Nunca olvidaré esa mirada tan enfermiza, como aterradora, tan segura, como intimidadora, tan avasalladora, como tan cruel.
-Quien te crees que eres? le dije, finjes rudeza y eres un niño asustado en el mundo, si la última vez que te vi en problemas, humedeciste tus pantalones por perder a mamá en el mercado. Cada vez que llega papá borracho, quema tus cuadernos, te llama marica, le pega a mamá, a tu hermana y hasta al perro, y no eres capaz de hacer nada, serías incapaz de hacerle daño a alguien; y entras en un papel que te queda tan grande; o de verdad crees que te sale bien-.
-Que rencores guardas hay dentro?, acepta la puta vida que llevas, aún no aceptas que papá te quemará las manos por robar un par de manzanas, era un tipo malo pero justo, independiente que le robara el dinero a mamá y a tu hermana-.
– Responde, por que te pones en esta posición?. Siempre se hizo el indiferente, ya no quería escuchar, en su papel de delincuente ya había entrado, es que cuando entraba en eso no había quien lo sacará, antes de sacarlo, el sacaría el revólver calibre 38 que robo en un lugar habitado, pues ya se le había echo un hábito, el habitado.
– Querencor tan grande tienes?, nada respondió, solía ser callado cuando algo malo tramaba, yo solo lo dejaba ser, era muy bravo si lo contradecían y me parecía tan ilusa esa intención de contenerlo, si el único que perdía era yo, intenta contenerlo y verás mañana tus brazos cortados y las sábanas manchadas de sangre, de eso ya sabía, no quería verme así de nuevo, así que lo deje ir.
Esa mirada más un arma, eran la combinación perfecta, como la tristeza y la frustración, que en su corazón existía, ambas eran una bomba de tiempo, en su cuerpo y en el de cualquiera.
Era una noche extrañamente más oscura de lo normal, es que cuando el salia pareciera que hasta las estrellas se entraban, cómplice de el, oscureciendo más la noche, cómplice también, el sigilo, único compañero hasta entonces.
Se te hizo hábito el habitado, ese no eres tú, pero que quieres que te diga, te sale tan bién. Tomo el camuflaje, coraza de aquel cuerpo maltratado por la vida, ya ha tan corta edad.
En la acera, el, el sigilo y su arma calibre 38, adquirida en un lugar habitado como era habitual, al frente de el una magestuosa mansion, de esas que solo ve cuando en un autobus se aleja de su barrio, al menos a unos 200 kilómetros, es que la élite se preocupó de dejar lejos a ellos, a los olvidados, a los tristes, a los fustrados, pero este tipo que no soy yo pero me sale muy bién el papel, siempre sintió como que algo le debían, no lo culpo, yo tambien creo lo mismo. Era distinto el, si a los 8 años escribía cuentos y papá los tiraba al fuego que nos calentaba, lo hacía de broma decía el, si aquel niño lloraba se ponía como furia y decia que era un marica, y que escribir no servía de nada y luego la embestida con mamá, era quien más perdía, no solo gritaba por los golpes, también por otra cosa más, que comprendí ya de adulto.
Ya a esta edad de adolescencia, comprendía todo, pero no aceptaba nada. En aquella mansion, mi comida, por al menos unas semanas, por eso robaba por comida, si ese no era yo, pero debía salirme muy bien el papel, osea de que era por obligación entrar en el papel, ya que si fuera descubierto tendría que enfrentarme con alguien, no soy grande y pocas veces e peleado, no pretendo lastimar a nadie, por eso, aunque no fuera yo debía salirme muy bien el papel, el plan, en el caso de ser descubierto, sería ponerme en un plan, de rudeza y fingir que no me duele hacerle daño a otras personas y através de la intimidación, lograr que nadie se me acerque, pues si no fuera así nada podría hacer, pues él es solo un personaje y tan lejos jamás llegaría, por eso el sigilo, único compañero de aventuras, hasta ese entonces, debía venir muy bien preparado y aprovechar las estrellas complices, que ya se encontraban escondidas, haciendo mucha más oscura la noche, daban el paso a seguir.
Como era habitual, por el patio trasero entraría, siempre ahí, hay una gran mampara, que lejos de ser seguras, separa las dos hojas y ya está. Una vez dentro, su hábito por el habitado llegaba a tal profesionalismo, que hasta tiempo se daba de comer, incluso antes de robar. Yo les contaré un secreto, comía antes de robar porque robaba por hambre, por lo que el entendía, que si lo descubrían su intención primera ya estaba concluida y podría dormir tranquilo ese día, pues ya había comido. Luego de comer unos panes y beber refresco, se dirigió donde siempre encontraba algo, los armarios, ahí siempre encontró dinero, joyas, cámaras fotográficas y hasta incluso armas del calibre 38, como la que portaba entre sus ropas, una vez hay y con lo suficiente para huir, escucha un respirar pequeño en su espalda, volteó, era una niña de unos 7 años, con el pijama más lindo que había visto en su vida, ella asustada le pregunta.
-Que haces?, el muy nerviosos contesta con amabilidad.
– Nada mi princesita, y no te asustes solo tengo hambre, el era distinto, pero el papel debía salir muy bien, papel que olvidó frente a ella, al verla llorar, sin dudas la quizo abrazar, no fue para que no gritara, solo quizo darle consuelo pues su corazón había tocado, el era distinto y la niña lo comprendio también, mas bien yo diría que lo sintió más que comprenderlo, entro la madre de golpe, suerte para el lo habían escuchado, y la madre era madre, ella también vio en el rostro de el, que su papel ya no le salía tan bién.
Algún día contaré cómo terminó la historia, por ahora me gustaría que empatizaran con el personaje, y contar una salvedad, está fue la primera vez que el personaje nota la mano de su ángel guardián historia ya antes contada.
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