La leyenda de Vatra y Lief

La leyenda de Vatra y Lief

LoboSapiens

25/07/2021

Tiempo atrás, cuando no había ninguna luz que nos guiara durante la noche y las sombras de los que habitaban la tierra vagaban por el mundo, hubo una guerra terrible y sangrienta entre la manada de lobos Ruh y los zorros Groei.

Ambas manadas terminaron con múltiples pérdidas reduciendo sus números casi a la mitad, los cuerpos sin vida, dejados irreconocibles por las llamas de los zorros se apilaban en el campo de batalla junto a aquellos que todavía podían ser reconocidos.

Lief busco entre ellos por mucho tiempo junto a sus compañeros a Vatra, su amada y líder de la manada, pero por más que buscaba no la pudieron encontrar; dejó el campo de batalla con el corazón destrozado, teniendo la esperanza de que se hubiera perdido en el bosque de alguna forma, pero todo cambio cuando regreso a su hogar.

Ahí encontró a su amada Vatra idéntica a la última vez que la vio, observando como dormían sus pequeños, con el amor con el que siempre lo había hecho; Lief corrió con velocidad a ella al verla, listo para dar un salto y llenarla de cariño, sin embargo se detuvo en seco al notar que los rayos del sol que alcanzaban a llegar a aquel tramo de su cueva, atravesaban ligeramente su cuerpo.

–Vatra ¿eres tú?– preguntó Lief buscando la sombra que producía el cuerpo de su amada sin poder encontrarla.

– ¿Quién más podría ser lobo?– preguntó Vatra, pero su voz a pesar de estar llena de ternura, sonaba distante, como si hubiera alguna especie de muro entre ellos.

Lief cayó al suelo al escuchar su voz, pues era la última prueba que necesitaba, todos los músculos de su cuerpo se agarrotaron, sintió que su corazón se detenía y que un vacío, frio y oscuro llenaba su alma, sintió ganas de gritar de horror, de dolor, pero no tenía caso, solo asustaría a Vatra y ella no podría comprenderlo en ese momento, pues había muerto en el campo de batalla y aquella persona que se encontraba frente a él, no era más que su sombra.

– ¿Estás bien? ¿Estas herido? –dijo Vatra corriendo al ver que Lief cayó, ayudándole a levantarse un poco, Lief permaneció en silencio un tiempo, sabía que su amada no podría aprender más, no podría conocer nuevas cosas, no podría mejorar y evolucionar, era solo un recuerdo congelado que poco a poco se desvanecería y torcería– no huelo sangre… ¿te atacó acaso un olvidado?–preguntó Vatra levantándose alarmada.

–No, no es eso, creo que comí carne en mal estado y me duele el vientre– dijo Lief deseando no preocuparla –tengo que retirarme cuanto antes, no aguanto más sus efectos.

Dicho esto el lobo salió de su cueva y corrió lejos adentrándose en el bosque, todo le daba vueltas y apenas podía coordinarse para correr, sentía que un hueco se formaba dentro de él, pero aun así corrió, corrió a tropezones hasta que sus piernas le ardieron, corrió como si pudiera escapar de aquello, como si pudiera alcanzar a Vatra y traerla nuevamente de la muerte, corrió hasta que las fuerzas le faltaron y su cuerpo cayó al suelo, una vez ahí lanzo un aullido profundo con la voz temblorosa, casi desgarrada, mientras de sus ojos brotaban torrentes de lágrimas.

Olvidaría a Vatra eventualmente, aunque fuesen detalles pequeños, al igual que todos en la manda y conforme la fuera olvidando, la corrupción del olvido tomaría poco a poco a su sombra, torciéndola, transformándola lenta pero inevitablemente en una olvidada, una masa amorfa de dolor y destrucción capaz de dañar hasta a sus propios hijos.

Las sombras solían tardar medio ciclo antes de comenzar a volverse olvidados, aunque había algunas personas lograban mantenerlas por muchos ciclos, ciclos de obsesionarse con cada detalle, de recordar una y otra vez los momentos que se vivieron juntos, de sentir el dolor nuevamente de la perdida y de la soledad, pues una sombra jamás volvería a ser la misma persona, por más que se le mantuviese con recuerdos.

Vatra luchó a su lado una vez más contra los olvidados, conteniéndolos con su don del hielo que era lo único que se sabía que podía detenerlos un poco, pero a pesar de sus esfuerzos, de los esfuerzos de Lief, de sus hijos y de toda la manada, Vatra fue siendo olvidada poco a poco.

Sus gestos característicos fueron los primeros que se perdieron, hubo un momento en el que Lief noto que se movía diferente, de manera un poco errática y entrecortada durante ciertas acciones y por más que lo intentó no pudo recordar aquellos detalles de su amada.

Después comenzaron a desvanecerse lentamente sus rasgos característicos, su rostro se perdió junto con los patrones del pelaje de su cuerpo, termino siendo meramente la silueta de una loba, oscura y traslucida como si de polvo estuviera hecha y poco a poco se oscurecería más hasta engullir incluso la luz alrededor suyo, como si de una oscuridad encarnada se tratase.

Para entonces Vatra sabía bien lo que le estaba ocurriendo, pues si bien parte de ella se había perdido para siempre, gran parte de su mente y su esencia prevalecían aun, no podía aprender nuevas cosas ni evolucionar, pero si podía comprender y reaccionar.

Un día mientras Lief y Vatra bebían a las orillas del lago donde se habían encontrado por primera vez, Vatra se acercó a él y le dijo:

–Lief, tú y nuestros hijos, la manada en general no puede seguir viviendo así, puedo ver el cansancio en tu mirar, puedo oler el miedo en ti y el dolor que cargas, el pesar se ha vuelto tu rutina y odio verte así, odio verlos así.

–Pero Vatra, estamos cerca de encontrar una manera de que los olvidados vuelvan a cómo eran antes, de que regresen a nuestro lado, incluso se ha visto a un olvidado extraño vagar por los bosques– interrumpió Lief pues sabia lo siguiente que Vatra diría.

–Y así ha sido desde que tengo memoria, siempre estamos cerca pero nadie ha vuelto, amor, se lo difícil que es esto, pero no hay más opción, mañana me adentrare en el bosque para combatir a los olvidados lo más que pueda, aunque al final me una a ellos– la voz de Vatra a pesar de sonar lejana, casi como un eco, parecía que se quebraría a cualquier momento.

–No… Vatra…– Lief se quedó en silencio, no sabía que decir, sabía que Vatra tenía razón, pero no quería aceptarlo, no quería perderla –no podría… siento que… siento que moriria.

–Y yo también lo siento así Lief, pero yo ya morí– múltiples lágrimas, oscurecidas al igual que ella, se escurrieron de los ojos de Vatra al decir estas palabras, al igual que de los de Lief –pero mientras algo de mí se haya quedado en ti, jamás me habré ido en verdad.

– ¿cómo sabré que estas en mí? ¿Cómo puedes estar en nosotros? –dijo Lief con su voz quebrándose completamente, el cuerpo le temblaba, sentía que se partía en pedazos, que algo dentro suyo se quemaba, se retorcía, se apagaba –Vatra, no me quedan muchos ciclos ya–dijo con la cabeza baja y con un último rayo de esperanza–¿Por qué no tratar de vivirlos juntos?

–¿Qué hay de nuestros hijos? ¿Qué hay de la manada? Lief siempre dijimos que las sombras no detendrían nuestras vidas… míranos ahora– Vatra guardo un momento de silencio y se acercó a Lief pegando su cabeza junto a la suya, su calor aún no había sido olvidado, la suave caricia de su pelaje tampoco, Vatra apretó su pecho lo más que pudo con el de Lief, buscando sentir su corazón una vez más, sentir su vida –necesito saber que estarás bien, necesito saber que no me seguirás y que seguirás con tu vida, con nuestros hijos, con nuestra gente, necesito que tú, que todos me prometan que me dejaran ir, a mí y a quienes se vayan después de mí.

–Te lo prometo Vatra, por más que no quiera hacerlo, por más que me queme decirlo, te lo prometo Vatra– ambos cayeron al suelo juntos cuando pronuncio esas palabras, ambos estaban hechos pedazos, Vatra por segunda vez y ambos dieron un aullido profundo, intenso, roto.

–Estaré en ti cuando digas las palabras que alguna vez te dedique, estaré en ti cuando hagas aquello que te haya enseñado, estaré en ti cuando las lecciones que te haya dado, te ayuden a decidir tu camino, estaré en ti porque soy parte de quien eres y eso nada podrá cambiarlo, jamás me iré en verdad– susurró Vatra sin separarse de Lief.

Aquello lo hizo aullar aún más profundamente, en su aullido estaban el dolor y la desesperación de cada fibra de su ser, pero también había paz, una paz que apagaba poco a poco el frio que lo carcomía.

Vatra llamó a sus hijos y paso junto con ellos y Lief, un último día juntos; A la mañana siguiente Vatra se dirigió a cada uno de su manada, todos la despidieron con tristeza pero aceptaron su promesa, después de aquello Vatra se dirigió a las afueras del bosque y se perdió entre la espesura de los árboles para no volver a ser vista.

Les tomo tiempo y mucho dolor cumplir aquella promesa, pero cada quien lo logró eventualmente, sus hijos, Ruhe, Voraus, krafter y Lykke crecieron y tomaron su sitio en la manada, Voraus se transformó en una hábil cazadora y rastreadora como su padre, Krafter se instruyó en las artes de la sanación, Lykke tomo el mando de la manada al igual que su madre y Ruhe desarrollo su don del hielo para proteger a los que amaba de los olvidados.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS