Sentado en el porche agrietado, derruido, mohoso, escalofriante y catatónico de mi pequeña casa de campo; comencé a cuestionar la propia existencia del universo mismo. Con que facilidad se puede trasgredir el sentir total y arraigado del ser, para empequeñecerlo al punto de nublar su sentir de vida. ¿Espero que el árbol me hablé?
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