En Tacama, el sol, todas las mañanas, tiñe las calles de amarillo. Tiziano abre las cortinas para que la luz ilumine su taller, limpia sus manos y coloca sobre la mesa de trabajo: su lápiz y sus moldes. Solo falta la tela, recuerda haberla puesto en su cajón, encima de todas, no la ve, retira todas las telas del cajón, las dobla una por una y las va devolviendo a su sitio, hasta que siente la textura, la encontró. Estira la tela hacia la ventana, frunce el ceño, es la textura mas no es color que eligió. El color favorito de su esposa es el purpura y él compró con anticipación aquel corte de tela purpura, no entiende, cómo es que la tela purpura se convirtió en tela morada, “tal vez no la vi bien”, piensa resignándose.

En la noche le entrega el vestido a su esposa y ella sonríe agradecida por el gesto.

–Es perfecto amor. Combinará con mis zapatos morados.

–Dirás con esos tacos purpuras –le corrige Tiziano.

– ¿Purpura? –pregunta ella– ¿Qué es?

–¿Cómo? Es tu color favorito.

–No, mi color favorito es el morado. Purpura parece una palabra inventada.

Tiziano solo atina a sonreír y piensa que su esposa le está jugando una broma.

Una nueva mañana, ya son 5 años desde la partida de la abuela, Tiziano va a visitarla, se detiene en la entrada del cementerio, quiere comprarle lirios celestes. Pero a donde sea que mira solo ve flores rosadas…

–¿Y los lirios celestes o anaranjados?

La vendedora lo mira extrañada.

–En estas fechas siempre había lirios celestes y anaranjados –insiste Tiziano.

–No hay casero.

–¿Cuándo va a tener?

–Casero, me está haciendo perder la venta –dice la vendedora al ver que una pequeña cola se forma detrás de Tiziano.

Tiziano se hace a un costado e insiste: –¿Por qué no hay lirios celestes o anaranjados?

–Ay casero, dígame ¿qué es celeste y anarenjado?

–¿Cómo? Son colores.

–Casero eso no hay.

Camina por las calles, mirando a todos lados: el purpura, el celeste o el anaranjado ya no aparecen. No entiende que está sucediendo, presuroso avanza hasta llegar al mercado, los puestos están atiborrados de clientes.

–Si alguien tiene un objeto de color purpura, celeste o anaranjado me lo puede prestar –dice elevando el volumen de su voz.

La gente, curiosa, lo rodea.

–¿Cómo es el purpura? –pregunta uno de los que lo escuchan.

–Es parecido al violeta pero más claro.

–¿Violeta?

Tiziano mira alrededor, con la voz trémula dice: –negro… azul… morado… blanco… rosado… amarillo… gris.

–¡Nos estamos quedando sin colores! –dice espantado.

Las personas que lo estaban rodeando dejan de responderle y cada uno vuelve a lo que estaban haciendo antes de su interrupción.

Tiziano sorprendido grita: –Ustedes los están olvidando.

Es de noche, Tiziano no logra conciliar el sueño, se levanta y prende la luz, su esposa protesta tapándose con la sabana la cara. Abre el armario, el vestido de su esposa es menos morado y más azul, igual que sus tacos.

Son las seis de la mañana, Tiziano viaja a Amaná, intranquilo no puede dejar de ver por la ventana. Al llegar, mueve la cabeza de un lado a otro, sonríe, a lo lejos ve un gorro celeste, camina un poco más y se topa con una señora de blusa anaranjada, se siente aliviado, sigue caminando, el purpura no aparece.

–Disculpe señora, usted tiene algún objeto de color purpura.

La señora no le responde y camina más rápido alejándose.

–Disculpe señor, …

Recibe de respuesta una mirada con la frente arrugada.

–Disculpe joven, tiene algún objeto de color purpura.

–¿Qué cosa es purpura?

Tiziano se apura, el joven le acaba de confirmar lo que él ya temía, solo que ahí recién está empezando.

Arranca un par de flores anaranjadas, toma el bus de regreso, son solo 3 horas de viaje, Tiziano mira a cada rato las flores y para su sorpresa ve como los pétalos de estas se vuelven rojos y luego se tornan grises igual que sus tallos.

Tacama de un sol esplendoroso ha pasado a un cielo gris con nubes blancas, Tiziano observa a su alrededor, solo quedan tres colores: el negro, el gris y el blanco con algunos toques azulados. Regresa a casa, su esposa lo espera con el calentado del almuerzo, come todo lo que hay en la olla, siente hambre y no puede saciarla.

–Amor ¿Qué tal tu viaje? ¿Qué tenías que hacer allá? –pregunta su esposa.

Él no responde, está sentado mirando la mesa vacía, ella le da un beso en la frente.

–Estas muy cansado, vamos a dormir, ya mañana estarás renovado.

–Ve yendo –dice él –quiero estar un rato solo.

Ella se va adormir. Tiziano se acerca al estante de la cocina y saca la botella de pisco que había guardado hace tiempo para días especiales. “Hoy es un día especial”, piensa irónico sintiéndose derrotado.

Las nubes se oscurecían creando una sombra que se expandía, y en su paso cubría los techos, las casas y las calles. Todo se volvía gris. Igual ocurría con el cabello, los rostros y los ojos de sus vecinos. Y además grandes heridas se formaban alrededor de la boca, llagas grandes de color blanquecino… la sombra lo alcanzó y él pudo ver su brazo gris. Despierta con el polo húmedo por el sudor, entra al baño se moja la cara y se mira en el espejo, todo está en orden.

–Amor ven a desayunar –su esposa lo llama.

Él se apresura a entrar a la cocina, ella está moviendo la olla de espaldas a él, él la abraza por atrás, la abraza con fuerza, ella se voltea y le sonríe, él la suelta bruscamente y retrocede.

–¿Te pasa algo? –pregunta ella sorprendida.

Tiziano no responde, solo la mira, su cabello, su hermoso cabello negro tiene mechones grises, y cerca de su boca hay un pequeño lunar de color blanco.

Se va sin despedirse, evita mirar las calles, corre al parque con la sola idea de buscar un poco de color en las flores.

–¡Gris! ¡Todo es gris! –se dice desesperado.

Enfadado se estira sobre el pasto, coge un puñado con cada mano y tira de ellos con fuerza, sus manos se resbalan, pero él vuelve a coger los puñados con más fuerza, y consigue arrancar el pasto de raíz, no contento con ello sigue arrancando más puñados de pasto hasta que las manos le duelen.

Se incorpora, frota sus manos para limpiarlas, están pegajosas, las mira y… Sonríe, no lo puede creer, vuelve a mirar y empieza a reír. Ríe a carcajadas, la gente se le queda mirando. Él entusiasmado levanta las manos mostrando sus palmas.

–Sus manos están amarillas –los escucha decir.

–¡Sí! –exclama él feliz.

Las raíces de los pastos habían conservado el amarillo. Las ropas, de algunos que lo rodean, se tornan amarillas.

Tiziano decide caminar sin rumbo con el solo objetivo de mostrar sus manos, los demás lo siguen. Tiene una idea: “Si las raíces conservaron el amarillo, entonces su mano…”. Pide prestada una navaja y se hace un pequeño corte en la mano izquierda, la sangre roja aparece, y él la esparce sobre sus palmas. Los rostros recuperan sus tonalidades. Sigue caminando, un zancudo vuela muy cerca de su cara, intenta alejarla con la mano, sin querer la roza y su palma queda impregnada de un polvillo morado. Las mariposas de alas moradas revolotean muy cerca de ellos. Frota sus manos y el purpura aparece ante el asombro de los demás.

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