Navegaba por el cálido y sinuoso caudal atenta a su ardua tarea. Tímida y abnegada, la pequeña eucariota cumplía con su ritual, pero en el reparto de hoy un diminuto haz de luz la sorprendió. Nunca había visto el exterior.
Lejos de sentirse tentada, maniobró con habilidad y continuó deslizándose por el torrente viscoso. Superado el vórtice, logró afianzarse en el estrecho canal engomado. Constató el ajetreo circundante, todo era más urgente en este viaje.
Satisfecha, entregó su carga en destino. La fidelidad era su sentido, su cometido era la vida, la vida de aquel interior, ella era la vida.
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