siesta y vuelvo al trabajo ¡Te amo! ♥». Escribí esa nota la noche anterior mientras Mauro dormía -esa vez se acostó más temprano de lo habitual- y empecé a preparar la ropa para el día siguiente. No tenía sueño asique dejé un ambiente con luces tenues, música a poco volumen y revisé que las plantas tuvieran el calor justo por el tiempo necesario. Mauro tenía su indoor en el placard porque sus vecinos no eran del todo amigables, si la vieja de al lado se enteraba que tenía plantas de marihuana probablemente se quejaría en la inmobiliaria. 

 A Mauro lo conocía desde hacía casi dos años, en realidad cuando yo tenía doce y coincidíamos en algún lugar lo miraba porque era el más jóven de su grupo. Tiempo después ya no era el mismo chico del que platónicamente me había enamorado, y digo platónicamente porque en mi vida habíamos cruzado palabras, solo miradas. Un día apareció sorpresivamente coincidiendo en el mismo bar donde me encontraba y me sorprendieron dos cosas de él: Lo flaco que estaba y su pelo repleto de canas.

Debería haber sabido que nuestra relación no iba a ser del todo normal, nos llevábamos ocho años y nuestros entornos eran completamente diferentes: Mis amigos estaban lejos de pensar en casarse y los suyos ya se estaban comprometiendo, ¡Qué difícil coincidir! Muchas veces hemos tenido rispideces sobre la relación que queríamos tener pero pocas nos pusimos de acuerdo. Yo estaba muy confundida entre lo que quería y el lugar hacia donde mi entorno me llevaba, ambas cosas no eran para nada compatibles. 

Me senté en el sillón acompañada de una copa de vino para relajarme un poco y empecé a pensar. Era una noche donde, pese a ser pleno Junio, no hacía mucho frío y la puerta que unía el living comedor con el patio delantero se encontraba abierta dejando entrar leves ráfagas de viento que aclimataban perfectamente el interior de la casa. Notaba que ya me estaba quedando dormida entonces me levanté, dejé la copa en la bacha de la cocina, me lavé los dientes y me acosté no sin antes darle un beso en la frente a Mauro. No tenía una gran belleza, mucho menos al dormir, pero me gustaba -y me calentaba-. Seguía sin poder dormirme y sentí que él balbuceaba cosas acompañadas de movimientos como si estuviese teniendo una pesadilla, pero no lo quise despertar. 

A la mañana siguiente amanecí temprano, casi no había podido pegar un ojo y volví a hacer la rutina de la noche anterior pero a la inversa, sólo que esta vez el vino lo reemplacé por un mate mientras esperaba que Mauro se despertara. Estaba cansada, quería volver a la cama asique después de unos mates y viendo que no pasaba nada, me acosté de nuevo. Supongo que el movimiento hizo que se despertara pero estaba raro, por lo que imaginé que había sido producto de la pesadilla que había tenido.

Tuviste una pesadilla anoche, ¿no? – Le pregunté abrazándolo y esperando que me contara.

Puede ser…

¿Me querés contar? – Insistí.

No sé.

Bueno, no importa. – Sentencié queriendo terminar la charla.

Ya para ese entonces quería obviar cualquier malestar y momento de discusión tan temprano, sabía que la situación podía ponerse complicada. Estaba segura, lo conocía y pocas veces me equivocaba.

Soñé que me engañabas… Me decías que ibas a la psicóloga y te ibas a un departamento lleno de clientes. 

– ¿Clientes? – Pregunté algo confundida.

Tipos, Cecilia, tipos… – Me dijo largando un pequeño suspiro.

Me quedé en shock sin saber qué repreguntar, cómo indagar un poco más. La relación con Mauro últimamente se basaba en mi malhumor por sus contestaciones sarcásticas y su desconfianza constante, lo cual llevaba a un sinfín de toxicidad. Más de una vez me contestó como si estuviese manteniendo una relación paralela con diferentes personas. ¿Acaso no sería agotador? De por sí una relación implica tiempo y esfuerzo, ni hablar una relación en la cual constantemente querés hacer buena letra para que tu pareja confíe, y ni hablar el tiempo que llevaría eso mismo sumado a una vida paralela. No, definitivamente era demasiado esfuerzo que no quería siquiera imaginar.

Me enojé y me di media vuelta como si estar acostada dándole la espalda y mirando a la pared iba a solucionar algo, como cuando de chicos nos tapábamos con las sábanas, cual escudo protector, si sentíamos algún ruido extraño en la casa. Son mecanismos de defensa un poco ilógicos, pero eficaces para la psicología propia. Pensé que iba a mejorar pero lejos estuvo de eso, a los pocos minutos lo tenía a Mauro queriendo bajarme lentamente la ropa interior como si un polvo mañanero arreglaría las cosas. Al notar mi resistencia, insistió con hablar -no supe bien de qué- pero pasó el tiempo, yo me cambiaba para salir de casa y el remís, por suerte, me estaba esperando en la puerta para llevarme camino al trabajo. Pero no, no quiso que eso ocurriera y cerró con llave la puerta principal, esa misma puerta que anoche me estaba dando un agradable momento con la brisa que entraba a la casa. Una vez más, el mismo episodio de algunas mañanas se repetía: Llegar veinte minutos tarde al trabajo porque a mi pareja no se le antojaba dejarme salir de su casa hasta tanto no resolver un problema inexistente. Si tan solo me hubiese dejado ir, quizás las ideas se enfriaban y por la tarde, cuando volvía a casa a preparar algo rico, podríamos hablarlo con mayor tranquilidad.

Entre bocinazos y la tensión que aumentaba, no solo por la situación sino por ser despedida sin poder dar explicación alguna de lo que verdaderamente venía ocurriendo sistemáticamente, y el maquillaje corrido de llorar, logré salir de casa y subirme al remís con una mezcla de furia, confusión y tristeza de saber que una vez más empezaba el día de mala manera. A medida que viajaba camino al trabajo, esta vez con veinticinco minutos de retraso, recordaba la nota que le había escrito la noche anterior, pero hoy, tirada en el piso.

Ya no quería volver.

Tiempo después, Mauro me mandó varios mensajes. Entre ellos, uno un tanto confuso que me hizo dudar del concepto de amor que deseaba y que daba. Nunca pude terminar de entenderlo, y por eso mismo no identifico si es algo bueno cuando de una pareja se trata porque se supone que en el amor todo fluye y no es necesario sacar ninguna ficha. El último mensaje decía: «Lo que veo mucho es gente queriendo tener relaciones muy parecidas, en varios puntos, a la que en algún momento te propuse. Y no deja de llamarme la atención.»

Y una vez más confirmé que tanto en esta vida o en otra, jamás nos pondríamos de acuerdo… tampoco podría entender su manera de amar.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS