Qué lento eres, Toni

Qué lento eres, Toni

Lacr

09/04/2019

A los diecisiete años, Toni tuvo dos revelaciones y una era, en su caso, la consecuencia de la otra. Después de conocer a la primera novia de su amigo comprendió que se estaba enamorando de la persona menos adecuada. Ojalá se hubiera enamorado de la novia, sería todo más fácil. Pero no. A él tenía que gustarle su mejor amigo. La segunda revelación fue que estaba más interesado en chicos que en chicas.

Hubo algo, en el orden de las revelaciones, que le pareció cruelmente cómico. Si hubiera sido al revés, quizás, hubiera estado más preparado para afrontar la situación. Primero podría haber descubierto con calma su homosexualidad y ya, luego, empezar a ver a su amigo de otra forma. Él, que siempre lo planeaba todo, se vio claramente superado por la situación.

Decidió alejarse un tiempo para poner cada cosa en su sitio pero Unai, su mejor amigo, no se lo puso nada fácil.

— ¿Hoy tampoco puedes quedar? ¿Y qué tienes que hacer?

— Estoy ocupado.

— Claro. Pues cuándo le apetezca a su señoría, ya me lo hará saber.

Pero Toni nunca le hacía saber nada y Unai empezó a desesperarse. Tío, en serio, hace mil años que no sé nada de ti. ¿Qué pasa? ¿Te has echado novia? Toni salió del paso como pudo sabiendo que todavía no estaba preparado para tener una relación de amistad con él. Al final, Unai se enfadó como nunca lo había visto No sé qué te he hecho, pero ¿Sabes qué? Que te jodan. Y luego desapareció de su vida, ofendido. Viendo como estaban las cosas, quizás fue lo mejor para ambos.

Las primeras semanas que pasó sin saber nada de Unai no fueron fáciles. Le echaba de menos. A veces, se arrepentía de haber roto su amistad y quería llamarle para decirle que ya estaba. Que ya había pasado y podían volver a verse como antes. Perdóname Unai, he sido un imbécil. Pero siempre se lo pensaba mejor.

Con el tiempo, lo más duro pasó y en septiembre empezó la Universidad. El primer día, entró en la facultad de arquitectura intentado esconder su nerviosismo. No conocía a nadie así que se sentó en segunda fila al lado de una chica rubia.

— Vaya, ¡Qué casualidad!

Toni se sobresaltó y se giró para observar detenidamente a la chica rubia que no había reconocido. Genial. De todas las personas del mundo, justo había ido a sentarse al lado de la novia de Unai.

— ¿Estás bien?

Se esforzó para quitar su cara de espanto.

— Sí, perdona. Paula ¿Verdad? Yo me llamo Toni.

— Lo sé.

Claro. Que torpe. El profesor entró y no pudieron seguir hablando. No le fue fácil seguir la explicación. Muchas cosas rondaban por su cabeza. ¿Y si Unai venía luego a buscarla? Cuando terminara la clase tenía que irse muy rápido. Fingió estar concentrado mientras escribía cosas sin sentido en su hoja de apuntes y miraba el reloj constantemente.

Cuando el profesor dio por acabada la clase, él ya tenía todas sus cosas recogidas. Se levantó y, con un inaudible «hasta luego», se dirigió a la puerta. Justo estaba cruzando el pasillo cuando Paula le llamó. Las dos primeras veces fingió no escucharla pero, intuyendo que no se iba a rendir, se paró antes de que montara un escándalo.

— Toni. — llegó a su lado resoplando — Que rápido eres.

Se quedó callada un segundo recuperando el aliento, mientras Toni la miraba expectante ¿Qué puede querer esta de mí, exactamente? Al fin, habló.

— Unai nunca me dijo que quisieras estudiar arquitectura.

— Lo decidí después.

Después de cortar toda relación con él.

— Claro. — parecía dubitativa. — ¿Y qué tal te va todo?

— Bien. — Toni se dio cuenta, por la cara que ponía ella, que estaba siendo demasiado brusco. — ¿Cómo estás tú?

¿Cómo está Unai?

— Genial. Me ha gustado ver una cara conocida en clase. Estaba muy nerviosa esta mañana. Por cierto, Unai y yo lo dejamos hace un tiempo. No funcionó.

Era la primera información que tenía de él en más de siete meses.

— Vaya. Lo siento.

— No te preocupes. — agitó la mano — Seguimos hablando de vez en cuando. Unai lo pasó muy mal.

— ¿Cuando lo dejasteis?

— No. Cuando te alejaste. —Notó como se le hacía pequeño el estomago.— Nunca entendió el porqué.

Esta chica no se andaba con rodeos.

— Es complicado.

— Claro.

Hubo algo muy respetuoso en su manera de no insistir que consiguió que Toni se sintiera cómodo pese a la situación. Nunca lo habría imaginado pero, al cabo de dos semanas, eran inseparables y un mes más tarde se sintió suficientemente confiado como para explicarle lo que pasó con Unai.

— Díselo.

— ¿Estás loca?

— Así podría entenderlo.

— Sí. Así entendería que no quiere saber nada más de mí en su vida.

— Eso no lo sabes.

Lo supiera o no, él había decidido llevarlo de otra manera y decírselo no era una opción. De todas formas, con el tiempo que hacía que no veía a Unai, su cabeza se había enfriado un poco y no se consideraba exactamente una víctima del desamor. La verdad, estaba pasando una buena época.

El primer semestre terminó y empezó el segundo. A menudo, Toni y Paula iban al bar de la facultad al terminar las clases. Ese día estaban solos hablando del proyecto que tenían que entregar el viernes. De repente, la expresión de Paula cambió.

— ¿Todo bien?

— Lo siento.

— ¿Por qué?

Toni se giró para ver qué miraba ella fijamente.

Unai.

Acercándose.

— Te mato.

— Perdón, perdón, perdón. — bajó la voz — No quería decírselo. Se me escapó. No sabía que vendría.

Unai se plantó delante de ellos y, mirando a Toni fijamente, dijo

— Hola.

— Chicos, yo ya me iba. — Paula se levantó — He quedado con mi madre para comer.

¿En serio? Paula se fue.

— Yo también me tengo que ir, en realidad.

Lasmanos le temblaron un poco cuando recogió sus cosas.

— Genial. Nos vemos mañana.

Unai se giró y se fue andando por dónde había venido. ¿Mañana? ¿Cómo que mañana?

— ¡Espera! — Toni le siguió — ¿Mañana dónde?

— Aquí mismo. Y si también te vas corriendo, vendré pasado mañana.

¿Por qué le pasaba esto a él? Estaba muy tranquilo. Y ahora ya no. En absoluto.

— ¿Y si me voy pasado mañana, vendrás al día siguiente?

— Veo que lo has pillado.

Genial.

— Está bien. ¿Qué quieres?

— Hablar.

Después de descartar la opción de desaparecer para siempre, decidió que tenía que afrontarlo y, al menos, hablar con él. Volvieron al bar y se sentaron en una mesa apartada.

— Tú dirás.

— No. Tú dirás. — ¿Era su imaginación o Unai también estaba un poco nervioso? — Mira. Si no quieres ser mi amigo, pues estás en tu derecho. Pero quiero saber por qué. Sólo eso. Por qué.

Tenía muy claro que no le quería contar la verdad a Unai. Y tenía muy claro que Unai no se iría hasta saber la verdad. Aunque quizás… Quizás podía contarle sólo una parte.

— Mira, Unai. — ¿En serio se lo iba a decir? — Soy gay.

— ¿Qué? ¿Tú eres gay?

— No, mi hermano.

— ¿Tu hermano? — se le veía confuso — Espera. ¿Tienes un hermano?

— No. Idiota. — le dejó unos segundos para asimilarlo — Así que, ya ves.

— Ya veo. — lo estaba procesando. — ¿Y qué más?

¿Cómo que qué más?

— Pues eso. Que soy gay.

Al fin pareció entenderlo. Luego frunció el ceño y, sin darle tiempo a reaccionar, le metió una colleja.

— ¿Pero qué haces? — Toni se frotó la nuca.

— Eres imbécil. ¿Intentas decirme que no somos amigos des de hace un año y dos meses porque eres gay?

— Algo así. Sí.

Al cabo de dos días, Unai se volvió a presentar en el bar de la facultad, se sentó con ellos a tomar algo y a la semana siguiente volvió a aparecer. Toni consideró dos cosas. La primera era que Unai había decidido unilateralmente ser su amigo. Le gustase a él o no. La segunda era que, pese a todo, a él le gustaba ser su amigo.

Decidido, pues. Amigos otra vez.

———————————————–

Toni salió de la ducha y fue a vestirse a su cuarto. Carlos, que estaba tumbado en su cama, dejó el móvil cuando él entró.

— Me encantan los jueves.

Toni lo miró.

— ¿Y eso?

— Tienes la tarde libre.

Sospechaba que, si fuera por Carlos, tendrían una relación seria, pero él no estaba en ese punto y prefería que fuera algo casual. Le sonrió y terminó de vestirse.

biiip, biiip.

Cogió el móvil y abrió el whatsapp. Era Unai.

Me he dejado las llaves y Paula

está trabajando

Dime que estás en casa!

Toni puso los ojos en blanco. Siempre igual.

Sí, pesado

Te quiero! Espérame despierto

princesa

Miró la hora. Las siete de la tarde. Inútil.

Si a los dieciocho años le hubieran dicho que con veintitrés estaría compartiendo piso con Unai y Paula, hubiera pensado que el mundo estaba loco.

Levantó la vista y vio que Carlos le estaba mirando.

— Es Unai. Se ha dejado las llaves. — suspiró — Otra vez.

Carlos forzó una sonrisa.

— Creo que no le caigo muy bien.

— Claro que sí. A Unai le cae bien todo el mundo.

— No sé..

Se sintió un poco mal por mentirle. En su cabeza resonaba, cansinamente, la voz de Unai. «No entiendo qué haces con él. Es un moñas aburrido. Aunque, claro, tú también eres aburrido.» Menuda pesadilla. Aunque su enamoramiento adolescente con Unai formaba parte de la historia, Toni tenía muy claro que nunca conseguiría tener una relación de amistad normal con él. El hecho de que Unai fuera Unai no ayudaba en absoluto. Siempre con sus bromas tontas, llamándole «princesa», incapaz de respetar el espacio personal de nadie… Pero Toni había aprendido a convivir con ello.

Sonó el timbre.

— Yo ya me voy.

Joder, casi se había olvidado de Carlos. Se despidió de él mientras pulsaba el botón del interfono.

— Hasta el jueves que viene — Carlos le dio un beso. — Bueno, si quieres. Ya sabes. Sin presión.

— Claro. Gracias.

Se fue. Toni cogió un libro y se sentó en el sofá mientras Unai subía por las escaleras. Tres, dos, uno…

— ¿Qué lees? — entró por la puerta. Toni disimuló una sonrisa.

— Nada.

— ¿De Carmen Laforet?

Es tonto. De verdad que él intentaba no reírse pero no siempre lo conseguía.

— Me he cruzado con tu novio.

— No es mi novio.

— Pues, tu novio, estaba tan soso como siempre.

Se sentó a su lado. Que pesado era. Toni decidió que su comentario no merecía ni una respuesta ni el esfuerzo de levantar la vista del libro.

— En serio, es un muermo. — ni caso — Y, cómo tú también lo eres, pues eso. Demasiado aburrido. Tendrías que buscarte un chico guapo y divertido, para variar un poco. Alguien que no esté siempre diciéndote lo genial que eres. Que luego te lo crees y es un desastre.

Toni levantó la vista.

— ¿Alguien cómo tú?

¿En serio acababa de decir eso? Mierda, mierda, mierda. Unai se quedó mirándolo fijamente y Toni empezó a ponerse nervioso. ¿Cómo se le había pasado eso por la cabeza? Ahora seguro que le diría «estás loco ¿O qué?».

Pero él dijo

— Exactamente.

Unai ya no se reía y él empezó a tener taquicardia. Si le daba un chungo, lo llevaría al hospital, ¿No? Teniendo en cuenta que sería su culpa, era lo mínimo. Intentó salir del paso.

— Pues, lo siento. Pero no creo que haya nadie más como tú en este planeta.

— Joder, Toni, qué lento eres. ¿Y para qué necesitas a alguien más?

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