Aquella noche que te soñé, mientras llovía.

Aquella noche que te soñé, mientras llovía.

Hoy desperté agitada, entre sueños e imágenes borrosas recordaba tu silueta, tu cara más blanca al despertar; tu sonrisa traviesa al mirarme soñoliento.

Hoy soñé contigo, esta noche te extrañe entre mis brazos, anhele sentir tu piel, poder sentir tu boca recorriendo mi cuerpo, hoy me faltaste en medio de la noche fría. Era una noche cualquiera, llovía ligeramente y el clima era muy agradable. Me acurruque entre almohadas y cobijas. No estabas ahí, apenas cerré mis ojos y viaje a tu lado.

A mis adentros me dije: Extraño tu cuerpo, tus caricias, tus besos, pero extraño aún más tu risa, mis locuras a tu lado, dejar pasar el tiempo sobre tu pecho. Extraño dormir sin pendiente a lado tuyo, me faltas cada día, y en un suspiro lance mis añoranzas, espero lleguen hasta ti.

Esta noche en medio de mi sueño, te mire fijamente como quien devora, lo que tanto anhela.

Casi en una danza sutil y acompasada me acerque a ti, en un abrazo pude sentirte, en un abrazo te vi conmigo, tuve esa certeza de que mi alma y la tuya tenían que ser.

Sonreíste, te sonreí los dos nos dimos cuenta. Nos entregamos en un beso lleno de pasión, de furia, de calma, de ansias, nuestros cuerpos se recordaban, aunque ahora éramos otros, aunque ahora éramos nuevos, nuestra naturaleza se reconoció, suspire temblorosa. Suspiraste y flotamos juntos al ritmo de nuestros latidos.

Tus manos cariñosas y cálidas fueron descubriendo mi piel que tanto te desea, la ropa era un obstáculo ahora, todo sobraba, solo nuestras formas eran necesarias. La mesura nos rebasaba, la lógica no tenía lugar.

Tus ojos frente los míos, tu cuerpo desnudo, mi cuerpo ahí palpitante, dichoso, ardiendo. Cada vez más cerca, cada vez más unidos, una especie de artilugio nos atrapo.

Mi boca desbocada recorrió tu rostro, tu cuerpo y cada una de tus partes, hasta sentirse colmada. Tus manos dominaron mi cuerpo me alinearon al tuyo, jadeando juntos, inquietos nos entregamos al placer más sublime de complacernos uno al otro, atónitos. Yo contra ti, en una lucha deliciosa, en un forcejeo celestial. Tu sobre mí, penetrándome una y otra vez mientras yo percibo cada uno de tus bordes, la vista se me nubla, el placer me aprisiona y me rindo ante tu ir y venir. Maravillados, nuestros ojos desorbitados logran encontrarse a través de la oscuridad, te miro y reconozco ese instante, ese momento en el que sé que ahí es mi lugar, que ese es el sitio justo donde mi alma habita y libre se duplica.

Un jalón más que mágico entre tus manos y mi cadera me coloca sobre tuyo. Sonrió juguetona y complacida. Coloco tu miembro en mí y desinhibida, ligera, me entrego a la fusión más prodigiosa, mi cuerpo deshaciéndose en placer sobre el tuyo.

Tu respiración se turba, tu gesto hierve, yo deleitándome al mirarte, voy más rápido. Mi entrepierna hormiguea, envueltos en cosquilleos, en remolinos de éxtasis, aprieto tu mano con furia, mi espalda se curva, no ceso de empujar contra ti, torbellinos crecen en nuestro interior. Vertiginosa, con la cadencia más precisa consigo que juntos lleguemos al clímax más puro, más limpio, llegamos al orgasmo más virtuoso, juntos, tomados de las manos. Sin pendientes, sin añoranzas conciliamos el sueño en armoniosa paz…

Aquella noche que te soñé, mientras llovía.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS