Un dulce recuerdo

El camión se movía de derecha a izquierda como si imitara a un navío que se estremece en medio de las tormentosas aguas del Océano Pacifico. Todo lo que podía hacer en ese momento era mantener mis ojos hacia el suelo, esperando el indeseable destino del camión. Mis botas llenas de fango estaban quietas, mientras que por dentro arañaba la suela con mis dedos maltratados e infectados de hongos. Levante la vista un poco solo para ver más allá del cuadro de mis botas. Allí pude ver rostros de jóvenes y viejos, cada uno guardaba una historia en sus ojos serenos. Mientras tanto el camión freno fortuitamente, balanceando nuestros fríos cuerpos hacia un lado. El destino indeseable por fin llego, las miradas de los que me acompañaban se alzaron junto a la mía. Rostros de jóvenes y hombres maduros pude observar mientras que el sentimiento de nostalgia florecía en nuestros opacos corazones… — ¡Todos listos, prepárense para la batalla!—Exclamo una voz fuera del camión. Mientras tanto podía escuchar el andar de dos pesadas botas, este se aproximaba cojeando sobre el fango. — Bajen todos, ya hemos llegado señores. —Dijo un hombre de mal aspecto, tenía el torso vendado y un brazo roto, y para rematar su pierna no parecía estar en buen estado. Todos comenzaron a salir  uno por uno. Mientras tanto, espere en silencio. Logre escuchar el latido de mi corazón, un leve palpitar que empezó a crecer cada vez que alguien se bajaba. sin darme cuenta yo era el ultimo en el camión, me levante y al cruzar la puerta pude sentir un fuerte pitido en mi oído. Todo a mí alrededor sucedía en cámara lenta, me encontraba desorientado y asustado, sentí como alguien me empujo hacia la dirección contraria a la que iba, allí solo veía manchas y destellos fugaces que volaban por los aires. Al dar unos cuantos pasos logre orientarme y mi vista se aclaro rápidamente. El molesto pitido que había en mi oído desapareció, trayendo un gran alivio. Frente a mí se encontraba un enorme campo cubierto por una espesa niebla y un fétido olor se desprendía en cada pisada. Antes que me diera cuenta ya estaba en medio de la batalla, los destellos de luz que había visto antes se transformaron en demonios feroces que salían disparados de la niebla, atravesando con violencia todo a su paso y dejando un reguero de muerte y destrucción. Llegue hasta una trinchera hecha de sacos, fango y cadáveres. En este lugar logre encontrar paz por mas horrible que pareciera, hasta que una granada cayó a seis metros de mí explotando de inmediato y dejándome en mal estado. Mire hacia el cielo solamente. Deje el rifle a un lado y cerré mis ojos, lo único que quería era buscar consuelo en mis recuerdos… en los últimos momento que pase con ella. En el último beso que le di aquella tarde bajo el viejo árbol de la colina. Antes de mi ultimo aliento, logre sentir su calor en mis helados y secos labios.

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