La magia existe. Está oculta pero vive entre nosotros. Tiene un montón de pelitos y cuando se moja huele a sueter viejo.
La magia va dejando huellitas, le encanta el pollo y también los mimos. Se dice que hace muchos años, la magia tenía tantos brillitos que tuvo que exiliarse y cambiar de forma para esconderse de los que querían apagarla.
Pero ahí está siempre, escondida, fingiendo ser ojitos y colitas.
Un día sin querer, me levanté de la siesta a oscuras y me presentaron a mi perro. No hizo falta ni prender la luz.
Todo estaba enfrente mío. Un montón de brillitos. Un montón de calor.
Las noches largas de estudio a mi lado hecho una bolita. Las siestas juntos, el aprender a hacer pis en el diario, o cuando levantó la pata por primera vez en un árbol. Todas las veces que lloré por humanos que quizás no lo merecían, todas las veces que lo defendí de gente que no lo quería.
Y sus ojos, siempre esos ojos.
La magia es una especie de páramo de necesidad que llena cualquier tipo de falta. Somos por y para el otro, te dice.
Y lo ves. Lo sentís.
El auge de la fidelidad, la magia del amor.
Hoy mi perro no se siente bien. Quiero creer que también está estresado porque me extraña.
Pero…
¿y si están dejando de creer en la magia?
¿y si se está apagando la magia?
aguantá
esperame un ratito más ¡ya voy!
voy corriendo amiguito, como en el patio de Valeria del Mar o en la casa de Pilar
estoy juntando los huesitos que escondiste
esperame un ratito más
estoy buscando tu pelota
miles de destellos me salen de los pies
a toda velocidad ahí voy, a prender la luz de nuevo
y a abrazarte.
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