Me pediste que no te amara y lo hice a sabiendas de lastimarme. Rogaste a tu Dios que me alejara y te seguí por la huella errante. Mas, el camino tornó borrascoso inundado de lágrimas sufridas. Y el tiempo consumió solemne el cortejo de nuestras almas perdidas. Las hojas amarillentas como testigos, de un pasado...
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