Asi mukúame, Tasi mukúame, Riyablo irápata chu’wí

(no muere, no muere, el demonio abrió la puerta de los muertos)

Testimonio de un solitario indígena tarahumara hallado en el desierto de Sinaloa

PARTE I

Guasave, Sinaloa

Junio 2021

Cuatro camionetas Suburban negras con cristales polarizados, escoltadas por tres vehículos HMMWV (High Mobility Multipurpose Wheeled Vehicle) o Humvee militares, cruzan el desierto a gran velocidad dejando tras de sí una espesa polvareda.

Aunque es zona controlada por el narco logran atravesar barricadas de camionetas blindadas o «monstruos», como les denominan los del cártel, y autos incendiados. Llegan hasta el principal punto de acceso de la presa donde varias tiendas de campaña tipo militar están plantadas estratégicamente, figuras enfundadas en trajes de bioseguridad hurgan el terreno con palas y

una docena de drones Short-Range Reconnaissance (SRR) revolotean vigilando todo cuanto se mueve en un perímetro de diez kilómetros a la redonda con sensores térmicos y tres cámaras de 3840 x 2160 pixeles de resolución o 4K.

Los vehículos se detienen intempestivamente, mientras una figura encapsulada en un overol amarillo de protección fabricado con fibras sintéticas y revestimiento de polietileno se acerca y espera a que tres mujeres desciendan y ayuden a bajar a una anciana, de unos 90 años, que en todo momento, y con manos temblorosas, carga una fotografía enmarcada de un joven de 22 o 23 años.

– ¡Está aquí! – exclama la anciana con voz afectada-. ¡Está aquí! Él dijo que nos ayudaría, ¿verdad? Y lo cumplió, puedo sentirlo, Está aquí…

La figura guarnecida en el traje se quita los guantes negros equipados con tres capas de protección y tira hacia arriba la capucha y el protector facial dejando ver el rostro quemado por el sol del desierto.

– Por favor señoras. síganme, les explico…la sequía de las últimas semanas hizo que la presa Bacurato disminuyera su nivel de agua hasta el punto en que las tumbas salieron a la superficie. Los lugareños avisaron del suceso hace tres días. Notificaron sobre el antiguo panteón de Terahuito que emergió primero. Sin embargo, en esta nueva zona hemos hallado cerca de cien fosas clandestinas que salieron a la superficie. Nuestros peritos realizan las primeras investigaciones y utilizan todas las precauciones biológicas para el caso.

La anciana le entrega con ansiedad la fotografía.

– ¿Está aquí? ¿Está aquí?

Ciudad de México

Octubre 1975

Por varias semanas planeó el operativo cuidadosamente. Seria tan sonado que cuando corriera la noticia por todo el país, finalmente los camaradas de la Liga 23 de septiembre se darían cuenta que la insurrección, su rebelión, la que él había planeado no ellos, era ya un hecho, Sabrían que el nuevo orden solo se lograría con un toque de anarquía, no con vanas palabras salidas de panfletos marxistas.

Estaba convencido que los operativos del 72 y 73 fueron sendos fracasos después de los fallidos secuestros de empresarios y terminaron en la eliminación de camaradas en Monterrey y en varias ciudades del país por la falta de acción de los líderes y su eterna perorata sobre marxismo y su lucha de clases. Nada de acción que asestara golpes verdaderos.

Miró con aburrimiento hacia avenida Chapultepec y contempló el promocional pegado en una pared. Un gran tiburón emergía desde el fondo del mar con intención de devorar a una hermosa nadadora. Seguramente una película con un aburrido tema, pensó.

– ¿Nerviosa?

– No, mientras estemos juntos y que esto nos sirva para liberar a México de la peste capitalista.

Ricardo, como se hacía llamar para ocultar su verdadero nombre, la besó apasionadamente mientras encendía el Ford Mustang Mach 1 1971. El color gris acero del automóvil le sentaba para ocultar su verdadera misión. Nadie esperaría que un simple hijo de médicos fuera un integrante de la Liga y mucho menos quien llevaría a cabo la operación más grande de la que se tenía memoria para liberar a las clases oprimidas. Sin embargo, era muy importante pasar como un estudiante de medicina más de la UNAM con algo de posibilidades económicas.

Encendió la radio del auto en el 590 de AM hasta dar con la estación La Pantera y las primeras notas de Fortunate Son, del grupo Creedence Clearwater Revival invadieron el espacio junto con una gran nube de marihuana.

Some folks are born/ Made to wave the flag/They’re red, white and blue/And when the band plays

Hail To The Chief/ They point the cannon at you Lord

It ain’t me, it ain’t me/I ain’t no senator’s son/It ain’t me, it ain’t me/I ain’t no fortunate one, no…

No es que le gustaran los placeres del mundo capitalista de los 70’s simplemente era pasar desapercibido y qué mejor forma que infiltrarse con esta forma de actuar y ser. Meses atrás, en abril exactamente, los de la liga habían tenido mucho trabajo para hacerlo «desaparecer».

– ¿Seguro que es lo que quieres?

– Seguro

– Vas a morir desde hoy

– Con tal de llevar a cabo nuestra misión…

Aquella noche dejó de existir como el hijo de médicos. Esa noche contempló cómo el líder de la Liga arrojaba ácido al rostro de aquél joven que desde ese momento sería el hijo desaparecido, el hijo muerto. Escuchó el disparo que arrancó la vida del desconocido y miró sin interés como colocaban su identificación en el cadáver.

– Ya quedó, ya chingaste, desde este momento estás muerto…ahora eres…Ricardo.

– Seguro

– No te preocupes por éste, era un albañil que ahora será mártir de nuestra causa – dijo el líder mientras limpiaba algunos restos de sangre que habían volado a su zapato.

– Seguro

Aspiró de nueva cuenta el humo de la marihuana y recordó el olor a muerto de aquella noche. A la mañana siguiente el hijo, el hermano había muerto, Hallaron su «cadáver» en un barranco en la carretera a Toluca. Aquella noche escuchó en el departamento de la colonia Doctores, mientras calibraba los nuevos detonadores, la noticia de su propia muerte en el noticiero 24 Horas de Televisa. Jacobo Zabludovsky, el conductor, hablaba de que su muerte (después de mencionar la inminente retirada del ejército norteamericano de Vietnam) parecía, más bien, un ajuste de cuentas entre «criminales».

Hasta el momento los agentes de la Dirección Federal de Seguridad no sospechaban nada acerca de su nueva identidad, para ellos era un fantasma que apareció de pronto y ahora su dolor de cabeza en atentados menores en varias partes del país, pero nada serio. «Eso es bueno para los planes que tengo para esos hijos de su puta madre», pensó mientras sentía la mano de la joven que le acariciaba la pierna y mientras su reacción le hizo detener el auto y llevarla a la parte trasera.

Ciudad de México

Mayo 2021

– Por favor mamá, deje usted eso. Ya no es bueno que vea televisión tan tarde

– Sabes que no puedo dormir desde que comenzó esto de la pandemia y más si no veo un poco del noticiero de la noche con Ciro Gómez, el de imagen televisión. ¿Sabes que acaban de atrapar a un asesino serial de 72 años que mató a más de 30 mujeres y los restos los tenía en su casa en Atizapán?

– No vea esas cosas mamá, usted ya debe dormir

– No te preocupes, pero ese asesino me recuerda a alguien. No sé, pero te juro que yo ya lo había visto en alguna parte.

– No diga tonterías mamá, son imaginaciones suyas, imagínese decir eso

– No, tal vez tengas razón, ¿me ayudas a acostarme?

– Claro, claro

La anciana se acomodó en su cama. Miró de nuevo la fotografía del hijo desaparecido que yacía en un nicho alumbrado con veladoras, custodiado por una cruz y la bandera cubana.

– Sabes hija, si estuviera aquí tu hermano, sería completamente feliz, ya son 46 años. Aún recuerdo su sonrisa. Él sí que sabía hacer las cosas, era un gran revolucionario. Tal vez tan grande como el mismo «Che Guevara»…

– Lo sé mamá, pero tal vez….

La anciana se dio la vuelta, parecía que no deseaba escuchar nada de lo que dijera.

– Le encantaba lo mismo que a tu padre y a mí, con él hubiéramos cambiado el mundo…Antes de que te vayas enciéndeme el aparato de música, quiero escuchar de nuevo una canción de Chavela Vargas o de Silvio Rodríguez.

La mujer se dio cuenta que estaba a punto de cometer la peor indiscreción de su vida y darle falsas esperanzas a la anciana que acomodaba puntualmente cada noche la fotografía del hijo desaparecido, oficialmente muerto, desde hacía ya 46 años, pero lo cierto que la llamada que había recibido unas horas antes también a ella le avivaron las esperanzas perdidas. Y si era cierto lo que el coronel Suárez le había comunicado, tendrían un largo viaje al desierto.

Ciudad de México

Noviembre 1975

– ¡¡¡Despierta cabrón!!! ¡¡Te llegó tu hora!!! ¡¡¡Ya es hora de que pagues!!!

Entre abrió los ojos solo para encontrarse en una habitación que olía a orines y a miedo; húmeda y con un solo foco que colgaba, igual que él, perezosamente del techo

Sintió un fuerte dolor en la entre pierna, tan agudo que le partió en dos. Le siguió el claro dolor del puñetazo en la quijada. Escupió dos dientes.

– ¿Quién eres? ¿Quién te pagó? ¿Quién más estuvo contigo? ¡Nombres, quiero nombres cabrón sino vas a irte directo a la chingada!!

¿Cuánto tiempo ya? Había perdido la noción del tiempo. Una mano le empujó el rostro hacia atrás y sintió el gas líquido del Peñafiel inundando su nariz.

-¿Quieres más? ¡¡Grita!!! ¡¡Grita!!! ¡¡¡Hijo de tu perra madre!!! ¡¡¡Grita!!!!

Tenía los pies en la tinaja llena de agua. Quiso gritar cuando vio que colocaban los cables en el agua. Sintió la corriente eléctrica reventar su cuerpo.

Y se volvió a sumir en la oscuridad.

Coyoacán, ciudad de México

Mayo 1975

Estacionó el Mustang cerca de la vieja casona de dos pisos donde seguro le encontraría. Cuando le dieron la dirección no pensó que sería la locación para una producción cinematográfica.

– Ey amigo! no puede estacionarse aquí, es para el staff de producción.

– Soy fotógrafo y ando buscando una persona del equipo de vestuario, me dijeron que podía localizarla aquí. ¿Esta es la producción de «Más negro que la noche»?

– Así es, pero ¿a quién busca?

¡Vaya forma de infiltrarse en el mundo cultural de la ciudad!, pensó mientras le buscaba con la mirada entre reflectores, actores, gente de producción y mobiliario de escenografía.

– ¿Ricardo?

Se volvió y su mirada se centró en la menuda figura, que más bien parecía una adolescente recién llegada de la provincia a la ciudad.

– ¿Samantha?

– Sí, Don Roberto me dijo que vendrías, pero ¿te parece que me esperes unos quince minutos? Aún la señorita Lucía me necesita para llevarle su ropa al remolque de vestuario.

A lo lejos una joven de unos 20 o 25 años esperaba acalorada fuera del remolque, Ricardo la reconoció…la actriz Lucía Mendez, y si que era atractiva, pensó.

– Sí, claro, te espero en mi auto, es ese gris, ¿está bien?

– Sí, entonces te veo en un rato

La miró mientras se alejaba. Don Roberto el líder regional de la Liga y quien en realidad solo contaba con 26 años, le había dicho que era la mejor hasta el momento.

– Sam perdió a sus padres en la represión del 68 en Tlatelolco. A sus 15 años estaba sola cuando se me acercó para que la integrara a la nosotros, desde entonces se ha infiltrado en varias partes.

– ¿Seguro que nos servirá?

– No debes de preocuparte, tiene ya varios «retiros» de empresarios y gente del gobierno en su haber. Es buena, no deja nada al azar y todo lo hace sigilosamente, además, yo mismo la entré.

Don Roberto sonrió al observar la duda en el rostro de Ricardo.

– Acompáñame, te voy a enseñar algo y tal vez así tengas más fe.

Le condujo hasta un sótano semi alumbrado y amueblado con una amplia mesa de madera así como varios estantes de metal donde descansaban frascos llenos de espeso líquido amarillento.

– No debes de preocuparte Ricardo, Mira, las revoluciones van y vienen. Las ideologías también. Eso es para gente que no ve más allá de su propia nariz. Por eso yo tengo algunos pasatiempos que me hacen pasar la vida gratamente. ¿Quién lo sabe? Tal vez en algunos años seré más famoso que hasta la propia Liga 23 de septiembre. Debemos ir más allá del hoy, debemos crear un mundo para el mañana, pero eso solo se puede hacer si somos, por decirlo así, artistas del caos.

Don Roberto se retiró el largo cabello que caía en su rostro y miró con placer, ¿o era excitación casi sexual?, pensó Ricardo haciendo una mueca, algunos frascos donde podían verse inmersos en el líquido amarillento miembros humanos; desde manos, orejas, pies, ojos, hasta la cabeza de algún desconocido.

Ciudad de México

Mayo 2021

Volvió a leer el expediente y lo soltó en el escritorio con asombrada mirada.

– No comprendo, coronel Suárez, esto quiere decir que todos estos años….lo que dice este expediente es que mi hermano…

El militar la observaba impasible. Sabía de antemano cuál habría de ser la actitud que tomaría la secretaria de Estado.

– Sí señora y se me ha indicado que le asigne un convoy hacia el lugar del hallazgo E-264. El señor presidente está muy interesado en este caso y me indicó además que le entregara a usted de forma personal y confidencial este sobre.

Al terminar de leer el contenido del sobre lo arrojó al escritorio con renovada sorpresa y asqueada actitud. ¿En serio se le pedía que hiciera aquello? Por un momento pensó que se trataba de algo irreal, no se le podía solicitar aquello, era terrible, abominable. Sin embargo tomó aire.

– Muy bien coronel, puede decirle al señor presidente que he comprendido su mensaje y se hará como indica. ¿Cuándo podremos salir hacia el lugar?

– Mañana mismo señora secretaria, un avión Hércules de la Fuerza Aérea está siendo preparado con lo necesario y nos espera mañana a las mil 600 horas en el aeropuerto de Santa Lucía.

– Muy bien, prepararé a mi madre para el viaje.

Centro Histórico, ciudad de México

Mayo 1975

Ricardo comprendió porque Samantha era la mejor en infiltración y eliminación de objetivos políticos. Su cabellera se deslizaba sensualmente por su espada y su esbelta figura era de una inusual inocencia, mientras contemplaba la ciudad desde el piso 44 de la Torre Latinoamericana donde se ubicaba el mirador abierto al público, la joven le tomó la mano.

– No es nada personal, ¿comprendes?, pero es mejor que la gente piense que estamos juntos.

– Seguro

– Entonces, ¿cuál es tu plan? Roberto me dijo que la Liga está segura que tu plan es de los mejores y que tienes totalmente su apoyo.

Ricardo fingió tomar fotos de la ciudad con la cámara réflex Nikon.

– Son dos objetivos, distracción y principal, sin embargo me hace falta una pieza y tú podrías ayudarme con ello…

PARTE II

Estación Viaducto

(Sistema de Transporte «Metro»)

Ciudad de México

20 de octubre 1975

9:40 Hrs.

¿Qué fue primero? ¿La explosión, el disparo, el conductor que caía con los sesos reventados en los controles manuales? ¿El aumento de la velocidad del convoy a más de 70 kilómetros por hora? ¿Los rostros de asombro, pánico y terror de los vigilantes de la estación Viaducto cuando vieron llegar el tren? ¿El impacto al convoy detenido en la plataforma? ¿Los fierros retorcidos o los huesos y carne pulverizados con sabor a muerte? Acaso tal vez las ventanas que estallaron en mil pedazos, los pasajeros que gritaron, los vagones aplastados uno contra otro en un caos total.

Ciudad de México

17 de octubre 1975

22:30 Hrs.

Definitivamente era su noche de suerte. Por la mañana había ganado más de mil pesos en las carreras de caballos en el Hipódromo de las Américas y ahora tendría la mejor de las citas.

– Al Regis-, exclamó al conductor del Volkswagen «escarabajo» transformado en reluciente taxi, quien de inmediato colocó en ceros el taxímetro

– Oiga joven, ¿en serio al Regis? Ahí dicen que cobran re caro

– Es mi noche de suerte

Miró las enormes letras luminosas del Regis colocadas en el techo del Hotel. Se acomodó la corbata y lustró sus zapatos de charol. Una sola noche costaba más que su salario de todo un año. Sí que era un hombre con suerte. Entró y silbó.

En toda su vida nunca imaginó tanta opulencia. Arañas luminosas inundaban de luz la recepción. Sillones tapizados con la mejor tela donde los grandes capitales del país acomodaban sus enormes traseros, mozos que iban y venían complaciendo hasta lo más mínimo de los caprichos de las mujeres que deslumbraban con sus collares. Y al fondo del pasillo, ella. Delgada y con el cabello lacio, esperándolo. Sí que era su noche de suerte.

– ¿Llevas mucho esperando?

– Lo suficiente

– ¿Quieres….?

– Claro, no te preocupes, ya tengo la llave, podemos subir.

Aunque solo tenía dos semanas de conocerla sabía que era su «trébol» de buena suerte. Nunca había ganado una carrera de caballos en el Hipódromo, solo cuando apareció ella y su cabellera. Le entregó el boleto ganador, era como si ella tuviera magia. Fue la primera vez que ganaba después de 20 años de estar puntualmente en las carreras; lo que le había costado un matrimonio, el empleo que le fastidiaba y varios kilos demás. Ahora era un hombre con suerte.

– ¿Hoy me dirás tu nombre?

– Relájate, tenemos toda la noche para eso

– Lo prometiste

– Y tú me prometiste decirme lo que quiero

– Lo sé, lo sé y hoy te tengo una sorpresa

– Ok, entonces, mientras tanto…

La joven se desvistió y se colocó frente al gran ventanal. Las luces de la ciudad de México iluminaron la piel trigueña. Sí que tenía suerte. Se sentó en el borde de la cama para poderla contemplar, abrazarla, besarla, hacerla suya….

Fue como si la puerta explotara hacia el interior. El primer sujeto de chamarra larga negra de cuero se abalanzó hacia él, lo tiró sobre la cama y le dio un primer puñetazo en el estómago y en segundo en la quijada que lo noqueó. El segundo hombre la tomó por el cabello y la arrastró por la habitación.

– Bien que estaba la fiesta, pero se te acabó la suerte

– ¿Quiénes son? ¿Qué quieren?

– ¡Cállate de una vez! ¡Las preguntas las hacemos nosotros!

El primer hombre la abofeteó. Sacó de entre sus ropas un bisturí quirúrgico.

– Te voy a destripar si no hablas

-¿Qué quieren? (gritó mientras buscaba una forma de escapar)

– ¡Solo destriparte y arrojar tus tripas a los perros!

El segundo hombre contemplaba la escena sentado sobre el «hombre con suerte» quien se hallaba inconsciente. De pronto se llevó la mano a la frente y sintió un río rojo escurriendo. Se desplomó sin emitir sonido alguno. El primer hombre se volvió sorprendido y agitó el bisturí al ver al hombre en la puerta apuntándole con el arma con silenciador.

Ricardo no esperó. Disparó dos veces dando en el blanco. El sujeto se precipitó hacia adelante tratando de atacar antes de morir, sin resultado alguno. Quedó tendido boca abajo y un gran charco de sangre comenzó a pintar la alfombra del cuarto.

– Espero no llegar tarde- dijo mientras levantaba a Samantha, le apartaba el cabello del rostro y observaba los moretones.

– No, pero me tomaron por sorpresa.

– Lo sé, no lo teníamos contemplado, Subí corriendo por la escalera de servicio cuando les vi subir.

– ¿Quiénes son?

Ricardo buscó entre las ropas de los sujetos hallando las identificaciones de la Dirección Federal de Seguridad.

– ¡Carajo!

– Quiere decir que…(dijo sorprendida Samantha mientras se vestía)

– Nos están cazando

– Entonces, Ricardo, debemos abortar el plan

-¡No! Ahora más que nunca debemos continuar. ¡Vamos, tenemos que irnos antes de que lleguen otros como ellos!

Ricardo la tomó del brazo y la empujó hacia la salida de la habitación

– ¿Qué hacemos con él?- Preguntó Samantha mientras recogía su bolso

– ¿Conseguiste que te lo dijera?

– En eso estábamos¡

-¡Carajo!…Déjame pensar entonces…

Sin moverse y perder tiempo miró hacia todas partes. De pronto tomó la ropa del «sujeto con suerte» y comenzó a vestirlo

– ¡Ayúdame! ¡Bonita la cosa, tú lo desvistes y yo tengo que vestirlo!

Samantha de pronto quiso reír.

Ciudad de México

18 de octubre 1975

Recorrieron en el Mustang media ciudad cuidando que no les siguieran,

– Sé dónde no nos buscarán, da la vuelta en la siguiente cuadra y yo te digo por dónde vayamos – dijo Samantha mientras extraía de su bolso una cajetilla azul con una alegre ilustración del satélite espacial Sputnik. Ricardo reconoció la marca de cigarros rusos que solo podían llegar a México de contrabando a través del Instituto de Amistad e Intercambio Cultural México-URSS o en las valijas diplomáticas de la Embajada de la URSS.

Ricardo contempló por un segundo el rostro casi infantil de la joven que aspiraba el fuerte tabaco como si fuera oxígeno puro.


– Sé lo que vas a decir- dijo Samantha.

Ricardo guardó silencio

– Vas a preguntar que cómo me metí en esto

– No es de mi incumbencia. Solo sé que Don Roberto te tiene mucha confianza y es lo único que me interesa en este momento.

Hubo un embarazoso silencio

Mi padre – dijo de pronto la joven – era biólogo. Tenía una buena vida aquí en México, sin embargo le atrajo el mundo detrás del muro, Viajó varias veces a la Unión Soviética y a Cuba. Tanto le apasionaba su trabajo que los rusos le condecoraron con la estrella roja y le dieron una cátedra para estar en la Universidad «Patricio Lumumba» de Moscú. Cuando venía a casa decía que estaba trabajando en algo grandioso para el mundo. Me enseñó algo de ruso y su afición por los cigarros. Cuando sucedió lo del 68 llegaron por él los de la DFS. Nunca lo volvimos a ver. Dos meses después también mi madre desapareció. Ella era química.

– Lo siento

– No lo sientas. Mis padres dieron la vida por la causa. Ellos hicieron lo que debían, y yo en su momento haré lo mismo…Ahí, detente ahí. Puedes estacionar tu carro en el callejón.

– ¿Es seguro este lugar? Preguntó Ricardo levantando la ceja

– Claro. Es el edificio donde vivo.

Subieron al cuarto piso donde Samantha abrió una de las puertas.

. ¡Mamá! ¡Llegaste!

Un pequeño de cinco años corrió y se colgó del cuello de Samantha. Al ver a Ricardo se le quedó mirando.

– Iván, saluda a Ricardo, es un buen amigo

El pequeño solo externó en un susurro un «buenos días señor», se soltó de Samantha y corrió a la sala donde la televisión mostraba a Willie, el coyote, intentando atrapar por enésima vez al correcaminos y un instante después un marciano tratando de freír al conejo Bugs Bunny con un arma de rayos.

– ¡Iván! ¡Qué te he dicho de ver esas caricaturas tan temprano! – externó Samantha en tono maternal

– ¡Pero mamá! ¡Después viene el Tío Gamboín! ¡Sabes que me gustan los juguetes que muestra para navidad! ¿Sabes? ¡Voy a pedir a Santa el Kid Acero o los muñecos de Acción!

– Mi vida, arréglate. Ricardo nos va a llevar a la montaña rusa de Chapultepec.

Ricardo levantó la ceja extrañado. Samantha le murmuró en el oído.

– Necesitamos relajarnos. Entre tanta gente no nos buscarán los de la DFS y podremos pensar un mejor plan, ¿no crees?

Bacubirito, Sinaloa

21 Junio 2021

12:00 Hrs.

¡40 grados centígrados a la sombra! ¡Mierda! Se espantó las moscas con el sombrero y se tiró en la silla de plástico que colocó frente al refrigerador de cervezas. Dos solitarias caguamas Corona vibraron en el contenedor Pisó con la bota minera un alacrán que quiso correr y esconderse debajo de unas cajas de Coca cola y miró con aburrimiento las pocas nubes que corrían hacia algún punto distante en el horizonte mientras el celular tocaba música de banda desde Spotify. Un grado más y Bacubirito podría ser la mismísima puerta al infierno, pensó mientras se despegaba la camisa hawaiana empapada de sudor.

No muy lejos las campanas de la iglesia llamaron lúgubres una vez más como si hubieran respondido a su último pensamiento. Hacía más de un año, desde el inicio de la pandemia de coronavirus, que sonaban dos o tres veces al día. De continuar así, volvió a pensar con pereza, nos quedaremos sin habitantes y yo sin quien consuma cerveza.

Miró de nuevo al cielo. Cinco puntos se aproximaron por el horizonte. Tomó los binoculares que descansaban a un lado de la silla y observó por varios minutos los puntos cada vez más cercanos hasta convertirse en un pesado avión de transporte Hércules C-130 de la Fuerza Aérea y cuatro helicópteros Black Hawk de la Marina armados hasta los dientes.

Las cuatro turbo hélices del C-130 rugieron a unos pocos metros de altura al dirigirse hacia el aeropuerto de Bacubirito, el cual en realidad era una pista acondicionada para el aterrizaje y despegue de avionetas Cesna que transportaban desde Culiacán fertilizantes o alimentos para la región. La torre de control, una casa prefabricada de dos aguas, servía tanto de tienda de abarrotes, depósito de cervezas como bodega de fertilizantes.

-Pero, ¡¿qué demo…..?!

El pesado avión de transporte militar tomó tierra y levantó una gran polvareda, El gran fuselaje se posó con facilidad debido a que estaba construido tanto como para pistas en adecuadas condiciones como para aquellas donde solo aeronaves locales podían aterrizar. Los cuatro helicópteros Black Hawk aterrizaron a un costado de la pista. La compuerta trasera del avión, en forma de rampa. se abrió y un pelotón de soldados salió del aparato.

De la nada aparecieron varias camionetas Suburban y vehículos Humvee que se acercaron al avión. Pudo ver con los binoculares que varias mujeres bajaban del Hércules, se subían a las camionetas junto con dos dos militares y tomaron con gran prisa dirección hacia la presa. A la velocidad que iban, calculó, estarían allá en menos de cinco minutos.

Tomó el micrófono de la radio de banda corta.

– ¡Chocotorro a Tuco!, ¡Chocotorro a Tuco!, ¿me copeteas? Hay varios 10-12 aquí, repito, hay varios 10-12. Descuélgate con el 50-50, pero ¡rápido!

Ciudad de México

18 de octubre de 1975

Ricardo caminaba al lado de Samantha. De pronto le pareció una pérdida de tiempo estar con la joven y su hijo. El tiempo apremiaba y deseaba llevar a cabo su misión lo más pronto posible.

– No entiendo para qué estamos aquí- dijo al borde de la exasperación

– Calma, calma. Tenemos que volver a armar tu plan.

– El plan es perfecto

– ¿Sí?, ¿y estaba en el plan que los de la DFS nos estén pisando los talones?

Ricardo calló por un momento

– ¿Qué sugieres entonces?

– Espera, para eso estamos aquí

-¿En el zoológico de Chapultepec? No veo de qué forma nos ayude

Samantha sonrió.

– Hombre de poca fe. Te dejo un momento con Iván, ¿ok? Tengo que hablar con alguien que quiero que conozcas, pero necesito verlo primero. ¿Está bien si te dejo un momento con Ricardo mi amor?

Iván se encogió de hombros.

– ¿Me puede llevar a ver a los animales?

– Claro, mi amor.

La joven se alejó y se perdió de vista entre la gente que miraba divertida a varios gorilas en cautiverio

– ¿Crees que alguna vez los monos sean nuestros amos? Preguntó Iván mientras contemplaba a los gorilas que se alimentaban los unos a los otros.

Ricardo se sorprendió por la pregunta del niño

– ¿Por qué lo preguntas?

– Porque hay un programa de caricaturas en la tele donde los changos, ¿o son simios? No me acuerdo bien, son los amos de los hombres. Así se dicen. Cuando sea grande quiero estudiarlos y ver si alguna vez podrán hablar, como lo hacen en las caricaturas.

– ¿Amos de los seres humanos? No creo. Más bien, los seres humanos estamos destinados a pelear entre nosotros. Algunos seremos quienes venzan a los que hoy son poderosos,, los derrotaremos, los aplastaremos como cucarachas…seremos los amos de todo.

Ricardo se dio cuenta que estaba hablando más para sí que respondiendo la pregunta de Iván. Volvió a callar. Observó a la gente que bajaba de la montaña rusa con una sonrisa. De pronto se imaginó la destrucción de aquél artefacto. ¡Qué gran caos sería! Por un segundo pudo ver en su mente los cuerpos de aquella gente despedazados y regados por la explosión que podría ocasionar. ¡Qué grande! ¡Qué maravilloso! Ya habrá tiempo, Estos simios ya sabrán de mí, pensó y por primera vez desde hacía años deseó reír.

Diez minutos más tarde Samantha regresaba con un hombre de unos 45 años, barba, lentes oscuros redondos al estilo John Lennon, chaqueta de pana, polo de cuello de tortuga y manos tan cuidadas que a Ricardo se le antojó que el sujeto jamás había hecho realmente un trabajo de «campo», un chupa sangre, una sanguijuela intelectual, se dijo.

-Ricardo, te presentó al doctor Ramón González

– No necesito un doctor- externó Ricardo con sarcasmo

– Ramón, es biólogo igual que mi padre, de hecho trabajó con él por varios años.

El hombre le extendió la mano

– Samantha dice que puede ser el Prometeo de nuestra causa.

– No lo soy

El hombre quedó en silencio por un instante

– Lo siento Sam, creo que no es lo que estamos buscando

El hombre se despidió de la joven

– Espera Ramón, por favor, cuéntale a Ricardo, sé que puedes ayudarlo.

– No veo cómo

– Cuéntale lo de mi padre, ¿ok? Mientras yo iré con Iván a comprar un helado. ¿Vamos amor?

El pequeño apretó la mano de la joven

– Claro mamá, ¿puedo pedir uno de chocolate?

Ricardo y Ramón miraron por un largo instante a los gorilas enjaulados

– Ricardo, ¿sabe lo que es el síndrome del Congo?

– No, la verdad no.

– Y no lo culpo. Deje que le cuente una historia que le parecerá increíble, pero servirá para sus planes. ¿Sabe quién es Salvador «Che Buitre» Moreno?

– Por favor, era el gran guerrillero argentino.

– No solo eso estimado Ricardo, no solo eso. Salvador Moreno era médico…

– Y ¿qué con eso?

– Hace diez años Salvador «Che Buitre» Moreno (como gustaba que le llamaran por tener varios muertos en su lista de «éxitos»)»secretamente» partió de Cuba hacia la República del Congo con la misión de hacer lo que mejor sabía hacer «oficialmente», formar un grupo guerrillero que pudiera contrarrestar la ofensiva de los imperialistas yanquis. Sin embargo llevaba una misión secreta.

– ¿Y era…?

– Por eso le decía que si conoce algo sobre el síndrome del Congo.

– Le he dicho que no

– No me sorprende, casi nadie sabe sobre el tema y es por el hecho de que hasta ahora es un secreto muy bien guardado. Resulta que algunos de los escritos del «Che Buitre Moreno» sobre su viaje al país africano fueron catalogados como secreto de Estado por el gobierno cubano después de su muerte en 1968 (se cuenta que murió en una habitación aislada de un hospital cubano), sin embargo alguien los sustrajo de la isla y vinieron a parar a México, particularmente a las manos del padre de Samantha.

– ¿El padre de Samantha?

– Así es, su padre era un gran biólogo de la Universidad Nacional, sin embargo por sus teorías cayó en el descrédito y más tarde fue arrestado y desaparecido por la DFS

– Ese hecho lo conozco

– Sí, pero lo que no conoce es lo que contienen sus notas y las del «Buitre». Estas son y se las entrego, Estúdielas y cuando nos veamos de nuevo, mi amigo, sabrá que su plan puede ir más allá de lo que nunca ha imaginado.

El hombre le entregó dos libretas de notas que Ricardo guardó entre sus ropas.

– Las leeré. ¿Cómo me puedo contactar de nuevo con usted?

– No será necesario, cuando esté listo, Samantha le llevará a mí.

El hombre se alejó, pero retrocedió como si algo se le hubiera ocurrido de pronto.

– Son interesantes los simios, ¿verdad? Verá que algún día seremos como ellos…o algo peor.

Bacubirito, Sinaloa

21 de junio de 2021

20:00 Hrs.

– ¡A la derecha! ¡A la derecha! ¡Carajo que nos están pegando! ¡¡¡¡¡Rodríguez!!!! ¡¡¡¡Carajo!!!! ¡Lleva a las señoras y al equipo forense al avión!! ¡No me importa cómo lo hagas!!!! ¡¡¡Carajo!!! ¡Silvia!!! a la izquierda, dos a la izquierda con AK-47!!!! ¡No dejen que se nos acerquen!!! ¡¡¡¡Izquierda, izquierda!!!! ¡¡¡¡Comunicaciones….con un carajo!!! ¿¿¿Ya te pudiste comunicar con central???? ¡¡Necesitamos apoyo de los Black Hawk!! ¡¡¡Insiste!!! ¡¡¡Que nos están tirando con todo!!! ¡¡¡¡Toodos a cuidar la carga!!! ¡¡¡¡Cuidado!!!!! ¡¡¡¡Granaaaada!!!!!!!!!!

Ciudad de México

18 de octubre de 1975

20:00 hrs.

Ricardo dejó las libretas de notas encima de aquella cama de hotel barato. Había dejado a Samantha y a su hijo y había tomado un cuarto en aquél lugar donde se reunían amantes de todo tipo. Quería pasar desapercibido y ese era un muy buen espacio. Miró por la ventana y se concentró en escuchar los sonidos provenientes de las habitaciones. Susurros, quejidos, risas, televisión.

Salió al pasillo donde un solitario teléfono público estaba instalado para todas las habitaciones. Giró cuidadosamente la rueda de marcación. Esperó que la operadora hiciera contacto con el número requerido.

– Los tengo – dijo tomando entre sus manos el cigarro Sputnik que Samantha le había obsequiado. Lo encendió y esperó pacientemente la respuesta.

– Te dije que Sam era fabulosa- La voz de Don Roberto se escuchó complacida- por años hemos tratado de obtener esas notas. Ramón las tenía ocultas y aunque es amigo de la causa y era amigo del padre de Sam no las quería soltar.

– ¿Sabe que dicen las notas?

– No, solo puedo decirte que sabíamos que el padre de Sam realizaba ciertos experimentos en un sótano de la Facultad de Biología en la UNAM. Cuando lo arrestaron los de la DFS quedamos tan sorprendidos como ellos. Había destruido todo su trabajo y sus notas desaparecieron…hasta ahora.

– Ya veo, mañana me comunicó de nuevo.

– Espera, espera…sobre el regalo que me dejaron tú y Sam, te tengo noticias. Se disolvió rápido, rápido…nadie lo encontrará, bueno me quedé con algo, tenía buena piel en el rostro.

Ricardo colgó. Regresó al cuarto. Fumó profusamente, se sentó en la orilla de la cama. Tomó el primer cuaderno y comenzó a leer.

Cuaderno de Notas

Salvador «Che Buitre» Moreno

República del Congo

1965

Alto Secreto

Ministerio de la Verdad

Cuba

«Contaré la historia de nuestra derrota…»

«Primera entrada. 1960, el gobierno revolucionario de Cuba tuvo noticias acerca de algo que parecía imposible. Según datos proporcionados por los servicios de inteligencia revolucionarios del Congo, apareció «como un demonio» desde la espesura de la selva, se esparció a través del río por varios pueblos y, según reportes, exterminó en menos de dos días a más de 500 personas».

«La noticia parecía tan increíble que el gobierno revolucionario del Congo no hace caso de los reportes de diferentes tribus asentadas en la selva…»

«1961. Llegan reportes, (que parecen salidos de alguna mala novela de ficción yanqui), sobre «personas que escupen las entrañas», «personas que un día tienen fiebre y al día siguiente derraman sangre por cualquier orificio y la piel».

«1961. «Como llegó, desapareció dentro de la selva…»

«1962. Reportes indican que los yanquis ya investigan el suceso…»

«1963. El gobierno revolucionario de Cuba y el Politburó de la URSS creen que el incidente, ahora llamado «Síndrome del Congo» puede ser usado por los yanquis para exterminar a la población trabajadora comunista, urgen acciones»

«1964. Reunión extraordinaria del Comité Político del Gobierno Revolucionario de Cuba. El comandante Castro me ha asignado la tarea de recabar cualquier información que pueda ser usada en nuestro favor sobre el «síndrome del Congo». Se me pide organizar una investigación en la selva del Congo».

«1965. Salimos hacia el Congo. Apoyaremos a la formación de guerrillas, pero nuestro objetivo primordial es…» ( Ricardo trató de leer, pero el documento estaba tachado con tinta negra)

«Llegamos a los primeros poblados. Todos fueron arrasados por el fuego. Nos dicen que así el demonio no se podrá apoderar de más personas».

«Seguimos la extraña ruta de muerte…la gente de la región no quiere hablar. tenemos que interrogar a dos campesinos…No nos dicen mucho, los métodos de «ablandamiento» no funcionan, puede más el pánico hacia el «demonio».

«Los lugareños, finalmente, nos hablan. Afirman que el «demonio» come las entrañas de cualquiera. Los niños «revientan de adentro hacia afuera». Nadie sabe cómo pararlo, sigue la ruta del río….el río Ébola. Finalmente, podemos trazar un plan, si tenemos suerte, tendremos el arma perfecta para acabar con el imperialismo…».

Nota del autor.

La realidad supera a la ficción.

La primera vez que se tuvo noticias a nivel mundial de lo que llamé «síndrome del Congo»; en los hechos reales «la enfermedad por el virus del Ébola (EVE)» como la denomina la Organización Mundial de la Salud, fue el 26 de agosto de 1976. El paciente «cero», fue el profesor de 44 años Mabalo Lokela, residente de Yambuku, República del Congo, quien muere 14 días después de haberse contagiado sin ser diagnosticado correctamente. El brote de infección que inició con un viaje de Lokela por el río Ébola y continúo en el Hospital en el cual fue internado terminó en 318 casos y 280 muertes en tan solo unas semanas. Se sabe que la enfermedad se oculta en chimpancés, gorilas, murciélagos de la fruta, monos, antílopes de los bosques y puercoespines infectados que han sido encontrados muertos o enfermos en la selva.. Está catalogada como Enfermedad de Transmisión Nivel 4, el más alto nivel de contagio. Y ya que hasta diciembre de 2019 se aprobó el uso de vacunas experimentales contra el Ébola y sus variantes, la ONU considera esta infección viral como agente en extremo peligroso debido a que puede ser utilizado como arma de bio terrorismo.

PARTE III

“El virus se transmite de una persona a otra por medio del contacto con el sudor, las heces, el vómito, la saliva, la orina o la sangre. Una persona contagiada suele producir muchos de estos fluidos de manera incontrolada, a menudo en grandes cantidades. En aproximadamente la mitad de los casos, se sufren hemorragias. A veces son abundantes, pero también pueden ser sutiles: pueden llegar a manifestarse como pequeñas gotas de sangre adheridas a los bordes de los párpados. Tal vez se padezcan hemorragias internas, invisibles excepto en los vómitos salpicados de sangre o en la melena (vómito negro). Cualquier persona que toque esos fluidos con las manos o la piel desnudas, corre el riesgo de infectarse… Y el virus del ébola es sumamente contagioso»

Zona Caliente (1994). Richard Preston, escritor para la revista The New Yorker, periodista científico.

Ricardo arroja las notas del «Che Buitre Moreno» encima de la cama. Le parece increíble y absurda la historia escrita en esas páginas. Saca de la mochila de viaje una botella de Tequila y comienza a beber mientras fuma y lee el segundo documento.

Notas

Desarrollo sistémico del ente viral 1A SC en sujetos de temprana edad

T.H. Cortázar, Biólogo

UNAM

1968

A diferencia de las notas del «Che Moreno», las de T.H. Cortázar, inician con varios artículos de los periódicos Excélsior y El Universal, pegados en las primeras páginas, sobre de estudiantes de la UNAM y del Politécnico Nacional, así como limosneros y prostitutas de la zona centro de la ciudad desaparecidos entre mayo de 1967 y septiembre de 1968; siete mujeres y ocho hombres de entre 19 y 20 años.

«Mayo 1967

Finalmente hemos encontrado el lugar perfecto para llevar a cabo el experimento. Gracias a los planos de arquitecto Eugenio Peschar, quien ideó la facultad de Ciencias, ahora tenemos acceso a uno de los sótanos olvidados de la antigua escuela. Desde hace tres días hemos trasladado instrumentos de laboratorio y sujetos de prueba.

Al principio mi asistente Ramón no estaba conforme con aplicar la variante del compuesto viral, que obtuvimos con el mayor cuidado posible del simio X, a las mujeres de prueba (una de ellas embarazada). Sin embargo al ver los primeros resultados no tuvo más que aceptar su equivocación. Ramón ha conseguido una cámara Kodak 8 milímetros y filmado todo como prueba de nuestro éxito. También gracias a las notas de «Buitre Moreno» sabemos más del síndrome del Congo (SC)».

Ricardo omite de su lectura las páginas que contienen sendos escritos técnicos acerca del llamado «compuesto viral» Le llama la atención diferentes anotaciones sobre el nivel de contagio.

«Los sujetos de prueba se infectaron en menos de 24 horas. Los primeros síntomas se aceleraron bajo diferentes circunstancias. Vómitos, fiebre, dolores indescriptibles de cuerpo, hemorragias internas y externas. Es una lástima que no pudimos realizar autopsias en los primeros sujetos de prueba por la falta de un equipo de aislamiento eficaz, pero después de meses hemos desarrollado una técnica especial para realizarlas y pruebas de laboratorio. Utilizamos trajes de cosmonautas que se consiguieron a través de la embajada soviética y se verificó que los órganos internos de los sujetos de prueba alcanzaron un grado no visto de destrucción celular, podría decirse que estaban licuados».

De nuevo deja las notas sobre la cama y enciende la televisión RCA que yace encima de un taburete de madera con innumerables marcas de quemaduras de cigarro. Golpea ligeramente los costados del aparato hasta que la imagen se vuelve nítida. Lleva a los labios un nuevo cigarro se sienta en el borde de la cama que rechina con lastimero quejido.

Deja que su mente vague entre lo que acaba de leer y las imágenes de «Santo enmascarado de plata contra los zombis».

– Y dígame señorita, ¿cómo está el profesor…?

– Ha desaparecido. Hace dos semanas regresamos de Haiti, mi pobre padre había terminado un libro

– Sobre los zombis…

– ¿Cómo lo sabe?…

Ahora cambia de canal, busca entre comerciales de Coca cola, de autos del año American Rambler, presentadores de mueblerías Viana, aceite Bardahl, Banca Serfin, deja que su mente se concentre en las escenas de la película «La noche de los muertos vivientes»…

– ¡¡Vienen por ti Bárbara!! ¡¡Vienen por ti!!…

Mira con atención a la mujer que corre por el bosque mientras varios zombis la persiguen hasta una casa desolada donde encuentra un cadáver semi devorado por los muertos vivientes. Vuelve a cambiar, ahora observa un partido de futbol, su mente se desvanece entre los recuerdos y el sueño.

¿Recuerdo o sueño revelador de cinco años atrás? Un estadio Azteca a toda capacidad. Miles de espectadores gritando. Se mira asimismo de 18 años con una playera de aficionado. Grita y anima al equipo nacional que lucha desesperadamente en el juego inaugural del Mundial México 70 contra su oponente, la gran Rusia Soviética.

– ¡Qué maravilloso espectáculo! ¿No crees? Tanta gente, tantas emociones. ¿No sería hermoso que todas cayeran muertas en este mismo instante?

Ricardo recuerda la voz, su aroma tan único, su sonrisa delirante, y su mirada llena de odio hacia la nada y hacia todos.

– Sí madre, sería hermoso.

La mujer mira como si pudiera predecir un futuro que solo ella ve.

– Hermoso, hermoso…y tú mi pequeño, algún día serás el Apocalipsis, el omega.

La mujer le besa, le acaricia el cabello como si fuera su fiel mascota. Con mirada irracional levanta las manos. Hace un gesto imaginario que aplasta a todos como si fueran cucarachas y suelta de lo más profundo una larga carcajada.

– Sí, serás mi pequeño omega…

Una espesa niebla roja cubre el estadio. Ricardo mira impasible cómo uno a uno van cayendo, como moscas, retorciéndose de dolor, explotando en un mar de sangre mientras las entrañas riegan el césped y la gradería. Ríe junto con su madre.

Seré el Apocalipsis

Seré el omega…

Despierta, ahora sabe qué hacer. Se levanta, corre la cortina y abre la ventana de aquella apestosa habitación de mala muerte. Amanece sobre la ciudad de México. Un hombre barre la calle y empuja su carro de basura. Una vendedora ambulante se coloca en la esquina y comienza a ofrecer tamales, Como cucarachas que deben ser eliminadas. Sí madre, seré el omega, piensa mientras recoge las notas de la cama y sale de la habitación.

Cuando un periodista cierra una etapa de su actividad profesional, inevitablemente cae en la tentación de ver hacia atrás y preguntarse a sí mismo: «¿Cuál fue la información más importante, divertida o trascendental que publiqué?»

Manuel Buendía. El Día. 1/XII/1976

Ciudad de México

Abril de 1984

Tres, no, cuatro, cuatro veces ha sonado el teléfono colocado encima del escritorio. Intento no tomarlo en cuenta. Y cuatro son los cigarros que me he fumado mientras espero que el redactor en jefe lea mi columna de hoy, de el visto bueno y la envíe a formación.

¿Cuántas veces habré escuchado que el trabajo de periodista no termina cuando martillamos la última letra de una columna en la máquina de escribir o cuando la rotativa imprime la noticia? Demasiadas en más de tres décadas de ejercer el viejo oficio de contar lo que a la gente le debería importar.

– ¿Estás seguro de la información? ¿De tus fuentes? No nos vayas a meter en un buen problema..

– Claro, sabes que no he fallado en ninguna.

El jefe de redacción mira de nuevo la columna, la revisa, medita, reflexiona, me ve como buscando alguna incongruencia de información en mi rostro y suspira.

– Sabes que esto es dinamita pura y ¿para cuándo vas a publicar la segunda parte?

– Pronto, muy pronto, solo espero que mi fuente me confirme lo del incendio.

El jefe vuelve a suspirar.

– Ok, ¿te parece que manejemos esta primera parte de domingo para lunes? Así explotamos la bomba desde inicio de semana

– Ok- dije tomando mi gabardina y mi libreta de notas -. Mañana espero tener lo del incendio y la última pieza del rompecabezas.

Como todas las tardes la «oficina» es un hervidero de gente caminando o corriendo entre nubes de humo de cigarro, olor a papel periódico y tinta. Salgo de la redacción y dejo de escuchar el constante tecleo de máquinas de escribir y teletipos. Me concentro en mis notas, pero el ruido de la ciudad me regresa a la realidad. Tocó mi costado y siento a mi compañera metálica, fría y lista para ser usada;

Reviso discretamente el percutor del revólver .38 Smith & Wesson y sonrío de tener conmigo ese único seguro de vida que cargo desde desde hace algún tiempo. Siempre he pensado que en este viejo oficio no siempre la verdad se traga con palabras, a veces hay que defenderla y utilizar otros métodos algo más certeros.

Miro mi reloj. Son las 8:00 de la noche. Mi fuente quedó de encontrarme en el lugar de Chao, un café en el barrio chino. Espero que llegue a tiempo, el tráfico está como nunca. 8:25, el reloj de la Torre latinoamericana hace que me sienta presionado. El taxista sube el volumen a la radio y comienza a silbar. Tal parece que está decidido a fastidiarme.¿Será que es un agente de la CIA o de la Federal de Seguridad que trata de fastidiar mi día por lo que he escrito? Aún la siento en mi costado, fría y lista para usarse, calma, calma, pienso. No todos son de la CIA.

Entro al café y como es costumbre Chao me saluda con esa sonrisa china que me inquieta. Me señala discretamente una mesa. Asiento y me dirijo hacia el lugar indicado donde espera nervioso un hombre de unos cuarenta años, desaliñado, saco café de pana raído en los codos, lentes redondos ya pasados de moda y polo cuello de tortuga ya muy gastado. Mi fuente, a la que nunca he visto en persona, pero sí escuchado por teléfono.

– Buenas, su última información fue muy buena, saldrá a la luz el próximo lunes, pero falta lo mejor- digo mientras me quito la gabardina y me acomodo en la silla.

El hombre deja su café con leche en la mesa y arrima el plato de Chop Suey.

– No desespere, deje que termine esto que está muy bueno. Hace años que no entraba a un café chino.

– ¿Seguimos en lo mismo de que no me dirá su nombre?

El hombre sorbió de nuevo el café con leche.

– ¿Para qué quiere saber? ¿No le he dado ya buena información?

– Sí, hombre, y se lo agradezco, pero siempre es bueno saber algo más…

– No para usted, si quiere seguir vivo

La declaración del hombre me dejó por un momento sin aliento, pero solté una carcajada que tenía más sabor de miedo que de otra cosa.

– No hombre, no se preocupe, para eso traigo a mi mejor amiga

El hombre levantó la ceja

– Smith & Wesson .38 muy buena arma, pero bueno…

El hombre metió la mano en el bolsillo del pantalón, sacó una libreta de notas, un casete y un carrete de vieja película de 8 milímetros.

– He leído todas y cada una de sus columnas. Sé que es usted un hombre de valor, que trae bien puestas las bolas, pero esto, esto va más allá de sus teorías de la CIA.

– ¿Esto es lo del incendio que me prometió?

El hombre tosió y pareció perder por un momento la respiración.

– ¿El incendio? Ahh sí… el incendio. Todo está ahí, grabado, de mi propia voz, solo lea, escuche y vea.

Dos hombres y una mujer con chamarras negras de cuero y cascos de motociclistas entraron al local. Chao me hizo una leve señal con la cabeza. Al momento reconocí que eran agentes de la DFS.

– Creo que…. – Me quedé con las palabras en la boca, del otro lado de la mesa solo la taza de café y el plato de Chop Suey eran únicos testigos de lo que había sido la presencia de mi fuente. Guardé las cintas en el bolsillo de mi gabardina. Para darme valor me acomodé los lentes. Sin mirar atrás salí del café. Sentí las miradas de los Jiménez, como se hacían llamar los agentes de la DFS desde la década de los cincuenta, pero no me siguieron. Aún no es mi tiempo, aún no amiga mía, pensé y de nuevo la palpé fría y silenciosa en mi costado, esperando por su oportunidad.

Continuará…

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