Ni buenas, ni malas, simplemente emociones…

Ni buenas, ni malas, simplemente emociones…

ESTEFANYA PARRA

08/11/2021

Y era totalmente cierto, las emociones no se escriben en una hoja del diario para saber como se sienten, no se resaltan y tampoco están en mayúsculas aquellas que nos generan bienestar. Hay que experimentarlas.

De pequeña miraba una pareja feliz en la TV, en esa novela de las 20:00 pm y suspiraba por aquel beso inocente y tan esperado que se vivía al transcurrir cada escena. La joven enamorada que se apreciaba en la novela se veía que estaba contenta en su día a día, pues el simple hecho de encontrarse con la persona amada era un cúmulo de emociones inexplicables, pero ¿de qué va el amor?, ¿algún día me llegaré a enamorar?, se preguntaba aquella pequeña que permanecía por unos minutos embelesada frente a la TV. Luego sonreía y con un brillo especial en sus ojos se imaginaba siendo la protagonista de su novela preferida.

Quien diría que luego de un mes sin ánimos de nada, estaría recordando aquello que se preguntaba algún día en su niñez. Se había enamorado, había empezado a admirar a un joven de la universidad y tres meses más tarde, ya era su novio. El tiempo no tenía límite en ella, porque siempre estaba pensando las mil y un maneras de llenarlo de cariño, porque se cumplía aquella cadena en la que…

Cuando se admira se mira, cuando se mira se ama y cuando se ama se aprende.

Todo empezó con una charla, sonrisas y miradas que los invitaban a tener un primer beso y luego de este acto una pregunta que daba paso al inicio de una aventura. ¿Quieres ser mi novia?, así se había llegado a tener vivencias en las que aprendieron mutuamente. El ruido de lo que estaba bien o estaba mal no existía, porque se tenía libertad y no se conocía el miedo de demostrar lo que ella sentía. Todo era recíproco. No enseñaban lo que sabían en su relación, enamoraban por quienes eran.

El viento que acariciaba su rostro al contemplar una puesta de sol en su balcón le recordó las locuras que había hecho con su pareja, sin querer recordó todos los besos que se habían dado y mientras miraba el tono naranja del cielo, su memoria se llenaba de aquellas fiestas compartidas. Esa mezcla de timidez y simpatía de ambos llevo a que se enamoraran. Todo fue como un sueño.

Y como si se hubiera despertado de un largo sueño, esa tarde el joven ya no estaba. El olvido no se presentaba frente a la joven, pues el recuerdo aún hacía de las suyas. Uno tras otro fueron los suspiros que lanzaba antes de que las lágrimas rozaran sus mejillas, pero los ojos ya se llenaban de aquellas lágrimas emocionales.

Sus ojos ya no se hinchaban como hace un mes, había aceptado la ruptura. Se dejó llevar por todo lo que sucedía, y si así se sentía enamorarse, pues ya lo experimentó. Sin embargo había cosas de las que aún no tenía control, las emociones. El remedio para continuar con su vida, estaba en recoger los recuerdos de lo vivido y darles otro significado. 

Elegir la emoción oportuna, en el momento oportuno con la intensidad oportuna, algo simple de decir, sin embargo difícil de ejecutar. Sin embargo fue lo que debía hacer. Agacho su cabeza, y cerrando los ojos dejo caer un par de lágrimas, poco a poco la práctica de dejar cicatrizar heridas físicas también se aplicaba para curar heridas del corazón.

El trinar de unas aves indiscretas le recordaban el consejo de ser feliz que le daban sus amigas, pero esa no era la solución porque se olvidaban que la felicidad que procede de la alegría es dopamina. Entonces es adictiva, porque cada vez se requiere más y más. Cuando la relación de ese primer amor termina se llega a la conclusión de que la felicidad no es una búsqueda sino un estado, y hay que permitirse vivir la alegría, miedo, enfado, tristeza, todas las emociones. Era evidente, todo esto no se aprendía por apuntes.

Necesitaba de un equilibrio emocional, requería entender que la felicidad son momentos. Y tras esta experiencia que por el momento se pintaba como dolorosa, concurriría un nuevo aprendizaje, pues la verdadera relación entre dos personas debe ser de corazón a corazón, y es necesario que uno de los 2 este bien, porque las emociones se contagian y las contagia el más fuerte.

Cuatro años cargados de un sin fin de vivencias, se resumieron a una nota firmada luego de un párrafo en que su exnovio explicaba que la relación terminaba, que todo fue un truco para intentar olvidar a su antigua novia, pero ahora que esta volvía a él, todo debía terminar porque no quería lastimarla. La táctica según él estaba llena de amor y generosidad, no obstante para ella fue una circunstancia traumática, porque no le dio tiempo a prepararse frente a esta perdida. 

Los lugares que frecuentaba, estaban llenos de ellos riéndose, bailando, cantando, besándose y planeando un futuro juntos. Se notaba que él estaba enamorado, sin embargo al parecer era un sueño, él ya no estaba. Sus padres no querían privarle del torbellino de emociones que vendrían. Vivir cada uno de los procesos es inevitable para no evitar la caída y hacerse fuerte levantándose, por eso le permitieron vivir un tiempo en el último piso de la casa.

En la antigüedad se condicionaba lo que se debía sentir y decir. Catalogando así las emociones como malas y buenas dejando de lado la gestión de cada una de ellas. No se tomaba en cuenta que todas ellas eran respuestas adaptativas a cada situación que se presentaba en la vida de cada uno y al final gracias a ellas se podía evolucionar y no seguir hoy en día con un cúmulo de apariencias publicadas en redes sociales, 

¡Tú puedes!, ¡vamos adelante!, era lo que había escuchado los últimos días que no quería salir de su habitación. Volvía a traer a su presente las veces en las que su novio dio indicios de estar incómodo y en efecto había una que otra escena en su cabeza en la que por algún extraño motivo dejó de expresar lo que sentían. 

Esos encuentros en los que no se hablaban y se contemplaban por un largo tiempo con la mirada hace un mes, no eran en vano. Había rumores de que él fue así en sus antiguas relaciones, pero con ella era diferente y al parecer aquello le funciono. Él tenía el suficiente «autoconocimiento», pues sabia como mirar para conquistar, que tipo de sonrisa contagiaba a los demás y como daba a notar cuando algo lo enfadaba de verdad. Conocía perfectamente como manejar el mundo emocional de la joven.

Llorar como si no hubiera un mañana, privarse de los rayos del sol, no compartir la comida con su familia y retrasar sus estudios por faltar a clases le estaban pasando factura. Entonces aquella tarde mientras se secaba las lágrimas que dejaban huella en sus mejillas, apretaba con fuerza sus dientes mientras en su pensamiento se decía…

Él ya no esta, ha decidido irse. Será lo mejor para él, y ha sido lo mejor para mí.

Estar en el último piso de la casa le ayudo a desconectarse y querer volver a conocer el mundo de poquito en poquito, despegarse del celular y llegar a su interior, admirarse, mirarse para contemplarse y enamorarse de ella misma, de nuevas personas, metas, sueños y posibilidades de sentirse segura y no depender de otro.

Encontrarse a sí misma era darse de la posibilidad de crecer, pues la vida muchas veces no es más divertida porque no la dejamos. 

– Estefanía Parra

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