Tatuaje de amor

Un día vas caminando por ahí, sin sentido, solo viviendo (o sobreviviendo) como lo hacen la mayoría de las personas, sin motivos, sin objetivos, solo caminando en el día a día, pensando que eres feliz, por vivir como todo mundo lo hace. Pero, llega algo… o alguien, que te hace cambiar de perspectiva, que te hace hacer cosas que jamás imaginaste, que pone tu mundo de cabeza, que te hace descubrir quien eres y que quieres en realidad, que te enfrenta contra tus propias decisiones, con tu mismo yo, que hace que saques lo mejor y lo peor de ti a la vez, y a pesar de todo, a pesar de los errores, a pesar de las malas jugadas del destino, no te arrepientes de haberlo vivido. Porque gracias a ello, te convertiste en lo que eres hoy, porque sin esa experiencia, que muchos llamarán «error», jamás hubieses descubierto todo lo que eres capaz de lograr.

No me arrepiento, de haber vivido lo que viví, de las decisiones que tomé, de haberme entregado como lo hice, y no hablo solo de la entrega carnal y pasional, si no del alma en verdad, de mis secretos, de mis virtudes pero también de mis miedos, desilusiones y defectos. Con él no tuve miedo a nada porque me acogió y me cuido, como una madre cuida a su bebé, como un maestro que enseña con vocación y amor, como un jardinero que por más espinas que tenga el rosal, lo riega y lo cuida.

Me sentía libre, y aunque sabía que no era la primera, ni la segunda, ni la tercera, que seguramente él habría estado con muchas mejores que yo, me hacía sentir única y que nada importaba al rededor, podía ser yo y nada me avergonzaba, podía jugar y reír como una niña, podía sentirme triste, desesperada, ansiosa y él estaba ahí para escucharme, no hacia falta que dijera nada, solo un abrazo era suficiente, podíamos enojarnos, gritarnos y dejarnos de hablar un día y al final, sabíamos que estaríamos ahí juntos de nuevo, podíamos divertirnos como dos adolescentes que se emborrachan, y bailan toda la noche, podía hacerme sentir mujer, sin siquiera ponerme un dedo encima y tocarme el alma. Con cada gesto, con cada detalle se volvía importante para mi y él lo sabía.

En cada experiencia el me enseñaba un poco de mi, un poco de aquello que por mi falta de autoestima no alcanzaba a ver, me enseño a ser mejor de lo que soy, me enseño que soy más fuerte de lo que creí, que puedo lograr lo que me proponga, que soy capaz de luchar por lo que quiero, que se siente bien dejarte llevar, que se siente bien hacerle caso al corazón, que lo más importante es la honestidad y la confianza, me enseño que el amor si existe, que se siente en lo más hondo del alma y que a veces también puede, llegar a doler más haya del propio ser. 

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