Era entrada la madrugada cuando SX3 posó suavemente la palma de su mano en el cristal que separaba las dos estancias del vacío laboratorio. Miró a su través y se vio. Misma edad, mismo peso, mismo aspecto. Había adoptado cada detalle suyo. Cada gesto y movimiento eran idénticos, una fidelidad que ella no se reconocía.
Su crecimiento se había desarrollado tan veloz que el paso de embrión a la treintena en cuestión de semanas le había dejado sin apenas margen de asimilación. No estaba en paz, sentía como el desagrado y un cierto miedo crecían en su interior cada vez que sus ojos se encontraban. Juntaron sus yemas sólo separadas por la fina capa transparente. Sus miradas se detuvieron contemplándose con fascinación. Le sobrecogía saberse igual que ella, pero diferente.

La ciencia había obrado su milagro, pero el parecido no lograba compensar la falta de vida propia. El deseo de encontrarse a sí misma la llevó a imitar a su progenitora, aun sin contar con su brillo en los ojos, con sus vivencias, con su mente, con su corazón, con su alma. Aquella copia perfecta nunca la acercaría lo suficiente a la condición de humana.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS