Un atormento invade mi alma.
Ventiscas de miedos arrasan
con los cultivos de la seguridad.
Veo una espesa tiniebla sombría
de malos recuerdos arropándome completamente,
haciéndome perder el sendero hacia el triunfo.
Y redireccionándome a la eterna miseria y sufrimiento.
Me encuentro por el camino
auras grises igual de perdidas.
Como luces pálidas
a un soplo de la extinción definitiva.
Sollozando su pasado
flotan oscilando
el infinito vacío de pesares.
Deambulando siento como lentamente
me voy apagando.
Exhausto.
De pronto se acerca a mi
una silueta centelleante.
Llevándome a las praderas de la dicha
y un sol radiante.
Flores de esperanza
dejan derramar su fragancia por el entorno.
Arboles de la prosperidad nos cubren
y brisas de armonía acarician mi piel.
La silueta centelleante
me toma la mano suavemente.
Tomando silueta de una mujer
con una figura deseable y delicada.
La rodeo con mis brazos,
aún de luz tenue,
mirándola a los ojos y
soltándole una sonrisa tímida.
Nuestras auras
se acercan beatíficamente.
Besándose, dulcemente.
Lanzando un fino destello,
y regresándome la llama de vida.
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