El buscador

El buscador

JAMA

30/03/2021

El hombrecillo en la taberna

De la emoción viene el conocimiento y de los instintos viene el amor.

Las historias a menudo surgen de las preguntas que acuden de manera intermitente en alguno rincón cognitivo que guarda con añoro nuestros deseos y aspiraciones más profundas, como si de una extraña caja fuerte se tratase, donde las cosas no salen con simpleza, a no ser que algo verdaderamente significativo lo requiera, y solo así, ese pensamiento intermitente se materializa, y ahí surge lo que muchos conocen como magia; es decir, aquel conjunto de conocimientos arcanos que proveen al portador la capacidad de distorsionar la realidad a su antojo, sin importar sus aspiraciones, pues la existencia no discrimina entre moradores justos y aquellos que se dejan llevar por su naturaleza.

La historia que hoy nos acuña surge de una pregunta interesante y a menudo olvidada por el tiempo, sin que esto quite su importancia en la vida de los moradores de la existencia, la pregunta en cuestión es: ¿Dónde te apetecería descansar?; analizando con detenimiento este cuestionamiento nos encontramos con un terreno fascinante que invita a la introspección, pues los sabios suelen decir que nuestros deseos básicos surgen de nuestras propias historias, y ese hipotético punto de descanso puede no existir, pues nunca hay saciedad espiritual y al final, el punto de reposo será escrito por las circunstancias y no por el morador, naturalmente al momento de su muerte.

Sin más divagaciones partimos nuestro relato en tiempos remotos, tras la caída del gran imperio, y el surgimiento de nuevas comunidades con una estructura sólida en base a la monarquía, las personas desempeñan su labor en la sociedad y pagan un tributo en función a sus ingresos, la era del hombre estaba en la cúspide de su evolución y la era de las criaturas mágicas estaba ya en épocas tan remotas que siquiera existe alguien para recordarlo; si con un adjetivo se le puede describir a esta peculiar época, ese sería “mundano”, pues las cosas seguían un orden bastante similar dentro de los límites territoriales antepuestos en la llamada Valle blanco, el cual era un territorio pacífico con una economía basada principalmente en la minería y agricultura. Más allá de los límites estaba la frontera territorial, la cual separaba el pacífico poblado de los peligros inminentes que escondían el mundo exterior y que en palabras de los mismos pobladores, solo estaba reservado a locos y aquellos quienes habían perdido todas esperanzas de vivir para de esta forma aproximarse a una muerte segura.

Dentro del valle y recorriendo sus estrechas calles abundantes en construcciones irregulares, mercaderes, soldados, campesinos, agua estancada, cagadas de animales, caballos, carretas y poca luz filtrándose en los tejados podemos encontrar un punto en común que compartían todos los habitantes sin importar profesión y situación económica, este lugar en cuestión era una taberna llamada “playa clara” en honor al primer nombre de la comunidad, el lugar era sencillo, oscuro y rico en olores irregulares tales como cerveza fermentada, carne asada, sudor y excremento, además del aglomerado de personas y metahumanos que asistían en ese peculiar lugar; la especialidad de la casa era la cerveza oscura y el estofado de borrego, plato predilecto de nuestro morador sin nombre, quien a altas horas de la noche se encontraba sentado en la barra degustando de su aperitivo a la expectación del viaje que estaría a punto de emprender, un viaje que lo cambiaría todo, un viaje hacia más allá de los límites territoriales del valle, de ese tipo de viajes donde uno seguro se busca una cita con los atractivos y mortíferos ángeles de la muerte, pero por sobre todas las cosas, un viaje para buscar algo, un algo desconocido cuya naturaleza es cautivadora y peligrosa a partes iguales.

Nuestro morador se encontraba dando algunos sorbos tímidos a su bebida y degustando a partes iguales pequeñas raciones del cuenco lleno de estofado, todo esto sin la meditación adecuada que según los sabios requerían las actividades mundanas pues este hombre estaba completamente perdido en sus pensamientos, su cabellera rojiza denotaba su naturaleza extranjera y su semblante tosco aludía insatisfacción; su cuerpo no era especialmente fuerte pero su postura era digna de un joven guerrero muy entrenado, unas dagas colgaban de sus fundas en un estilizado cinturón de cuero; este era el porte auténtico de un peregrino con determinación marcada y temperamento calmado.

El hombre yacía con tranquilidad en la barra hasta que un hombrecillo de poco más de metro y medio se acercó hacia él; dicho ser (si se le puede llamar así) tenía tez azulada, semblante infantil, facciones finas y estaba vestido en un curiosos trajecillo verde en similitud a los bufones del monarca, este sostenía de su mano derecha una charola con algunos tarros vacíos, lo que demostraba que él mismo trabajaba en el lugar, y si algo podía atribuírsele al mismo era su actitud vivaz y su indiscutible y casi molesta curiosidad.

– ¿Tú no eres de por aquí verdad? – preguntó el hombrecillo en un tono casi burlesco.

– No – contestó el hombre fríamente.

– Oh ya entiendo – respondió el hombrecillo.

El hombre se exaltó un poco ante este gesto que en su concepción fue descortés, por lo que pregunto en tono retador.

– ¿Qué entiendes?

-Jejeje eres un forastero – respondió el hombrecillo en ese particular tono chillante y molesto.

Aquella situación era por demás incómoda, el hombre se preguntó el por qué aquel enano insolente no se preocupaba por sus asuntos, era claro que no estaba de humor para ser cuestionado en ese momento.

– ¿Qué quieres decir con eso? – replicó el hombre.

El hombrecillo se acercó incómodamente al hombre con la finalidad de capturar su mirada para después soltar un sermón.

-Vas de un lado a otro sin retroceder, para perseguir aquello que anhelas, ya sabes, cómo riquezas, una doncella, una batalla épica, o tal vez buscas poder jejeje.

El hombre vio con desconcierto aquella afirmación tajante, pues era claro que ese ridículo orador basaba su concepción en meras superficialidades, dicha actitud era de las cosas que él más detestaba en la vida, el simple hecho de que quisieran intuir sus pensamientos le resultaba desagradable y molesto a proporciones bíblicas, ya era hora de terminar con este ridículo juego de intuición.

-Yo no busco nada en especial – dijo el hombre en tono seco y desinteresado – creo que está sobrevalorado darle un sentido al viaje o una mierda por el estilo.

El hombrecillo ejecutó una leve risita que despertó el interés del morador en un sentido tajante y defensivo.

-Oh claro que buscas algo – dijo el hombrecillo- el hecho de que no sepas lo que es, no quiere decir que camines sin rumbo.

Aquella afirmación resultó ser un astuto contraataque, por lo que aquella conversación aparentemente mundana tomó un rumbo interesante y peligroso.

– ¿Cómo lo sabes? – replicó bruscamente el hombre.

El hombrecillo ejecutó una mueca burlesca resaltando aún más las imperfecciones de su desagradable rostro y por sobre todas las cosas invitando al enfrentamiento.

-Jejeje será porque sigues viajando – soltó el hombrecillo – quizás eso sea lo que persigues, ser un buscador.

-Quizás.

-Tiene sentido por tu semblante.

El hombre se sintió nuevamente juzgado, pero al mismo tiempo sentía curiosidad por el rumbo que tomaría aquella conversación.

– ¿Qué quieres decir con esto? – replicó el hombre cada vez más irritado.

El hombrecillo aspiro rápidamente y se dispuso a seguir con su rutina de discursos.

-Callado, rostro contraído, ojos tristes, buscas y buscas aquello, y quizás de forma esporádica encuentras, pero no es suficiente, nunca es suficiente, en el fondo sabes que es momentáneo, que nunca existirá la saciedad espiritual, nunca estarás lleno.

La expresividad relajada del forastero se convirtió rápidamente en una grotesca mueca producto de la intriga y ofensiva en consecuencia de sentirse juzgado nuevamente, aquella afirmación carecía de sustento y sin embargo el discurso era peligrosamente preciso, el forastero lo sabía por supuesto, pues aquella ridícula criatura sabía que hilos jalar para despertar impulsos instintivos de supervivencia.

– ¿Eso es malo? – pregunto chocante el hombre.

El duendecillo sin quitar esa peculiar mueca burlona respondió tras levantar el cuenco con más de la mitad de su contenido en un engrudo de estofado.

-No lo sé, tu dime.

-Tu podrías decirme si esto es malo – dijo el forastero.

– ¿Qué podría decirle si es malo? – respondió el hombrecillo sin perder la compostura.

-Ya sabes – replicó sarcástico el hombre – ser un ridículo tabernero cada día de tu existencia sin siquiera saber lo que pasa a las afueras de este miertero pueblucho, ¿Qué dices?, ¿Estás conforme con esto?

El escupitajo emocional no sacó de sus cabales en absoluto a aquel hombrecillo que cada vez demostraba un mayor manejo de la situación.

-Ummm – expresó pensativo el hombrecillo – el trovador entona hermosos cánticos, hay comida deliciosa, hermosas doncellas y todas las personas siempre tienen historias interesantes como la tuya jejeje.

Tras una pausa y con tensión acumulada en la conversación (que incluso hizo que algunos clientes de la taberna abandonaran sus actividades para escuchar la disputa) el hombrecillo retomó la palabra.

-Y hoy tenemos la nueva historia del gran buscador – relató en un tono burlesco, exagerando el complejo de orador – un hombre corpulento que va hacia donde la briza, el agua, la tierra y el fuego lo direccionen para que este encuentre aquello que tanto anhela y así al fin pueda vivir en paz o prefiero decir morir en paz jejeje.

-Tu nunca entenderías cabrón – replicó antagónico el forastero – cómo podrías conocer otra vida más de la que te da este asqueroso lugar en donde seguramente mueras sin saber un carajo de lo que es la vida, y así será por siempre, así que no supongas que sabes más que los demás.

Era sorprendente la postura y el porte que tenía el hombrecillo para tener el valor de cuestionar a aquel sujeto que claramente lo supera en fuerza física, pero más sorprendente aún era su determinación a esperar hasta que su “amigo” terminara su discurso para así seguir en su hábitat natural que era despertar los rincones más oscuros de los seres pensantes.

-Wow – expresó efusivo y sonriente el hombrecillo – esa es una excelente historia, ya sabes, la historia del duendecillo que es mesero en una taberna, sirve estofado, cerveza y pan y encima hará esto por toda su vida.

Luego de esto el pequeño ser entonó una atropellada carcajada que despertó finalmente la bestia que el forastero guardaba con recelo en su interior, la tensión estaba en curva superior lo cual detonó en un muy molesto guerrero que de un rápido movimiento tomo al hombrecillo de sus prendas para levantarlo de una sola mano y con la otra desenvainar una daga para posteriormente hundir la punta amenazante en las prendas de su prisionero.

El abrupto ruido hizo que la totalidad de la taberna quedara afónica y volvieran la vista para presenciar aquel espectáculo; miedo, desconcierto y también emoción se respiraba en el tenso ambiente, y el tabernero situó su cuerpo hacia la puertecilla de afuera en caso de tener que llamar a la guardia.

– ¿Qué te crees pedazo de mierda? – aulló violentamente el forastero – crees que eres mejor que los demás haciendo esta asquerosa rutina, quizás seas astuto en las palabras, pero te aseguro que de un tajo puedo cortarte la cabeza.

El hombrecillo mostraba palidez en su rostro, pero eso no le quitó su sonrisa desinteresada.

-Jejeje tranquilo hombre, solo bromeaba jejeje.

-¡No te metas conmigo o tus amigos tendrán que barrer tu cadáver!.

El hombrecito tomó el brazo en la que el forastero empuñaba la daga para hundirla por completo y atravesar su propio cuerpo, de la herida no brotó nada de sangre, y el rostro de ese ridículo personaje no perdía esa lucidez burlesca y enérgica; el forastero quedó completamente desconcertado.

-Jejeje – entonó el hombrecillo – solo te digo que no seas un buscador si no disfrutas haciéndolo, pues de cualquier forma cualquier objetivo será banal y superfluo.

El forastero soltó rápidamente el hombrecillo que cayó desplomado en el suelo de madera astillada para elevar la mirada y percatarse que los clientes en la taberna se habían esfumado completamente, lo cual le hizo entrar en un trance defensivo y atemorizado, tras volver la vista hacia el hombrecillo en el suelo se percató que el mismo ya no se encontraba en el suelo, lo cual le hizo pegar un brinco de terror.

Una voz serena y firme surgió detrás de él.

-Y el aventurero hace lo que mejor le sale en situaciones complicadas, acudir a la violencia sin analizar antes la situación.

El forastero volteo la mirada rápidamente para toparse con un hombre joven en una túnica decorada y teñida en un pigmento rojizo, su tez era blanquecino y de sus ojos emanaba un brillo sobrenatural muy característico de las criaturas nocturnas.

La situación se relajó rápidamente, pues era claro que el forastero conocía a ese misterioso personaje.

-Chamán en jefe, ni en los confines del mundo puedo rehuir de sus sutilezas.

El chamán esbozó una cálida sonrisa paternal.

-Qué quieres que te diga, prometí a tu hermosa madre que cuidaría de ti hasta el fin de mis días, pero mis dominios tienen límites, y tu bien lo sabes joven Radrek.

– ¿No tienes mejores cosas que hacer? – cuestionó Radrek.

-Así es joven, y seré breve, este será mi último vestigio pues ya estas cerca de los límites en los que te dispones a cruzar, has de saber que lo que hay fuera de las fronteras supera con creces mi control.

– ¿Vienes a impedir que me vaya? – cuestionó Radrek.

-No joven, solo quería asegurarme de que estas dispuesto a asumir el riesgo, pues si la muerte te cubre con su manto por fuera de los límites, tu conexión hacia el árbol central se perderá para siempre.

El joven guerrero meditó un poco lo antes mencionado, su rostro aludía nostalgia e introspección.

-Mi padre lo hizo en su momento – soltó finalmente en tono solemne – el destino estipula que siga el ciclo de las cosas.

-Usted no es su padre joven Radrek – respondió extrañado el chamán – no ha procreado, siquiera se ha enamorado, ya sabe, intermitencia, siempre avanzar, pero nunca quedarse, ese es su estilo.

Después de tanto parloteo al fin hubo un momento de silencio, el cual fue roto por el joven guerrero.

-De cualquier forma, lo haré, y lo sabes.

El chamán mantuvo su temperamento ameno y tomó las manos del que alguna vez fue su aprendiz, estas estaban rasposas y cálidas, dignas de una determinación inquebrantable e irónicamente con fragilidad como la naturaleza humana pudieran permitirle.

-En ese caso – dijo calmado el chamán – sabes lo que ocurrirá ahora, usted deberá devolver el talismán protector.

Radrek saco en su túnica un amuleto hecho de madera con un cristal de cuarzo en el centro, a sus alrededores reposaban símbolos arcanos desconocidos. El joven procedió a devolverle esa antigua reliquia con cierto recelo.

El chamán tomó el talismán y apretando con ambas palmas al son de un cántico antiguo generó un destello energético que pulverizó el talismán hasta que el mismo se disolvió en el aire en un soplido sutil. El chamán apartó la mirada de sus manos negras por las cenizas y miró a los ojos a su aprendiz.

-Bien, a partir de aquí nuestros lazos se rompen joven buscador, su destino ya será escrito por el gran Arbun de las cosas, sin excepciones; de corazón espero que encuentre lo que busca con tanto esmero y así pueda descansar al fin, aunque no sepa con seguridad lo que sea que usted busque.

– ¿Descansar? – pregunto Radrek extrañado.

-Si, ya sabe, ese estado en que las cosas ya no nos preocupan, el último peldaño de la pirámide en necesidades cuando todos los niveles inferiores han sido cubiertos.

Radrek analizo esto último para después decir con determinación intelectual:

-La cima de la catarsis espiritual.

El chamán esbozó una sonrisa, remarcando de esta forma algunas líneas de expresión pronunciadas en sus brillantes ojos.

-Jejeje veo que has estudiado joven, no es por demás decirle que esa aspiración está reservada únicamente a los entes superiores de la realidad.

-No sé lo que se sentirá estar en ese estado- dijo Radrek – y quizás no lo sepa nunca, pero seguiré adelante sin importar nada.

-Espero que ese optimismo lo acompañe hasta el fin joven Radrek – sonó finalmente antes de que la voz se desvaneciera por completo.

El joven peregrino se percató tras un pestañeo que el chamán había desaparecido, y esa sería la última vez que vería a aquel ente, quien fue su tutor por cuatro años y padrastro no oficial por dos.

-Cuida bien de mi madre – pensó Radrek.

El silencio de la taberna se volvió más pronunciado tras la salida de aquel peregrino pelirrojo, los clientes antes presentes fueron solamente una ilusión.

Radrek se abasteció de provisiones en el poblado y no divago mucho durante el viaje a la gran muralla el cual fue de un día y medio hasta llegar a un prado curioso delimitado a ambos extremos únicamente con un riachuelo fronterizo de unos 4 metros de ancho; ese era el hipotético muro que separaba el territorio de el valle blanco hacia lo desconocido, que a simple vista era una pradera con una zona boscosa a unos 4 kilómetros al norte y algunas montañas nevadas en el horizonte.

El buscador (si es que ese título era el correcto) se colocó a la orilla del riachuelo y en vista panorámica observó lo que sería el comienzo de su gran viaje para encontrar aquello que buscaba con anhelo, para así finalmente poder descansar. Radrek sostuvo su postura calmada y luego de un fuerte suspiro se retiró las botas de cuero y arremango parte de su pantalón para cruzar descalzo en el agua cristalina, la cual estaba fresca y repleta de piedrecillas en todos los tamaños y colores, mirar atrás ya no importaba, pues ahí ya no había nada por la que valiera la pena quedarse.

Avanzado apenas un metro del riachuelo, Radrek tuvo una visión imaginativa muy particular, de esas que los sabios consideran sueños de sol, en ella se escuchaban voces por detrás del joven peregrino, una voz femenina y dos niños que entonaban frases conmovedoras e hipnotizantes, Radrek volvía la vista y ahí estaban nada más y nada menos que la mujer de sus sueños con dos niños a los costados, todos lúcidos y hermosos veían al morador como lo más preciado en esa tierra tan monótona.

-Vuelve amor mío, ven con tus hijos – Entonaba la hermosa mujer.

-Ven con nosotros padre, protégenos de la oscuridad – entonaban los dos infantes.

El joven guerrero recuperó rápidamente la cordura y desecho por completo aquel impulso caprichoso que le ofrecía su mente, pues en aquella llanura no había más que el canto del viento y el sonido ameno del correr del agua.

Este fue el último impulso de aquella parte de su ser que deseaba quedarse en aquel lugar que lo vio nacer, la última lucha de su subconsciente apegado al valle blanco, específicamente a más de cinco días de aquella taberna donde exploró parte de su naturaleza en el mundo. El joven Radrek se dispuso pues a seguir su camino, cruzó el riachuelo, se puso las botas y siguió adelante en dirección a la zona boscosa repleta de pinos y abetos con la fiel determinación de un guerrero hacia un enfrentamiento.

Si alguien se encontraba en lo alto de los límites fronterizos del valle blanco en ese momento podía observar cómo un joven peregrino se volvía periódicamente más pequeño en función a su distancia recorrida hasta disolverse por completo en el paisaje o quizás camuflándose en el mismo; pero has de saber querido lector que allí no había nadie, absolutamente nadie, y Radrek lo sabía, lo sabía con suma precisión sin que esto impidiera sus motivaciones principales. Él era un buscador, aunque él no lo supiera, y quizás tú conozcas o tú mismo seas un buscador.

Lo que busca Radrek quizás no tenga relevancia a este punto, pero si la curiosidad te mata tan solo piensa en lo que más anhelas en el mundo, independientemente de que sepas lo que es o desconozcas su naturaleza, de cualquier forma, escucharas su llamado como si de un hechizo se tratase en el quisquilloso discurso de la insatisfacción, Radrek escuchó el llamado y sin protestar se decidido a emprender un viaje a una muerte segura, pero nada de eso importaba pues él ya había muerto en múltiples ocasiones y ninguna de ellas parecía tener algún sentido lógico, quizás en su próximo descenso este tenga algún significado, el último vestigio lo defines tú, pues nuestros morador termina aquí, pero tu historia continua.

Por JAMA.

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