La fotografía mental que me dejó tu mirada, acompaña mis mañanas.
Mi hazaña: una vida esforzada entre campo y montaña.
Un libro leído lentamente, dando vida a tu universo de palabras.
Te amaba y deseaba ver tu rostro en mis madrugadas.
Te amaba y deseaba explorar la vida en tu compañía.
Te amaba, anhelaba que tu pecho fuera mi almohada.
La dulce primavera te conquistó y una mañana partiste sin decir adiós.
La novia de todos llegó a tu corazón, más pronto de lo que pudo mi acción.
Cerraste tus ojos al viejo mundo y los abriste a la novedad.
Abandonaste tu hogar, te refugiaste más allá de lo trascendental.
Poéticamente pienso que, caminas en el cielo, exploras estrellas y domas cometas.
La realidad muestra la crudeza de tu ausencia y la enseñanza dejada a mi consciencia.
Te añoraba y deseaba que desde el cielo me cuidaras.
Te añoraba, mi mente solo en ti se ocupaba.
Entre añorar y recordar la vida se me pasaba.
Cuando desperté, vi que el polvo se apoderó de tu retrato.
Respiró la mente, nació la reconciliación y tu energía me dijo adiós.
Me enseñaste, aprendí y es hora de dejarte partir.
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