I
«A invierno malhechor, primavera peor.»
… En noche buena los perros ladraron toda la madrugada, pues los cohetes, que iluminaban el cielo de colores, los asustaban sin remedio. Sus ladridos sin embargo, no molestaban a nadie, a esas horas todos comían y bebían, algunos otros abrían regalos y otros pocos dormían, ya que, sin importar la fecha, estos últimos debían ir a trabajar.
Una extraña atmósfera de paz rodeaba a la ciudad, quizá vendrían tiempos mejores, o tal vez era el ojo del huracán, o el inicio.
Reunidos en el techo de la casa más grande, un montón de gatos comían sobras de pavo y otras cosas que les habían dejado. Era un festín navideño para los cajelleros, aunque a ellos no les gustaba que les dijeran así, pues si uno es dueño de un gato sabrá que los gatos jamás tienen un hogar o un dueño. Ellos van de casa en casa, comiendo, bebiendo y sobre todo durmiendo. Es más fácil decir que los gatos tienen personas a que las personas tienen gatos, hay infinidad de historias de gatos con más de una casa.
Muy a diferencia de los perros, a los gatos ni siquiera les molestaba el ruido de los explosivos. Al contrario, los veían como algo común y corriente, tal vez los colores en el cielo les llamaba la atención un par de segundos, pero hasta ahí. Les causaban más curiosidad los perros y sus ataques de pánico.
–¡Oigan chicos! Creo que ésta vez sí se nos muere el Thanos. Miren nomás como no se cansa de ladrar el tonto– decía Pelusa, un gato gris de ojos verdes, algo pequeño en comparación de los demás, pero eso lo compensaba con su enorme agilidad y habilidad para trepar árboles, postes y paredes. Thanos era un bulldog café, de unos cinco años de edad, estaba en la casa de a lado y ladraba con suma desesperación–. Esperen, esperen. Ah, no, me equivoqué. Solo estaba haciendo drama para que le dieran más de comer, perro mañoso. ¡Eh, Thanos, atragantate con un hueso!— Thanos miró a Pelusa y le gruñó, a la par que daba mordiscos a su enorme pieza de carne que le dieron sus dueños para que se callara.
–Perro consentido– murmuraba Rayas.
–Y qué lo digas–respondío su hermano Manchas, mientras se lamía las patas. Rayas y Manchas eran dos gatos atrigados, rayas negras sobre el lomo café, las cuatro patas y la cola eran blancas. Eran casi idénticos salvo que Manchas tenía manchas por toda la cara–. A veces creo que ni siquiera es tan bravo como se hace creer.
Misifus, Gatalino, Gatalina, Botas, Zeus, Bola de Nieve, Napoleón, Mercurio, Venus y Baltazar no decían ni un mísero miau, preferían concentrarse en la comida y mirar a Thanos después.
Así fue como pasaron la noche buena y navidad este grupo de gatos de azotea, porque como antes se mencionó, no hay gatos callejeros. No era la primera ni última vez que se reunirían en aquel techo, pues unos días después lo volverían a hacer, solo que en ésta ocasión faltaban más más compañeros de techo, como Bigotes, CarloMagnlo, Horacia, Justiniano y Justa.
La noche de año nuevo, el grupo completo de gatos casi ven morir a Thanos, cuando los cohetes que anunciaban el inicio del año tronaron mucho más fuerte que los de navidad navidad. Thanos ladraba desesperadamente, sin embargo solo estaba haciendo otra actuación dramática para tener un pedazo igual de grande que antes, pero para su desgracia solo consiguió un cubetazo de agua y unos cuantos huesos pequeños. Los gatos techeros rieron por mucho tiempo, haciendo que Thanos entrara en su casa y comiera los huesos en silencio. Esa fue una buena noche y lo que parecía ser el inico de un buen año.
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