Aún siento la respiración entrecortada por el apasionado encuentro que acabo de tener, las piernas me tiemblan y los labios me arden después de saciar la ansiedad que tenía.
Por fin, después de 8 años de tensión desbordada logre tenerlo dentro de mí, el encuentro no pudo ser más carnal; mordiscos y arañazos punzan en mi piel.
Lentamente recorro la habitación en busca de mis ropas, recojo mis bragas y las veo, desgarradas, inservibles y llenas de mi placer; intento arreglar mi cabello y maquillaje mientras me apresuro al ver la hora, tengo que llegar a casa antes que mi marido.
Mientras voy en mi auto suena mi teléfono celular, es él. Presiono una tecla y contesto.
—Hola cariño, como estas?
—Bien —me dice dulcemente. —Ya fui por la niña, aquí viene conmigo.
—Que bueno que pudo venir —digo con tono alegre. —¿Vendrán a casa?
—Si. Pero primero iremos por un helado.
—Esta bien, diviértanse —le digo.
Para esto me apresure? De nuevo tengo que estar sola en casa mientras mi esposo tiene su tarde de padre e hija con esa bastarda. Cuando llego a casa entro molesta y azoto la puerta al cerrarla.
Ya sabía yo, que cometía un error al casarme con él, jamás puede estar conmigo por estar trabajando o por estar con esa niña. Rezo todos los días pidiendo que se pierda, que no aparezca, que se la lleve su madre de aquí y no regrese nunca más. Mi vida sería mucho mejor si ella desaparece de nuestras vidas. En todos mis planes y viajes tiene que estar ella, no recuerdo cual fue la última vez que pude salir de vacaciones a solas con mi esposo. Pero, no lo entiendo; ¿porque quiere pasar más tiempo con esa niña que conmigo? Yo soy mejor, inteligente, exitosa, guapa, no podrá encontrar jamás a alguien que se compare siquiera conmigo y el, estúpidamente me deja sola en casa cual perro. Si mi esposo supiera cuantos hombres me buscan seguro que me cuidaría más y pasaría más tiempo conmigo.
Pero, pensándolo mejor, está bien que no me preste atención, así no se da cuenta de mis escapadas con su hermano. Es tan sexy, y sus labios dulces y jugosos cual caramelo, solo de pensar en él me estremezco de nuevo.
Recorro la casa recogiendo trastes sucios y ropa por doquier, con tanto trabajo apenas tengo tiempo de recoger la casa. Si tan solo mi esposo pasara más tiempo conmigo, podría ayudarme un poco más, pero como he dicho antes, pierde el tiempo con esa niña.
Me siento tan cansada, he tenido muchísimo trabajo en la oficina y la casa está hecha un desastre, tantos trastos por fregar, tengo ropa por lavar y el polvo en los muebles ya se ha acumulado bastante. Por otro lado, mi esposo es demasiado comprensivo. Sabe la carga que llevo en el trabajo como para reclamarme por el descuido de la casa, pero, seré buena y llamare a la señora Esperanza, la intendenta de la oficina, ya ha venido varias veces y así hago mi obra buena del día dándole trabajo.
Mientras la espero, me cambio de ropa por otra más cómoda para descansar un poco de todo el trabajo de la semana.
Despierto sobresaltada cuando escucho el timbre de casa. Es Esperanza.
—Gracias por venir tan rápido —le digo gustosa cuando abro la puerta. —Tengo un poco descuidada la casa ya sabes cómo es el trabajo, con tantas obligaciones no he podido limpiar.
Esperanza es maravillosa, rápidamente entra y cual rayo va dejando inmaculado por donde pasa, no sé qué hubiera hecho de no ser por ella. Mientras esta limpiando trato de no estorbar, así que me cuelo discretamente a la cocina y cojo algunas de mis botanas preferidas. Me merezco este momento solo para mí.
—Ya quedo lista la casa —me dice Esperanza, su voz me despierta de repente.
—Maravilloso —digo amable. —Muchas gracias, te parece bien si te deposito.
—Claro no hay problema —me dice mientras se retira contenta.
Mañana en la oficina le registrare algunas horas extras a Esperanza en la empresa, ellos tienen que pagar la limpieza de mi casa también. Es por tanto trabajo que no alcanzo a hacerlo yo misma. Si tuviera más tiempo no tendría que pagar, así que me parece justo. Un pequeño cargo a los gastos de la empresa no hace mal y nadie lo sabrá.
Miro el reloj de casa de reojo, han pasado tres horas desde que mi esposo fue por el dichoso helado con su chiquilla y no ha llegado. ¿Acaso lo está preparando él mismo?
Por qué tiene que ser tan egoísta, nunca piensa en mí, ni en mi felicidad. Es tan tonto, no puede ser que me deje aquí abandonada en casa mientras él se va de paseo, ¿acaso cree que soy su sirvienta?
Me siento cansada de esta rutina, del trabajo a la casa y de la casa al trabajo; yo también quiero pasar tiempo en él; me siento tan sola, en casa, todo el tiempo esperándolo cual fiel esposa, cocinando y limpiando para que cuando llegue él se sienta cómodo y este feliz.
Cambio los canales del televisor aburrida, no hay nada que hacer, han pasado cuatro horas desde que hable con mi esposo. ¿Acaso le habrá pasado algo?
Busco el contacto en mi teléfono celular y le llamo
—¿Cariño, donde estas? ¿Me tienes preocupada, todo está bien?
—Si, lo siento. Fuimos a comprar el helado y pasamos por una tienda de ropa. A mi hija le gusta todo, le compre algunas cosas. Ojalá pudieras ver lo feliz que esta, por cierto, tiene muchas ganas de verte.
—Yo también —digo en tono amable mientras pongo los ojos en blanco. —Por favor, no tardes.
—Estamos en camino, en 5 minutos estaremos en casa.
¡Esa es la razón por la que tengo que trabajar! ¡Mi esposo gana migajas y todo se lo gasta en su maldita hija! Gracias a Dios que la casa es mía. Si fuera por él, viviríamos en un basurero.
El timbre de la puerta suena mientras escucho al otro lado la voz de mi esposo y de su hijita. Tiene tanta suerte de tenerme, sin duda soy la mejor mujer que pudo encontrar. Estaría perdido sin mí.
Lo amo tanto. Si no fuera por su hija, mi vida seria perfecta.
Abro la puerta y sonrió gustosa
—Bienvenida, querida.
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