Advertencia: prohibido el paso a personas con escopofobia.
Caminaba entre cámaras de seguridad y cientos de ojos amenazantes flotando en el firmamento blanco y vacío. Los tentáculos del sol espiral escurrían billetes, manifestando la maldad del arsénico empresarial existente que me perseguía desde que salí del limbo entre el exterior y mi subconsciente.
Cuando llegué al pueblo, el paisaje se nubló de nubes cristalinas y los paranoicos salieron a ver la TV, que cantaba el himno nacional y exponía lo que supuestamente iba a llover. Cayó el primer cristal, iniciando el clima de demencia y podredumbre. La gente abrió las venas para recibir la dosis de lo que creían era tan solo heroína, subestimando los efectos de la mierda de cocodrilo que estaban a punto de consumir.
El viento suspiró el aliento del demonio, y la humanidad se fue con él. Las nuevas criaturas se retorcían sin dolor en el suelo con el noma obligándolos a sonreír, emanando radiación y olores que se sentían como estar dentro de una cámara de fosgeno. Se volvieron irracionalmente violentos, atacándose entre ellos con la intención de desfigurarse las caras y los genitales de un solo mordisco para luego atragantarse con sangre coagulada. En sus cráneos habitaban larvas, que recorrían los agujeros de la calavera para alimentarse de la carne putrefacta y amarilla que se les desprendía a pedazos. La grasa hirviendo me indujo al vómito de una rata sarnosa que se disolvió apenas cayó en las manos de un engendro hambriento. Finalmente, la carne podrida, la sangre verdosa y los pelos grasientos formaron un pantano de gangrena venenoso del cual creció mentha pulegium; planta que indujo el aborto de Jesús.
El ambiente se redujo en una profunda y miserable tristeza. Fui testigo de la orgía más indigna, leprosa y necrofílica que mi deleite bizarro jamás pudo ensoñar.
Cesó el himno nacional, y con él cesó la lluvia. Como un despojo humano, caminé hacia la TV con el feto y la sangre de Cristo en mis manos. Los ojos y las cámaras de seguridad me acosaban violentamente mientras avanzaba por el fango, y me hacían sentir un peso beodo en el cuerpo.
Canal 9
Bienvenida al Pueblo Paranoico.
El cáncer que acarreas se está arrastrando al pueblo…
Sentí un frío infernal en la cabeza; la pantalla del televisor mostraba mi cuerpo enterrado en un lago, y en el fondo, a un gobierno déspota deseando masticarme por traicionar a la patria.
…y jamás podrás escapar de tu querido pueblo.
Cambié el canal.
Canal 2.
Sentirás un cariño patético en la espalda; una invitación al circo divino del Segundo Círculo que inaugurará una exposición de las parafilias más tristes del pueblo. Verás una carnicería bozofílica de payasos devorándose entre si; un saturnal de muñecas desgarrándose el pulso con jeringas cargadas de fluidos bubónicos y venéreos; una masacre de criaturas sin cabeza ni extremidades pudriéndose entre gusanos famélicos y babosas de sangre chorreando desde la cuerda floja.
En la cúspide, Cleopatra sostendrá la figura de la Virgen y el techo se abrirá. El nimbo tóxico y caliente de María tocará el cielo, y este se manchará de rojo.
Las úlceras negras flotando en el paisaje de nubes quebradas y la paranoia de la gente terminarán por culminar la lenta metamorfosis del pueblo, y desde el núcleo de la orgía aparecerán los tres círculos, violando todo sentido por haber.
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