Nada más hacerlo me doy cuenta del atípico resplandor que ilumina la calle. Mientras me alejo voy tomando conciencia de las llamas que emergen de algunas ventanas, de las luces de colores que salpican la oscuridad de la noche, de las sirenas urgentes que apagan el silencio, del intenso olor a humo que lo inunda todo y, finalmente, del calor sofocante que me araña la piel que contradice el frío glacial que me invade.
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