El cielo gris, el viento y un muelle. El mar se hacía cada vez más bruto y las olas golpeaban con fuerza en la orilla.
Mis pies enterrados en la arena, moviéndose hacia adelante y hacia atrás. Mi pelo y las olas se alborotaban con cada ráfaga de viento que nos envolvía. El muelle junto al mar mezclándose con cada una de las columnas formaban una espuma espesa que daba gusto quedarse mirando. Ver hacia los diferentes lados en los que se movían era hipnótico.
El cielo gris. La noche caía de a poco y las luces de la costa, a lo lejos, detrás de mi, se iban encendiendo. Cada sonido agudo era un farol nuevo que se encendía. Ruidos de cuencos que escuchaba de algún lugar.
El mar, el viento y las luces… ya no estaba sola. A mí lado, ellas: amigas, hermanas entre sí. Acompañantes de vida. Las tres mirando como la ciudad en el fondo se encendía, cómo la noche caía y se iba despejando. En calma y viendo desde afuera el caos de la ciudad en cualquier momento del día: Juntas.
Otro ruido agudo se hace presente y con este una estrella, la primera en el cielo. Con cada ruido, una nueva estrella que se muestra, y ya no es gris el cielo, ahora es de un azul oscuro uniéndose con el infinito del mar: Mi tan temida eternidad.
Seguimos pensando en nada y apreciando todo… Encontramos la calma que estábamos buscando.
El mar, el viento y mis amigas.
No necesito más.
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