Hola, soy hombre, no busco sexo, solo quiero hablar. Esa es mi frase inicial, mi carta de presentación, el mensaje listo tras el comando Ctrl v, que desesperadamente uso mientras navego en una red de pervertidos en búsqueda perpetua de sus insaciables placeres. El contacto auténtico entre dos seres humanos es una forma rara de comunicación en un sitio en el que predominan la libido y los encuentros predatorios. Sé que no encontraré nada aquí, sin embargo, el propio engaño es menos deprimente que permanecer en posición fetal por el resto del día.

Así que vine aquí, hacia esta hoja en blanco, a contarle lo que el mundo se rehusó, por una razón u otra, a prestar oídos atentos. No llevo mucho aquí, frente a ti, hoja, si es así como te gustaría que te llamase, no lo sé, pero tengo la certeza de que un destello ascenderá de tus profundidades si deseas que te llame de una forma diferente. No llevo mucho aquí, te comento, y puedo darme cuenta de que el frío tacto de tu superficie de papel, resulta más cálido que el rose de las pieles con las que he tenido el infortunio de toparme últimamente. Ya no se comunican las pieles, guardan celosas su calor a modo de valor de cambio, codician el contacto, lo reservan para placer propio. Ya no existe el deseo de escuchar, y me pregunto si alguna vez existió si quiera. ¿El genuino interés humano? ¿El amor incondicional? ¿El puro instinto de tender la mano al otro, sin importar quien el otro sea? ¿Qué les queda a las pieles entonces? Sin todo esto se vuelven sintéticas, pierden su valor humano, se les escurre la vida y quedan secas, secas y listas para portarse, no más como vehículo de la sensibilidad, sino como un atuendo. ¿Y qué hago yo, desnudo y poblado de cicatrices? ¿A quién empeño mi dolor, a quién se lo cambio, y por qué? ¿Quién querría una gota de miseria, incluso si fuese gratis? Aquí siento, helo aquí, el fluido emocional derramado, transformado en palabras que contienen cada una, una pequeña fracción, una fracción única, de ese precioso fluido. Hola, soy humano, no tengo sexo, no tengo género, soy el mundo y es por tanto el mundo lo que aquí se expresa. ¡Contémplate madre natura, en el reflejo de mis lágrimas caligráficas, en la implacable corriente de mi prosa!

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