El buzón estaba ahí desde antes de que ella naciera. Pintado de verde oscuro, con una ranura angosta y oxidada que parecía la boca cerrada de alguien que ya no tenía nada para decir. En los noventa era el corazón del edificio. Ahí se dejaban invitaciones a cumpleaños, tarjetas de Navidad, cartas de amor, de...
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